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Y yo que pensaba que cuando las croquetas llegaban feotas, con forma irregular, como las del pueblo, al estilo de la abuela, podía relajarme pensando que eran caseras. Pues no. Ya no hay pistas en el plato. Pueden ser croquetas quinta gama.
He hecho un curso acelerado para explicarles por dónde vamos: alimentos frescos y crudos, primera gama (me quedo con un buen tataki de atún); si los tomamos en conserva, segunda gama (esas anchoas de Santoña); cuando los compramos congelados, tercera gama (los gambones del Mercadona no fallan); y, si se envasan al vacío, cuarta gama (un buen jamón de Huelva loncheado a cuchillo). Llegamos así a los de quinta gama, los productos que son sometidos a un proceso térmico previo y solo hay que calentar (por encima de los 60 grados con horno, sartén, baño maría o microondas. A elegir.
Del listos para cocinar al listos para consumir. Los de cuarta gaman duran una semana larga y los de quinta pueden aguantar hasta 45 días; la cocina de envase se centra en vegetales, verduras, legumbres, granos o frutas y la quinta ya incluye alimentos de origen animal. No es lo mismo. En realidad, la quinta gama no incluye componentes químicos adicionales, supone mayor rapidez y variedad y reduce la inseguridad alimentaria. ¿Dónde está entonces la trampa?
En que no nos lo cuentan. Y es aquí donde surge la polémica y donde debemos ser críticos. El problema es que juegan con vendernos comida casera, de la abuela, de autor, auténtica, cuando están desenvasando y calentando. Porque, al final, vamos a gastar el dinero, y frustrar nuestras expectativas, degustando los mismos platos no-caseros en distintos restaurantes de nuestra ciudad.
Las nuevas gamas ahorran tiempo y dinero a la hostelería pero ¿qué pasa con el cliente? Estoy pensando, en paralelo, en cómo se están degenerando los mercados en nuestras ciudades: de ser lugares con encanto a convertirse en espacios atrapa-turistas sin ningún interés.
Toda Sevilla, media Andalucía, vive estos días la Feria de Abril. ¡Pues ojo con esas croquetas aparentemente caseras! No hay que recurrir a las franquicias globales de moda para preocuparnos de qué comemos. También la fast-food innova y se reinventa. Con nocturnidad.
Francia ya aprobado una ley que obliga a los restaurantes a especificar cuándo utilizan productos de quinta gama. También aquí los galos, como siempre en la gastronomía, nos llevan ventaja.
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