Vox saca pecho en la ultraderecha europea

Las claves

Los sondeos siguen siendo buenos para el partido de Abascal, que fortalece su figura como líder de Patriotas, pese a que la alianza europea también tiene riesgos

Salvini, Orban, Abascal, Le Pen y Wilders, este sábado en Madrid. / Sergio Pérez / Efe

09 de febrero 2025 - 06:30

Día glorioso para Santiago Abascal, anfitrión en Madrid de los dirigentes de los partidos englobados en Patriotas, el tercer grupo del Parlamento Europeo.

Once partidos de extrema derecha forman parte de ese grupo, y entre sus figuras se cuentan desde el primer ministro húngaro Viktor Orban hasta Marine Le Pen, hoy la figura francesa que cuenta con mayor respaldo en votos; pasando por la alemana Alicia Weidel del creciente AfD, y Matteo Salvini de La Liga entre otros. La cumbre anterior de la ultraderecha europea se celebró en París en el mes de noviembre, y allí se eligió a Santiago Abascal, por unanimidad, presidente de Patriotas. Es la razón de que fuera invitado a la toma de posesión de Donald Trump el pasado 20 de enero.

Desde que alcanzó el liderazgo de Patriotas, Abascal dedica gran parte de su actividad política a nuevo papel europeo. Sin escaño en el Parlamento Europeo, ha centrado en esa institución el lanzamiento de Patriotas pero también de Vox. Con un objetivo claro que se ha convertido en su prioridad: convertirse en el segundo grupo parlamentario de la Eurocámara.

Hoy, el primer puesto lo ocupa el PPE con 188 escaños, seguido del grupo socialdemócrata con 136 y a continuación Patriotas con 86 parlamentarios. Abascal está empeñado en alcanzar un acuerdo con ECR, Conservadores y Renovadores por Europa, en el que se encuentra Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni. Si se lograra la fusión, automáticamente se formaría un grupo parlamentario que podría convertirse efectivamente en el segundo del PE, siempre que todos los eurodiputados de los dos partidos se avinieran a formar parte de un proyecto común.

Abascal, se ha asumido ya en Vox, dedicará gran parte de su tiempo a Europa, una fórmula que sirve además para potenciar a su partido.

En la UE es un hecho incuestionable el auge de los partidos de extrema derecha, que han logrado ganar elecciones o formar coaliciones con gobiernos centristas en países impensables por su tradición de centro-izquierda. De hecho, las elecciones que se celebran en Alemania dentro de pocas semanas podrían marcar un hito en ese sentido, dada la decadencia de la socialdemocracia tras el paso de Scholz por el gobierno.

A esa tendencia, ese movimiento ultra, está empeñado con entusiasmo Santiago Abascal, que además sigue con interés máximo lo que recogen las encuestas, que coinciden en la subida importante de Vox en las próximas elecciones. Con naturalidad, los analistas políticos hacen las cuentas dando por hecho que el declive del PSOE llevaría a un futuro gobierno de coalición del PP con Vox.

El problema tiene nombre: Bambú

Bambú es la calle en la que se encuentra la sede nacional de Vox, y de la misma manera que cuando se quiere hablar de las ejecutivas de PSOE y PP se dice Ferraz y Génova, decir Bambú significa decir la Ejecutiva nacional de Vox.

Ese partido tiene una Ejecutiva presidida por Santiago Abascal con Ignacio Garriga como secretario general y 17 vocales que se ocupan de distintos departamentos, con Pepa Millán como figura destacada por su cargo de portavoz en el Congreso. Sin embargo, es público que Abascal cuenta con media docena de personas que son las que ejercen el poder en el partido, con cargos de asesores del presidente. Con la excepción de dos vocales, Jorge Buixadé, eurodiputado, pero sobre todo muy influyente en las decisiones sobre cualquier asunto que se presente en el partido, y Montserrat Lluis, responsable de las relaciones con los dirigentes regionales.

