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El Comité de Árbitros reconoce el grave error en el penalti

Torra I, el Patético

Crónica personal

Pilar Cernuda

04 de octubre 2018 - 02:33

Los clásicos ponían calificativos a sus reyes y gobernantes, y a Quim Torra le viene como anillo al dedo el de Patético. Es patético que sea presidente pero acepte no tener capacidad de iniciativa, supeditado a Puigdemont. Patético que se conforme con que se haya nombrado un Gobierno en la sombra en Waterloo, patético que la persona más influyente de su Govern, Elsa Artadi, se la haya impuesto Puigdenmont, patético que no lo dejen utilizar el despacho presidencial y la residencia presidencial, y patético que no sólo no oculte sino que presuma de que ante cualquier situación corra a su despacho para conectarse por Skype con su antecesor para pedirle instrucciones.

Es patético también que los catalanes acepten ser mandados por un pelele, que no se rebelen. Y el colmo del patetismo se produjo ayer cuando tras lanzar un ultimátum a Pedro Sánchez, le escribe una carta al pidiéndole que marque fecha para la reunión que habían acordado en la Generalitat tras reunirse en La Moncloa en julio. Es decir, por un lado lo amenaza con un ultimátum que podría obligar a Sánchez a convocar elecciones anticipadas y por otro quiere dialogar. ¿Sobre qué? Torra ya ha demostrado qué quiere, qué pretende, qué le exigen que exija a Sánchez, y la respuesta ha sido clara en boca de Celaá: "Autogobierno sí, independencia no". La carta en la que pide fecha para la reunión no tiene sentido... salvo que Torra esté recibiendo algún aviso que le haga pensar que Sánchez no cierra la puerta a algún tipo de acomodo. Pero si eso fuera así, lo que hay que poner en duda, el escándalo sería tan mayúsculo que con toda seguridad habría incluso miembros del Gobierno que no aceptarían el engaño del presidente y se abriría una crisis institucional de consecuencias imprevisibles.

Visto lo visto estos días, a Torra aún le quedan muchas instrucciones bruselenses por cumplir... y a Sánchez muchos sapos que tragar. Pero no puede ceder ni un milímetro porque ni los suyos se plegarían a un chantaje de vergüenza.

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