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He pasado media tarde viendo encuestas en la web para hacerme una idea de lo que opina la gente. ¿Debe adelantarse la hora de cierre de los bares? ¿Es una “locura” que un restaurante esté abierto hasta la 1 de la madrugada como dice la ministra Yolanda Díaz? Les hago un resumen improvisado: casi 3 de cada 10 le dan la razón, unos pocos piensan que lo deben consensuar patronal y sindicatos y una mayoría se pronuncia con rotuntidad: la restauración es un sector clave en la economía, tiene que ser competitiva y debe tener libertad horaria. No lo dice Ayuso (que también); lo opinan miles de ciudadanos que han decidido destinar un poco de su tiempo a esta distracción.
¿Otro globo sonda? Lo cierto es que no hay Feria de Abril sin polémica (de las extravagancias de unos a la fiscalización de otros) y, si caemos en las teorías de la conspiración, extraña no haber leído ya que es una operación maquiavélica de Pedro Sánchez recurriendo a su colega de Sumar para bajar voltios en el caso Koldo.
La vicepresidenta advierte de un problema de “salud mental” para los trabajadores por extender su horario de madrugada y nos pide que no frivolicemos. Bien. Pero cuesta asumir ese argumento con la multitud de empleos nocturnos que garantizan el funcionamiento de nuestro Estado de bienestar (Estado de Consumo), con turnos y organización, que se regulan y remuneran las horas extra y no levanta ninguna ampolla social.
O no tanta. Porque las redes arden. El tuit de la presidenta de Madrid (más bien de sus certeros asesores) da para una tesis: “España tiene la mejor vida nocturna del mundo, con las calles llenas de vida y libertad. Y eso también da empleo. Nos quieren puritanos, materialistas, socialistas, sin alma, sin luz y sin restaurantes”.
A partir de aquí no hay debate que valga. No sosegado y no que vaya al fondo del asunto. Yolanda Díaz hablaba de “racionalizar el tiempo de trabajo” en nuestro país y cuestionaba prácticas muy españolas como convocar una reunión a las ocho de las tarde. ¿No lleva razón? Me gustaría conocer la opinión de los trabajadores (y sobre todo trabajadoras) que hacen malabares para conciliar y de quienes viven, por ejemplo, encima de un bar. Sí, a vueltas con ese desafío que significa en nuestras ciudades convivir.
Pero no hay debate porque no se ha sabido enfocar. Importa el qué pero importa también el cuándo y el cómo. Todavía recuerdo la que se montó hace dos años, a las puertas de la Feria de Sevilla, con la aplicación de la reforma laboral. Muy español. No aprendemos.
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