La degradación del Gobierno
Las claves
El grado de degeneración al que Sánchez ha llevado a su partido y al Ejecutivo avergüenza no sólo a sus adversarios políticos, sino a la mayoría de los españoles

PEDRO Sánchez ha dicho en una rueda de prensa que siente vergüenza ante el vídeo del PP en el que presentan a varios miembros del Gobierno como participantes de un reality show tipo “personajes decididos a ampliar sus experiencias sexuales en una isla paradisíaca”. Tiene razón Pedro Sánchez, el vídeo provoca vergüenza, y eso mismo deben pensar dirigentes del PP, porque lo han retirado mucho antes de la denuncia del presidente. Pero si hay un español que debe callar ante iniciativas irrespetuosas, intolerables y de pésimo gusto de otros partidos o colectivos sociales, es Pedro Sánchez. Porque el grado de degradación al que ha llevado a su partido y a su Gobierno avergüenza no sólo a sus adversarios políticos, sino a la mayoría de los españoles.
Flaco favor hace Alberto Núñez Feijóo al PP y a sí mismo al no atar en corto a colaboradores que parecen trabajar para el enemigo. En Génova sobra mediocridad y falta talento. Que es fundamental, sobre todo, cuando se trata de minar la credibilidad del adversario. Es cuando más falta hace la inteligencia, la ironía y el buen manejo del sentido del humor, porque en caso contrario, como ocurre ahora, el trasquilador sale trasquilado.
Sin embargo, no es Sánchez la persona indicada para dar lecciones a nadie de buen comportamiento, de respeto a los demás y de seguir mínimamente las reglas de la buena educación y de la decencia personal y política. Nunca en la historia reciente de España se ha dado mayor nivel de degradación de la vida pública, con el agravante de que esa degradación tiene su origen nada menos que en el propio Gobierno.
Está ya comúnmente aceptado que el jefe del Gobierno miente, engaña, no cumple su palabra y se ha dejado coaccionar y chantajear humillar por partidos que saben que tienen delante a un presidente dispuesto a pagar el precio que le pidan, por innoble que sea, por inconstitucional que sea –ya lo arreglará el TC, se debe decir Sánchez– con tal de seguir en Moncloa. Pero la degradación va mucho más allá de la política y, colocadas las afrentas una al lado de otra, va a ser difícil que la opinión pública más mansa siga mirando para otro lado.
Empezó esta degradación con el caso Begoña Gómez que tanto dolió al presidente que se tomó cinco días de asueto para reflexionar sobre su futuro. Puro teatro. Ni por un momento pensó en dimitir, como se sabe ahora. Tras la “reflexión” salió arremetiendo de mala manera contra aquellos que dudaban de la honradez de su mujer, que claramente utilizó el hecho de ser su esposa para hacerse con una cátedra para la que no cumplía los requisitos. La utilizó además para buscar patrocinadores que incrementaban sus ingresos e incluso le dieron pie a poner a su nombre un software que esos patrocinadores habían donado a la Complutense. Nada, peanuts, comparado con lo que se supo después. Como fueron peanuts, nada, que el hermano del presidente también lograra un trabajo en la Diputación de Badajoz sin dar palo al agua, se hiciera residente fiscal en Portugal aunque su salario oficial obligaba a declararlo en España. Por no mencionar que confesó ante un juez que no sabía dónde estaba su despacho ni cuál era su trabajo.
Cuatro mujeres muy bien colocadas
Y entramos ya en asuntos más inaceptables, por ética y por estética. Los tribunales determinarán si además son delictivos.
Ábalos, siendo ministro de Transportes y secretario de organización del PSOE, creó una red de contactos a través de su asesor, Koldo García, en la que se movían las comisiones a cambio de contratos de obra. Pública, por supuesto. También los tribunales determinarán sin hay o no delito, pero esas operaciones son claramente intolerables en un Estado de derecho y en una sociedad obligada siempre a un comportamiento que no escandalice a sus semejantes. Sobre todo cuando se trata de personas del Gobierno o cercanas a él.
