Carlos de Inglaterra, recuperado de su reciente ingreso, y los veinte años de la boda con Camila fuera del Reino Unido
La pareja real superó críticas y obstáculos para sellar su amor en Windsor en 2005
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El 9 de abril de 2005, casi ocho años después de la muerte de Diana Spencer, el entonces príncipe de Gales, Carlos, cumplía su deseo de casarse Camilla Parker-Bowles. Una historia de leal amor que había superado décadas de obstáculos. Su boda en la sede municipal de Windsor fue una ceremonia civil, algo inusual para un heredero al trono (y de una futura reina consorte, cuando estaba por acordarse los términos), seguida de una bendición religiosa en la capilla de San Jorge. Un compromiso oficial que se retrasó en un día para no coincidir con el funeral de Juan Pablo II.
Esta formalidad confirmaba el vínculo tras 30 años de una relación intermitente, cargada de escándalos y controversias. El príncipe triunfaba con su tozudo compromiso personal que arrastró al fracaso a su matrimonio con Diana. A su vez, su deseo cambió la percepción en las rígidas normas de la familia real. En 2022 tras la muerte de Isabel II se supo que había llegado a un acuerdo con su madre para que su esposa se convirtiera en reina Camila lo que ya desató el enfado entre quienes había respaldado la labor de Lady Di.
El amor entre ambos se vio sacudido por los impedimentos. La ausencia de linaje aristocrático de ella fue el principal obstáculo que rebeló al príncipe. Camilla finalmente se casó con el militar Andrew Parker-Bowles en 1973 y Carlos contrajo matrimonio con Diana en 1981. Su citas clandestinas se prolongaron en el tiempo y la princesa de Gales en su entrevista de desaire, de la que se supo que fue presionada para concederla, anunció que en su matrimonio siempre fueron tres. El divorcio y la trágica muerte de Diana en el verano de 1997 convirtió a la actual reina consorte en la persona más odiada del Reino Unido. Aguardando y con una progresiva campaña para incorporarla a la familia real, Camilla Parker-Bowles fue siendo aceptada a regañadientes en el entorno familiar y ante la opinión pública.
La boda de abril de 2005 sólo tuvo 28 invitados, incluidos los hijos de los contrayentes, con todo el pesar para los príncipes Guillermo y Enrique. Cerca de ellos estaban Tom y Laura Parker-Bowles. Y la ausencia clamorosa de la reina (como cabeza de la Iglesia anglicana) y su marido, Felipe de Edimburgo, que sí estuvieron en el la bendición religiosa y en la recepción de la pareja. Camilla no se convirtió así en princesa de Gales, sino duquesa de Cornualles, por respeto a la memoria de Diana. A cambio, tras la muerte de la reina sí podría ser coronada como consorte.
Pese a las críticas de todos estos años, la pareja ha brindado en todo momento imagen de afecto incondicional y lealtad, lo que ha respaldado a Camilla a lo largo su matrimonio. Ha sido el pilar clave para que su marido siga un tratamiento del cáncer que anunció en enero de 2024, ganándose así un mayor respeto. Le ha sustituido en compromisos durante su convalecencia y está a su lado en su recuperación. El rey británico estuvo ingresado semanas atrás por secuelas del tratamiento y ha recuperado su agenda, mientras la pareja de los herederos, Guillermo y Catalina, también han superado las dificultades de la recuperación de la princesa. Una situación que llevó a poner en jaque al núcleo duro de la familia real.
El vigésimo aniversario de la boda la pareja lo vivirá en la ciudad de Roma, destino romántico convertido en visita oficial y una cena de gala institucional con la que la pareja vivirá la conmemoración lejos del Reino Unido. Una celebración especial, en un palacio romano, para celebrar que dos decenios después forman una pareja que ha superado todos los recelos y que ha cumplido el sueño de ser reyes.
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