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El repentino ocaso del 'Juancarlismo'

Los problemas de salud, el escándalo de Iñaki Urdangarín y la polémica cacería de elefantes en Botsuana han quebrado la confianza de los españoles en la Monarquía

El Rey posa con uno de los elefantes abatidos durante una cacería en Botsuana.
Alejandro Martín

03 de junio 2014 - 05:03

"Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Estas once palabras marcan el principio del fin del reinado de Juan Carlos I. Apoyado en unas muletas, con chaqueta azul oscuro y corbata roja, el Rey pide disculpas por primera vez a los españoles desde un pasillo del Hospital San José de Madrid. Es el 18 de abril de 2012. La prima de riesgo está desbocada y España se encuentra al borde del rescate pese a los durísimos recortes que acaba de acometer el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy. Millones de españoles se debaten entre el paro y el miedo a ser despedidos. Y su monarca acaba de ser intervenido por una fractura de cadera sufrida durante una cacería de elefantes en Botsuana cuando estaba acompañado por una amiga, Corinna Zu-Sayn Wittgenstein.

Los paños calientes de los principales partidos y del Gobierno no son suficientes para sofocar la ola de indignación de la calle. ¿Cómo es posible el ocaso del capitán general que acalló el ruido de sables del 23-F, del hombre que tendió puentes entre los vencedores y los vencidos de la Guerra Civil, del rey que encarna en el exterior una supuesta España moderna y anclada en Europa?

Ni Corinna es la primera amistad femenina vinculada al monarca ni el gusto por las cacerías exóticas es novedoso, como reveló la polémica en 2006 del abatimiento en Rusia de un oso presuntamente intoxicado con alcohol. Una de las claves es que el percance de Botsuana ocurre en el peor momento posible para gestos de ostentación. Con seis millones de parados, la depresión económica ha puesto en cuestión al régimen surgido de la Transición, cuyo principal exponente es el fenómeno del juancarlismo. Los españoles habían perdido la confianza en el hombre al que muchos consideran el máximo garante de la democracia y la convivencia. Además, la sociedad ha cambiado con la incorporación de nuevas generaciones criadas en democracia, para las que la Transición es un recuerdo televisivo, y que ponen en duda el anclaje de la Monarquía en una sociedad avanzada. Las voces que exigen su abdicación no tardan en surgir cuando lo último que necesita España, acosada por los mercados y con un pie fuera del euro, es otro factor interno desestabilizante.

Pero la quiebra institucional venía fraguándose desde mucho tiempo atrás. Uno de los primeros síntomas de que el Rey se estaba extralimitando en su rol público fue la salida de tono durante la Cumbre Iberoamericana de 2007, cuando espetó al presidente venezolano Hugo Chávez su famoso "¿por qué no te callas?". El gesto no cayó en el olvido y posiblemente haya sido determinante para la caída en el ostracismo de uno de los pocos foros internacionales en los que España tiene peso específico.

El vaso que derrama la gota de Botsuana está en realidad a punto de rebosar por culpa de Iñaki Urdangarín y los negocios del Instituto Nóos que dirigía junto a su socio, Diego Torres. Ya había sido polémica unos años antes la adquisición de un palacete en Pedralbes, una de las mejores zonas de Barcelona.

La rampa que conduce a los juzgados de Palma de Mallorca simboliza el particular descenso de la popularidad de la Casa Real. Justo dos meses antes de la cacería de elefantes, en febrero de 2012, el yerno del Rey había declarado por primera vez ante el juez José Castro en calidad de imputado por evasión de impuestos, fraude fiscal, falsedad documental y malversación de caudales públicos. Urdangarín no convence al magistrado y se ve obligado a dejar su puesto directivo en Telefónica y abandonar Washington. El paseíllo se repetirá en febrero de 2013.

Y lo peor está por llegar. Los intentos por desligar a la infanta Cristina de las actividades de su marido resultan infructuosos. El círculo se va cerrando poco a poco. El primero en comparecer ante el juez es su secretario personal, Carlos García Revenga, también como imputado. A renglón seguido declara el conde de Fontao, asesor jurídico del Rey, quien reconoce que don Juan Carlos le pidió a su yerno que no hiciera negocios valiéndose de su condición de miembro de la Familia Real, lo que implica que sus actividades no eran desconocidas. Finalmente, el 8 de febrero de 2014, se produce la escena más temida en Zarzuela: una infanta de España comparece por primera vez en la historia ante un juez como una ciudadana más. El escándalo pone el foco sobre las actividades de la Casa Real, que se ve obligada a publicar sus cuentas en un ejercicio de transparencia sin precedentes.

Pese a que don Juan Carlos trata de paliar su caída de popularidad con una intensa agenda oficial, sus problemas de salud empiezan a ser notorios. Las alarmas se disparan en 2010 cuando es intervenido por sorpresa de un nódulo pulmonar que finalmente es benigno. Ésta es la primera de una serie de nueve operaciones que afectan seriamente su movilidad y que le obligan a guardar reposo durante semanas. Las dudas sobre su estado de salud se agravan a raíz del embarullado discurso durante la pasada Pascua Militar, que don Juan Carlos achaca posteriormente al reflejo de la luz.

La abdicación se afianza como la única solución para superar el marasmo que afecta a la institución en un momento en el que el desafío soberanista catalán amenaza con romper el marco de convivencia emanado de la Constitución de 1978.

Sin embargo, don Juan Carlos es reticente. En septiembre de 2013, el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, desmiente que el monarca vaya a abdicar. Los rumores resurgen tras la Pascua Militar, pero se frenan tras la inesperada petición del líder del PSC, Pere Navarro, quien reclama durante el Debate del Estado de la Nación que ceda la corona a don Felipe.

Los últimos meses del reinado de don Juan Carlos vuelven a ser frenéticos, con una agenda cargada de actos, entre los que destacan varios viajes de Estado a los países del Golfo Pérsico para defender los intereses económicos de España. Serán su últimos servicios al país.

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