El PSOE necesita al PP

Dietario de España

Sánchez no cuenta con su bloque de izquierdas para aumentar el gasto militar: si, como dice, es un desafío “histórico”, necesita consensos, presupuestos y debate

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo entran en el Palacio de la Moncloa el pasado jueves.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo entran en el Palacio de la Moncloa el pasado jueves. / Eduardo Parra / EP

16 de marzo 2025 - 05:45

El politólogo polaco Zygmunt Bauman acuñó el término de modernidad líquida para definir un tiempo en el que todo se ha vuelto fluido, volátil y cambiante frente al retroceso de los valores sólidos, previsibles y duraderos, que están casi mal vistos. Su definición se extendió rápidamente a la política. Líquido como nunca, el ejercicio político se caracteriza hoy por los compromisos programáticos reversibles y por los pactos imposibles que priman antes el acceso al poder que la coincidencia de ideas o proyectos. La relativización de todo lo que creíamos importante es pan del día. Esa volubilidad se oficia con mensajes de cartón piedra, muchos generados incluso por inteligencia artificial. Dicen cosas que no significan nada porque no tienen sustancia: sólo aspiran a efectos cortoplacistas. El hecho histórico que proclaman sólo dura 24 horas, el tiempo que se tarda en construir el siguiente. Todo es movedizo y frívolo porque la política no está concebida para que dure, sólo para que sirva al propósito específico del día y en el momento exacto. Los discursos son cumbres de la nada rebozados de hipérboles que obligan a seleccionar una exageración aún mayor y más lacerante para mañana. Se microsegmenta hasta el más mínimo ítem y se lanzan los mensajes por canales específicos aislando a unos ciudadanos de otros y creando diferentes percepciones, tonos y formatos sobre el mismo hecho. Y mañana será otro día. En 24 horas no quedará nada, sólo tierra quemada y el eco de una diatriba política huera. La estulticia se ha vuelto paisaje. Sólo hay una “buena” noticia: esto ocurre en todo el planeta con honradas y contadísimas excepciones.

Pactos de Estado, esa rareza

Uno de los efectos indeseados de la política líquida es que se ha dado por hecho que los pactos de Estado entre los grandes partidos son prescindibles, cosa de un pasado caduco. Reclamar que el PSOE y el PP se pongan de acuerdo en asuntos claves para España es carca. Lo defiendes y te sacan encuestas en las que, en efecto, los más cafeteros de cada partido rechazan pactar con el contrario. Lo defienden como si ellos mismos no tuvieran responsabilidad en la radicalización de sus militantes y votantes.

Vivir cómoda y acríticamente instalados en cada trinchera conduce al abismo político. Sólo genera frentismo, división social y proyectos destinados a ser rebatidos por el otro partido cuando toque poder. Fija a los propios a costa de destruir ideas y acciones compartidas. Construir cosas sólidas, duraderas y que sirvan al progreso del país exige acuerdos. Hay más liderazgo, sagacidad y valentía en pactar con el otro renunciando a parte de lo que defiendes en aras a un acuerdo de conveniencia superior que en el inmovilismo esencialista blindado con la autoexculpación. Y los acuerdos requieren voluntad.

De sobras sabemos que los puentes entre Sánchez y Feijóo están demolidos y nadie se engaña respecto a la posibilidad de alcanzar grandes consensos en este ciclo que el PSOE pretende alargar como pueda y hasta que pueda y que el PP sólo quiere finiquitar desde el minuto uno. La inquina mutua es real. El memorial de agravios de cada uno es largo. Y los intereses electorales y en términos de poder (Sánchez en la Presidencia y Feijóo en su frente interno) marcan el rumbo. Ninguno va a permitirse un volantazo. Pero el resultado de la escasa voluntad de aunar esfuerzos es de suma cero.

Cuando la política colisiona con lo sólido

Ocurre que de repente la política se topa con cosas sólidas. Y entonces la liquidez de los tiempos palidece. Los 27 países de la UE han aprobado un plan de defensa sobre la idea del "Rearme de Europa" que supone un paso más allá en la historia y los objetivos de la UE. Hasta hace poco, los intelectuales reclamaban el rearme moral de Europa. Ahora claman contra el rearme bélico. Es el signo de los tiempos. Estamos en pleno reseteo global impulsado por la guerra de Rusia contra Ucrania, el impacto de Trump en las políticas globales (comerciales, culturales, económicas, migratorias, en materia de defensa o alianzas), el poder omnímodo de la tecnología sobre nuestras vidas y el ensanchamiento de las desigualdades.