Sin formar parte de la dirección nacional, dos son las personas que, nunca desde el primer plano, son los que ejercen el mando del partido, sus decisiones no se discuten y son de la más absoluta confianza de Santiago Abascal: Kiko Méndez Monasterio y Gabriel Ariza. Los dos proceden del grupo Intereconomía, el conglomerado de comunicación que preside Julio Ariza -padre de Gabriel- que es el impulsor de Vox, creador de Vox. Primero con Alejo VidalQuadrass como presidente del partido y después con Santiago Abascal … y la guardia pretoriana que le colocó Ariza.

Este núcleo de poder provocó la dimisión de dos de las figuras más completas del partido, las que más lo prestigiaron por su eficaz trabajo parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros y Macarena Olona.

La primera en irse fue Olona. La obligaron a presentarse candidata a la presidencia de la Junta andaluza pero, además, la obligaron también a ponerse a disposición de lo que decidieran Kiko Monasterio y su equipo. Los resultados no fueron los esperados. Dimitió con ruido, contó en un libro las interioridades de Vox. Pocos meses después era Espinosa de los Monteros quien se marchaba. No lo contó en un libro, pero las razones eran las mismas. Su mujer, Rocío Monasterio, aguantó más tiempo porque pensaba que podría imponer su criterio desde la oposición a Ayuso, pero fue inútil, intentaron dictarle líneas de actuación que no estaba dispuesta a seguir. Se fue.

Gallardo no acepta órdenes

El goteo continúa, con más o menos intensidad, en diferentes regiones, hasta que los últimos días una última crisis se ha llevado por delante a una de las figuras más conocidas y polémicas del partido, Juan García Gallardo. Un hombre que ha sido noticia por sus faltas de respeto a sus adversarios, faltas incluso de educación, pero que ocupaba el cargo institucional más importante de Vox: vicepresidente de la Junta de Castilla y León.

El pasado mes de junio, cuando Vox presionó a Feijóo, sin éxito para que no apoyara medidas relacionadas con la política migratoria, desde Bambú se tomó una decisión que provocó polémica interna: romper los gobiernos de coalición con el PP. El partido de Feijóo no demostró excesiva preocupación, consideró incluso que le venía bien, se acababa así con la estrategia del PSOE de presentar siempre a Vox como el aliado imprescindible del PP; en Vox, sin embargo, la decisión no gustó tanto. Varios cargos se quedaron sin despacho –entre ellos García-Gallardo– y además incluso desde fuera del partido se consideró un error la pérdida de poder regional y municipal que suponía la ruptura.

Desde entonces las deserciones han sido constantes, aunque sin excesiva relevancia. Hasta la semana pasada.

Dos procuradores de las Cortes de Castilla y León fueron expulsados del partido por discrepancias con las instrucciones emanadas de Bambú. Gallardo se negó a firmarlas, lo que fue considerado como un apoyo a los disidentes y no aceptación de la autoridad de la dirección del partido. Gallardo anunció su dimisión como responsable de Vox en Castilla y León, y anunció también que abandonaba la política y que retomaba su profesión de abogado.

Los sondeos siguen siendo buenos para Vox, y es indudable que Abascal fortalece su figura como líder de Patriotas, aunque también tiene riesgos la alianza con dirigentes de la ultraderecha europea. Meloni, por ejemplo, tiene mejor cartel, pero Orban es considerado un político del ala más dura de la ultraderecha, con tendencias dictatoriales y denuncias de corrupción. Es la razón de que la primera ministra italiana no haya querido integrarse en su mismo grupo.

Abascal, sin embargo, tiene en Orban a uno de sus aliados más firmes. Por razones políticas, ideológicas, pero también económicas: para la campaña del 2023, un banco húngaro cercano a Orban concedió a Vox dos créditos por valor de casi 10 millones de euros para financiar su campaña electoral. Nada ilegal, fueron incluso declarados al Tribunal de Cuentas, pero no todo el mundo en Vox aceptó de buen grado la operación: en cierto sentido Vox quedaba condicionada en el futuro por lo que decidiera Viktor Orban.

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