Las aspiraciones de Rajoy o de cómo a la tercera va la vencida
El presidente del Partido Popular afronta su tercera campaña electoral con todos los vientos favorables para llegar a La Moncloa; pero, ¿qué pasa si encalla?
El líder del PP, Mariano Rajoy, ya sabe cuál es la fecha que le marcará la diferencia entre el éxito y el fracaso. Tras el 20 de noviembre de 2011 será presidente del Gobierno o dirá adiós al liderazgo de un partido que conoce como su propia casa.
Le preguntaron en la rueda de prensa que ofreció una hora después de que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunciara el adelanto electoral si abandonaría la primera línea de la política si pierde otra vez. No contestó.
Sin embargo, a nadie en el PP ni en su entorno periodístico se le escapa que será muy difícil, por no decir imposible, que Rajoy sobreviva a una tercera derrota consecutiva.
Lo que sucede es que ahora el líder de los populares tiene casi todo a favor para convertirse en el séptimo presidente español de la democracia.
Fuentes del PP enumeran algunos de esos motivos: el primero es que las elecciones las pierde el Gobierno por sus deméritos, y en este sentido, apuntan, Zapatero y su equipo han cometido demasiados en la gestión de la crisis. "El desgaste es irrecuperable", afirma un mandatario del partido.
El segundo es que se ha consolidado en España "el cambio de ciclo", y ni el mejor de los candidatos posibles en el PSOE, como pudiera ser Alfredo Pérez Rubalcaba, dará la vuelta a la tendencia.
Otro motivo que incide en lo anterior es que todas las encuestas sobre intención de voto publicadas desde mediados de 2009 dan la victoria al PP por ventajas que en ocasiones han superado el umbral de la mayoría absoluta. Las fuentes reconocen que sí puede estar en juego esa mayoría aplastante, pero no la victoria.
En el PP hay encuestas internas recientes que cifran la ventaja en más de diez puntos. El PSOE, insisten las fuentes citadas, puede estrechar el margen, pero nada más.
La victoria en los comicios del 22 de mayo, asimismo, reflejaron la realidad política del país, sobre todo porque los ciudadanos, más que premiar al que consideraban mejor, castigaron a Zapatero, señalan los cargos consultados.
Más razones que en el Partido Popular invitan al optimismo: por un lado, queda constatado que Rajoy es un político capaz de hablar "con todo el mundo", incluidos Artur Mas o Iñigo Urkullu, con los que se ha reunido durante la legislatura y con los que hay "buena sintonía".
En el electorado indeciso, que se mueve entre el centro-izquierda y el centro-derecha, ha calado que Rajoy es "un tipo moderado" quien convertirá, si gana las elecciones, esa falta de carisma que le atribuyen en "una gran capacidad de gestión".
Algunos dirigentes encuentran similitudes entre el perfil de Rajoy y el de, por ejemplo, Angela Merkel: "Políticos que no despiertan entusiasmo pero que ganan las elecciones y se vuelven enormemente populares y valorados".
Los sectores más próximos al presidente del partido, empezando por su asesor Pedro Arriola y siguiendo por su jefe de Gabinete, Jorge Moragas, son de la opinión de que ese estilo templado, sin aspavientos ni polémicas ni palabras vehementes, es el que gusta a los ciudadanos.
Aunque optimistas, en Génova se huye de la euforia: la maquinaria electoral lleva trabajando en la campaña de las generales desde justo después del 22 de mayo, como si nada estuviera decidido.
Rajoy se despidió así de los periodistas en la rueda de prensa: "Les deseo unas buenas vacaciones y que puedan olvidarse de los pequeños problemas de la vida... Si pueden".
Es posible que él pueda aparcar esos pequeños problemas de la vida, pero es complicado que pueda quitarse de la cabeza que dentro de cuatro meses a lo mejor le tiene que decir a su mujer que hay que mudarse de casa. Ya se verá a dónde. Se ha cumplido lo que deseaba y había pedido de forma machacona, por activa y por pasiva en los últimos meses: que se adelantaran los comicios con la intención de convertirse en el nuevo presidente.
Sólo ansía ese futuro.
El futuro de quien quiere relevar, el actual presidente Rodríguez Zapatero, parece sin embargo mucho más claro y pasa indefectiblemente por León, porque allí piensa desplazarse Zapatero cuando un día del próximo diciembre -o enero a más tardar- entregue las llaves de La Moncloa a su correligionario o al líder del PP.
El jefe del Ejecutivo lleva la política en sus venas tras décadas viviendo de, por y para ella, y pese a que puede no ser fácil el proceso de descompresión, está decidido a dar el paso porque el viernes ratificó que no será diputado en la próxima legislatura.
Tal vez sólo acepte un puesto en el Consejo de Estado. Y, según ha confesado, no tiene intención -al menos por el momento- de escribir sus memorias.
Esa palabra parece que sólo le sugiere por el momento que es necesario seguir avanzando en la recuperación de la memoria histórica que tanto ha intentado impulsar en sus mandatos.
Con ese instrumento ha querido que se hiciera justicia ante algunos sucesos que protagonizó quien ocupa hoy la tumba principal del Valle de los Caídos.
No es precisamente en su honor por lo que ha elegido la fecha de los comicios: el 20-N ya no será recordado exclusivamente como la fecha de la muerte de Franco sino especialmente como el día que los españoles acudieron a las urnas.
¿Para apoyar al candidato socialista o para decidir un cambio de rumbo tras ocho años de gobierno socialista? Todo apunta a esto último pero no es el PSOE una formación política que se dé fácilmente por vencida. Como repiten una y otra vez sus principales dirigentes, están convencidos de que "todavía hay partido".
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