Si no somos capaces de anticipar ni entender los cambios que se avecinan es que estamos en un cambio de era. Esta nueva cosmovisión va a alterar profundamente lo que hasta ahora hemos entendido por la UE, dispuesta incluso a modificar las sacrosantas reglas fiscales para favorecer préstamos de 150.000 millones de euros para invertir en defensa. Los dos grandes partidos alemanes –¡ Y los Verdes!, que consiguen también fondos para proteger el clima y la transición energética– ya han dado un paso adelante: conservadores y socialdemócratas van a reformar su Constitución para eliminar trabas al endeudamiento e invertir en seguridad y defensa. La real politik se impone, guste o no guste. Pagaremos caro el lujo de ignorar la realidad. Pero también abonaremos alguna factura por "las bancarrotas intelectuales, políticas y morales" en las que incurrimos, según opinión de Ingar Solty, analista de política exterior, paz y seguridad de la Fundación Rosa Luxemburgo.

El PP no se prestará a un enjuague

Las nuevas necesidades de Estado desbordan el perímetro con el que trabaja Pedro Sánchez desde noviembre de 2023. Los pactos con el bloque de izquierdas sirven para unas cosas y obstaculizan otras. Los asuntos que sobrepasan las fronteras nacionales y con agendas complejas alejan claramente al PSOE de sus socios parlamentarios y evidencian las diferencias entre sus proyectos de sociedad. Los apoyos tácticos son una cosa y los estratégicos, otra bien distinta. Un acuerdo programático no es un pacto de Estado.

El Gobierno va a necesitar al PP para sacar adelante el compromiso de incrementar el gasto de defensa hasta el 2%, aunque se amplíe conceptualmente: terrorismo, cibertaques y vigilancia fronteriza. Y si llega el momento –que probablemente llegará– para enviar soldados españoles a Ucrania: el PP no pasó por el Parlamento la decisión de enviar tropas a Iraq (2.600 soldados). Mala decisión, por eso no debe emularla el PSOE. No lo va a a tener fácil el Ejecutivo: la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal le afea que recurra al Fondo de Contingencia (del que se nutre el Gobierno en casos de desastres como la dana) al entender que merma los fondos y permite afrontar con menos garantías las crisis por venir.

Así que Sánchez necesitará a Feijóo salvo que mantenga la idea de utilizar vericuetos legales como modificaciones o ampliaciones presupuestarias –a las que ya recurre frecuentemente con este mismo fin– para evitar al Parlamento. De hecho, en esta coyuntura, disponer de unos nuevos presupuestos es más necesario que nunca. Es contradictorio afirmar que este desafío es mayúsculo en términos históricos y a la vez actuar como si fuera un asunto intrascendente hurtando el debate parlamentario, que refleja la diversidad de opiniones de un país sobre una materia tan crítica. Como lo es pretender afrontar esta tarea estratégica de país sin el apoyo de nadie. O mirar hacia otro lado como si tener aprobadas unas nuevas cuentas fuera algo accesorio. La OTAN y la CE le van a exigir a España un incremento del gasto en defensa de aproximadamente 6.000 millones anuales. No es calderilla precisamente. El bloque de izquierdas que le ha dado una mayoría parlamentaria para llegar hasta aquí no quiere saber nada de gastar más en defensa. Y, como es lógico, el PP no aceptará un enjuague que no pase por la cámara baja. Es ventajista por parte del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, reprochar a Feijóo que no esté a la altura de las circunstancias por exigir propuestas concretas, garantías y debate. ¿Debe esperar el Gobierno que el PP se entregue sin más a sus planes, aún no formulados por cierto?, ¿qué gana el PP convirtiéndose en cómplice del Gobierno en colar por la gatera una decisión política de ese nivel? No tiene lógica política esperar que lo haga.

Un "desafío histórico" exige acuerdos y transparencia

La altura de miras debe empezar por el Ejecutivo. Es quien lidera y quien debe hacer los máximos esfuerzos de concertación. Utilizar la puerta de atrás, sin consenso político alguno y sin la transparencia y el debate legítimo en sede parlamentaria, es una pésima manera de encarar lo que el propio Gobierno define como el mayor desafío histórico que tiene por delante. Si va al Parlamento, el PP le puede salvar de la negativa de sus socios. Feijóo puede apretar pero sería inconsecuente que no apoyara un plan sólido para incrementar el gasto en defensa, máxime cuando su bloque político en la UE encabeza la estrategia continental. Como es lógico, se querrá cobrar parte de la ganancia política. Su beneficio político se medirá en centímetros de incremento de desgaste para Sánchez –que aparecerá aislado, sin mayoría parlamentaria y rescatado por los populares– y en el posicionamiento del PP como partido responsable y de Estado, aunque sólo sea en este caso concreto.

