El ‘autodumping’ de las universidades

Dietario de España

Los mismos gobiernos autonómicos que mantienen a sus centros públicos en la mendicidad y colapsado apoyan y auspician la apertura de los privados

Alumnos en un aula de la Universidad de Córdoba
Alumnos en un aula de la Universidad de Córdoba

06 de abril 2025 - 06:25

Las universidades privadas han surgido como setas en España porque las públicas, en su mayoría, malfuncionan, no tienen el prestigio que sería deseable o se adaptan peor y tarde a las nuevas demandas formativas, en su mayoría vinculadas a las nuevas tecnologías. La privada es más competitiva en esos ámbitos, ofrece menos trabas burocráticas y más fácil acceso, que depende del dinero no del nivel académico. Es lógico: no deja de ser un negocio mientras la pública es un servicio. Si la oferta pública tuviera en su conjunto el nivel de excelencia que la sociedad demanda, la mayoría de las privadas implantadas en los últimos años no tendrían negocio o sería muy residual. Pero si siguen abriéndose nuevos centros es porque hay demanda.

Aunque desde lo público –el Gobierno– se lanzan soflamas contra la privada y, a la vez, medidas de endurecimiento para su actividad, es precisamente desde lo público –desde los gobiernos autonómicos, que tienen las competencias– desde donde hay que atajar el problema. No se trata de combatir a las universidades privadas, sino de arreglar las públicas. El problema es que la misma mano autonómica que tiene a sus universidades en la mendicidad es la misma que autoriza nuevas universidades privadas en su territorio, haciéndose un autodumping que, indefectiblemente, perjudica a quienes solo tienen posibilidad de acceder a los campus públicos. Los datos son elocuentes: en los últimos 25 años el número de universidades públicas casi no ha evolucionado (48) mientras que el número de privadas (41) se ha duplicado. Y el nuevo modelo de financiación autonómica ni está ni se le espera por lo que las expectativas de mejora son una quimera.

Debilitar lo público: estrategia o consecuencia

La crisis de la universidad pública española es muy seria: la asfixia financiera puede acabar con el modelo. No estamos hablando de otra cosa. España destina a la educación superior casi un 25% menos que la media de los países de la UE. Al igual que ocurre con la financiación de la sanidad pública vs. la privada, la anuencia autonómica con los proyectos privados y la rácana apuesta por las públicas evidencia una estrategia decidida por la debilitación de los servicios públicos. Y si no fuera esa la intención, desde luego que sí es la consecuencia. La universidad pública, con todos los déficits que se quieran, es el único ascensor social posible. La única herramienta realmente igualadora a través del acceso universal a una educación de calidad, que se traduce en acceso al mercado de trabajo. Son, además, los centros de investigación y las universidades públicas las que se encargan de investigación básica y aplicada, transfiriendo al sector privado conocimientos claves para hacer empresas competitivas. Y no es cierto, como defiende Feijóo, que las privadas copen la parte alta del ranking de las mejores universidades en España. La primera privada es la de Navarra y está en la decimotercera posición.

Madrid, el paradigma

El caso paradigmático es Madrid, con seis públicas y trece privadas y camino de las 20. El incremento de la inversión en el sistema público de universidades madrileñas fue en 2024 de un 1% frente al 18% que reclamaban los rectores para la mera supervivencia de sus campus. Los centros madrileños caen más bajo cada año, pierden alumnos y financiación y, como consecuencia, sus resultados académicos empeoran. El número de estudiantes madrileños en las públicas ha caído un 5,5% desde la pandemia; el de las privadas ha aumentado en un 56% y son ya 80.000 matriculados. Universidades dotadas de las últimas tecnologías, edificios modernos y funcionales, muchas de ellas bilingües y ofreciendo planes de estudios atractivos adaptados a las últimas demandas del mercado. Parece tabú hablar de universidad y mercado. Pero es insostenible pensar que hoy más allá de impartir conocimientos y ofrecer una formación holística imprescindible, la universidad no debe preocuparse del futuro de sus egresados. Si así fuera podemos dar por hecho que las universidades públicas tendrían los días contados. Muchas de las privadas ofrecen directamente a sus alumnos prácticas ya pactadas en empresas, mientras que hay estudiantes de la pública que se la ven y se las desean para tener una simple beca estival. En definitiva, a lo que asistimos es a la decadencia de la universidad pública y a una pérdida de competitividad e interés frente a la privada. Como suponen, los rectores y los docentes de la pública no son menos listos que los de las privadas. Lo que no tienen son los instrumentos imprescindibles para alinear a sus universidades con el futuro.