El ministro de Transportes no dudó en instalar a su amante, una prostituta, en un piso de lujo que, por intermediación del asesor ministerial, pagaba un conocido comisionista. El asesor se ocupó también de contratarla en una empresa pública dependiente de Transportes a la que nunca acudió; y en otra empresa también pública cuando finalizó el primer contrato, y tampoco acudió. Es lo que ha declarado ante el juez, aunque ahora desde el ministerio aseguran que fichaba y realizaba informes periódicamente. Sí, fichaba por ella el hermano de Koldo y, sobre los informes, más vale que el juez los pida ya, para dar tiempo a elaborarlos, como dice humorísticamente un trabajador de esa empresa que nunca vio por allí a la hoy tan conocida Jessica Rodríguez. Una mujer que durante su relación con Ábalos le acompañaba a viajes oficiales y recibía 1.500 euros diarios por ello.
No acaban ahí los asuntos de Ábalos. Después de Jessica, una ex miss Asturias+30 también logró trabajo en una empresa pública dependiente de Transportes. Y una tercera, la actual pareja del ex ministro. Y The Objective acaba de localizar a una cuarta también con sueldo público de otra empresa dependiente de Transportes, Emlesa. Era amiga de Koldo, trabajaba en un club de Navarra.
Hay motivos sobrados para acusar abiertamente a Pedro Sánchez de mirar hacia otro lado ante la degradación de su Gobierno, que es imposible no conocer porque hay cuerpos y fuerzas que saben que garantizar la seguridad de los altos cargos obliga a investigar en profundidad a las personas que se incorporan a su círculo de amistad. Ocurre en España y en el resto del mundo, y la historia está plagada de casos descubiertos no sólo por medios de información, sino por los propios equipos de seguridad de los Gobiernos.
La degradación social provoca mayor escándalo que los asuntos políticos, por el morbo y, en este caso, por el uso de dinero público para pagar sueldos a personas cercanas a miembros del Gobierno.
La degradación política se vive desde que el PSOE no ganó las elecciones y necesitó la colaboración de otros partidos para seguir en el Gobierno. Algo legal, pero en el caso español esa formación de Gobierno ha supuesto que el comportamiento de Sánchez ha dado tan excesiva prioridad a ser presidente que no ha tenido el menor pudor en romper su palabra, mentir, y hacer suyas decisiones que son contrarias a los principios que siempre ha defendido su partido.
Las reacciones de González y Page
Estos últimos días, dos asuntos han protagonizado el debate político: la entrada a saco en Telefónica y el Grupo Prisa por negarse uno y otro a poner en marcha el proyecto estrella de José Manuel Contreras, hombre de máxima confianza de Sánchez y de mucho peso en el mundo de la comunicación: crear un canal de televisión TDT con personas próximas al sanchismo. El presidente de Prisa se negó por cuestiones económicas, y Sánchez y Contreras buscaron alternativa a través de Telefónica, donde el nuevo presidente ha demolido al equipo anterior, nombrado consejeros absolutamente afines a Sánchez y Contreras. Con Javier de Paz, en Telefónica desde hace años como hombre de Zapatero y con enorme influencia, hoy parcialmente perdida… y al que acaban de nombrar presidente de Movistar+…. Evidentemente para poner en marcha, desde esa plataforma, la televisión que busca Pedro Sánchez. Mientras, en El País, el presidente Oughoulian mueve también peones y ha iniciado una “limpia” de consejeros monclovitas.
La degradación es tan evidente que, por primera vez, personas destacadas del PSOE que se resistían a pronunciarse contra Pedro Sánchez, por una lealtad mal entendida, han decidido dar un paso adelante y exponer abiertamente su posición. Felipe González, después de decir en Vanity Fair que el PSOE “ha abandonado la izquierda y queda en manos de nada”, ha añadido que “no me representa”.
Emiliano García Page, el único socialista que preside un Gobierno regional con mayoría absoluta, y que lleva años denunciando algunas de las decisiones del Ejecutivo, ha levantado definitivamente la voz ante el acuerdo alcanzado entre Moncloa y Junts: el PSOE ha perdido sus valores y el acuerdo sobre inmigración es “racista” y propio de “la extrema derecha”.
Sánchez piensa en mantenerse hasta el final de legislatura y ha demostrado sobradamente su capacidad de resistencia. Ahora, sin embargo, se enfrenta a un problema que puede ser letal y va más allá de las decisiones políticas: la falta de moral que se vive en su entorno… y que está dejando pasar sin tomar ninguna decisión.
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