Si quieren que el PP sea parte de la solución el Gobierno tiene que trabajárselo. Debe poner sobre la mesa un plan bien estructurado y creíble, disponer los mecanismos de control y participación parlamentaria y tratar de sacar unos presupuestos que permitan su ejecución. Le ocasionará problemas empezando por Sumar, con quien comparte Consejo de Ministros y pondrá en riesgo su coalición. Pero no tiene otra. Así se hace política a la grande. La alternativa son jueguecillos de todo a cien. Si fracasa podrá buscar alternativas como las que plantea de inicio porque, al final, un Gobierno tiene la obligación de resolver sus encomiendas más relevantes, pero cuanto más relevantes son más consenso debe procurarse. Son movimientos que requieren densidad política.

Pretender resolver también este asunto llamando irresponsable al líder del PP es volver a los principios que hacen de la política líquida una práctica evanescente, prescindible y difícilmente transformadora. Y no hay nada más sólido que la guerra.

BREVERÍAS

Educadores sociales desprotegidos

El espanto de lo ocurrido en Badajoz nos aterriza de súbito en la importancia y la fragilidad de la profesión de educadores sociales. Sólo visibilizamos a los profesionales que asumen los retos más complejos en nombre de todos cuando truena. El asesinato de Belén Cortés, de 35 años, en un piso de menores confinados por medidas judiciales, a manos de tres chavales de 14, 15 y 17 años, muestra el perfil de una trabajadora vocacional, comprometida y convencida de que era capaz de recuperar a los menores para la sociedad. La desolación es terrible. Y las frustraciones se acumulan: los educadores sociales llevan años denunciando que estas situaciones de riesgo, las agresiones y amenazas son “una realidad cotidiana” y denuncian que los protocolos de protección son "insuficientes o ineficaces". Seguramente ha tenido que ser salvajemente asesinada una educadora para que las administraciones se den por aludidas.

Vox y Aznar: ¡queremos otra verdad sobre el 11-M!

Han pasado 21 años desde los atentados del 11-M (191 fallecidos) y Vox y Aznar siguen a lo suyo. El partido de Abascal mantiene que "no se sabe quién es el autor intelectual" de los atentados y exige "esclarecer la verdad". Por lo visto no les sirven los 700 folios de la sentencia de la Audiencia Nacional. El partido de las verdades alternativas quiere otra resolución alternativa y si puede pasar por el País Vasco mejor que mejor. Aznar, que no sabe cómo sacudirse la costra del deshonor y el descrédito del uso de la gestión de los atentados, sigue defendiendo que no tuvo acceso a ningún documento que inculpara el terrorismo yihadista. En las primeras horas fue así, igual que tampoco había documento alguno que acusara a ETA, lo cual no impidió difundir y anclar esa teoría a pocos días de las elecciones. En pocas horas hubo decenas de pistas y dudas que manejaba la policía respecto a la autoría yihadista. No se enteró quien no se quiso enterar. La mentira es un virus letal para el que hoy no existe vacuna.

Alvise, de condena en condena

A Alvise Pérez se le va acabando la fiesta. De condena en condena y tira por que le toca. En esta ocasión una juez de Madrid le ha condenado a indemnizar con 60.000 euros al ex ministro de Fomento José Luis Ábalos por difundir fotos suyas en y su domicilio a insinuar que sufre problemas mentales. Dice la juez que el eurodiputado "no tiene patente de corso para insultar o menospreciar a su rival político". Pérez tambien tiene algun problemilla judicial por los 100.000 euros que cobró en negro procedentes de un empresa del sector de las criptomonedas con el que se comoprometió a ayudarle legislativamente. Acumula condenas civiles por difamación –ganadas por la ex alcaldesa de Madrid Manuel Carmen y la periodista Ana Pastor– y varias investigaciones penales en curso por revelación de secretos. Alvise, que obtuvo tres escaños en las últimas elecciones europeas y por lo tanto está aforado, también está pendiente de si se le abran diligencias por instigar disturbios frente a la sede del PSOE o por difamar a distintos políticos y a una de las hijas del presidente del Gobierno. Un mártir de la libertad perseguido por el sistema.

stats