Garantizar un mínimo de inversión por ley

Otro elemento perturbador del sistema es el de las becas: un informe reciente de CCOO denuncia que el sistema de becas de Madrid es muy inferior a la media nacional: sólo el 21% de los alumnos reciben ayudas, la segunda más rácana en España pese al desempeño económico de Madrid. En definitiva, la autonomía más rica es la que menos invierte en permitir el acceso de quienes menos recursos tienen. No es una cuestión de dinero, sino de estrategia política. Y Madrid, en esas lides, sigue siendo el laboratorio y el mascarón de proa para el resto de España. Por eso es importante fijarse en Madrid.

Un país se enriquece con buenas universidades privadas y se enriquece a la vez que progresa al garantizar la igualdad de oportunidades con universidades públicas de calidad. Se pueden endurecer las condiciones para conceder autorizaciones a universidades privadas, como pretende el gobierno, pero sería mucho más eficaz tomar medidas estructurales aunque la delegación de competencias lo dificulta. Costa Rica, por ejemplo, reformó su Constitución en 2011 para incluir la inversión mínima del 8% del PIB en la educación pública, incluida la superior. España está en el 4,7% en total, de lo que la universidad solo recibe un 0,8% del PIB. Hay cosas por las que merece la pena cambiar la carta magna.

Brochazos gordos

Este problema lo vamos a resolver en España como mejor sabemos: a garrotazos.

Donde la política debería emplear la sutileza lo hace con trazos gruesos. En lo sutil hay matices, razones y dudas. En el brochazo gordo sólo hay descalificaciones, apriorismos ideológicos y afanes doctrinarios. Un debate inteligente y abierto ayuda a construir. Lo contrario, destruye. Sea calificar de un manotazo la universidad privada de chiringuito o decir que criticar a la privada es “guerracivilismo”. Espanta el debate público que estamos construyendo. La educación y la universidad como antesala del derecho de los ciudadanos a construir su propio futuro ameritan un debate a fondo en el parlamento. Pero mientras se siga resolviendo con proclamas, llamaradas mitineras y un intercambio de descalificaciones no sólo no entenderemos nada sino que el ruido solo perpetuará los problemas, que, en efecto, subsisten porque el modelo se ha ido atrofiando como consecuencia de decisiones políticas.

Aranceles Trump

Cuando Trump asola a medio planeta jugando al monopoly y la UE se dispone a responder con contramedidas restrictivas, el Gobierno ha dado un primer paso anunciando que pondrá sobre la mesa 14.100 millones en concepto de ayuda a los sectores más afectados: maquinaria, farmacéuticas, hierro, aluminio y agroalimentario. Aún se desconoce todo respecto a esas ayudas y puede que ante un ataque global de estas características igual resulten ser tiritas. Pero al menos España tiene un plan y es un plan bien diferente del que otros gobiernos articularon en momentos de crisis salvaje como la de 2008. Sigue Pedro Sánchez la lógica -y los resultados contrastados- de crisis anteriores: la pandemia, la invasión rusa de Ucrania, la erupción del volcán de La Palma o las consecuencias de la crisis energética y la inflación. Más Estado. Desde una concepción liberal de la economía posiblemente rechine, pero difícilmente los empresarios y los trabajadores afectados compartan tal opinión. La estrategia, que debe ser aún explicada, ofrece una alternativa socialdemócrata a la crisis. En eso acierta el Ejecutivo, en actuar rápido y con criterio de protección empresarial, que es en definitiva, pura protección social. Con todos los matices que se quieran, pero sí, el Estado está para estas cosas y en estos momentos.

En lo sustancial, Sánchez y Feijóo están alineados, aunque eso no garantiza que el asunto no se convierta en otra agria discrepancia. Y Vox, a la suyo, en la lealtad perruna a Trump, culpando a la UE y todos los partidos de la crisis, exigiendo la rendición y tragándose este sapo parece que con sumo gusto.

Socialicemos la ruina

El terremoto va a provocar un retroceso del 1% en el comercio global de mercancías, que se une a los cuatro puntos de retroceso previstos desde hace tres meses; la economía va a crecer menos, se volverá a disparar la inflación y se destruirá empleo. Es una forma curiosa de socializar el deterioro de la economía. Se nos está quedando un bonito 2025. Bruselas va a tener que hilar fino porque la UE tiene un tremendo superávit comercial con EEUU y aunque tiene competencias en esta materia no podrá ignorar las distintas posiciones de los 27 ni la llegada masivas de productos fabricados en China excedentes del mercado de EEUU El error de Trump en todo caso es haber embestido con aranceles contra la UE como bloque. Si lo hubiera hecho país a país hubiera ganado dividiendo.

Mientras comete sus fechorías políticas, Trump actúa como aquellos granjeros de Arkansas convertidos en millonarios tras descubrir petróleo en sus tierras que retrataban en Rústicos en dinerolandia. Amenazando, chantajeando y pavoneándose de la Trump card, la tarjeta que con un precio de cinco millones de dólares da derecho al permiso de residencia. “Todos los países nos llaman. Esa es la belleza de lo que hacemos. Nos hemos puesto en el asiento del conductor. Si les hubiéramos pedido a estos países que nos hicieran un favor, habrían dicho que no. Ahora harán cualquier cosa por nosotros”. Eso va diciendo Trump. Hay que reconocer que el tipo está sembrado.

BREVERÍAS

Murcia, al caer

Tras el de Valencia, el PP y Vox ultiman ya su nuevo acuerdo en Murcia, reiniciando el ciclo de pactos con la ultraderecha. Dicen que han acordado ya el gasto social, aunque los ultras avisan que faltan “flecos” como la exigencia de cierre de un centro de menores extranjeros y otras cosillas de la agenda verde que se van a cepillar. El PP no sale de esta esquizofrenia. Igual llama a los de Vox antipatriotas por su entrega a Trump que pactan con ellos un día después. Si sostienen que a los de Abascal no les importa España pueden imaginarse cuánto les importa Murcia. Pero igual no es cierto lo que dice Feijóo de que lo importante es darle un presupuesto a los ciudadanos, un principio que podría reconocerle a Sánchez cuando pacta con otros partidos. Porque lo importante es darle a los ciudadanos unos prepuestos que les interesen y que respondan a los intereses generales de la sociedad y que además coincidan con tus propios principios políticos, No es mucho pedir, ni a uno ni a otro.

Verde se la siegan a la izquierda de la izquierda

Sumar y Podemos saben que si siguen divididos será muy difícil un nuevo gobierno de izquierdas en España y, por lo tanto, habrá uno del PP y Vox. Pero una cosa es saber y otra es querer, al menos de momento. Mientras Yolanda Díaz, que manejó la crisis con Podemos como una aprendiz, sin atender a sus demandas ni entender sus fortalezas, se desgañita ahora diciendo que hay que caminar juntos, desde Podemos responden con todo el desdén concentrado que Movimiento Sumar nace muerto. Les quedan dos años por delante. Chico trabajo le queda al coordinador general de IU, Antonio Maíllo, el único que llega a este desencuentro con pegamento en la mochila.

El emérito contra Revilla

Juan Carlos I ha decidido emprender acciones legales contra Miguel Ángel Revilla, expediente de Cantabria, por supuestas expresiones calumniosas e injuriosas contra él. No se ha especificado a qué se refiere. Le pide 50.000 euros. Revilla ha reiterado muchas veces que el emérito ha sido una decepción y lo ha calificado de “evasor fiscal”. En alguna ocasión llegó a llamarlo corrupto. Respecto a la evasión fiscal, es un hecho: el antiguo jefe del Estado abonó a la Agencia Tributaria 4,4 millones por las donaciones recibidas a través de una fundación así como regularizó 678.000 euros. Aunque Revilla, omnipresente en el share, dice muchas cosas e igual en algún lance fue más allá. En algunos países con monarquía su Constitución lejos de proteger al monarca protege que sea objeto de la crítica. Igual el emérito, desde Abu Dabi, solo quiere lanzar un mensaje y poner sacos terreros una vez que se abrió la veda contra él. Revilla, que ahora llora ante las cámaras, va a sacar de esto una ronda extra de tertulias y otro libro. Que llore menos. Y se ignora cómo le quedan ganas al emérito de seguir enredando.

La interesantísima vida de la princesa Leonor

Una chica de 19 años dándose un baño en bikini junto a otros compañeros guardiamarinas, comida en un chiringuito en chanclas, paseo por la playa con un compañero de promoción y una morbosa y seguro que excitante cena en la embajada de España en Montevideo. Algunos medios sostienen que se han pagado 150.000 euros por las fotos. El escándalo no es la agenda de la heredera al trono -de lo más aburrida y carente de emoción- sino que se pague ese dineral por nada. Eso sí, estaremos años especulando sobre si doña Leonor tiene un novio guardiamarinas o incluso un amor en cada puerto.

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