La colmena
Gaza y las aulas
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Aprender a golpes; abrir los ojos a base de tragedias. Me recuerdo hace unos años, en más de un programa de debate televisivo, justificando la urgencia de declarar el Campo de Gibraltar como una Zona de Especial Singularidad. Era (y sigue siendo) una palabra gruesa para algo muy simple: más recursos y más medios; más inversiones y más personal cualificado para combatir a los criminales. España, nos guste o no, es la puerta de Europa para todo. Y los malos siempre nos llevan ventaja: en financiación, en tecnología y hasta en imaginación. Más aún en unas comarcas donde ves desde pequeño, sin tener que recurrir a ningún videojuego, que puedes ganar en un rato lo que tu padre no consigue en un mes.
La competencia no es justa, no es honesta y no está equilibrada. El narcotráfico no va de eso; son negocios y no hay líneas rojas. Que el ministro Marlaska nos diga ahora que el Campo de Gibraltar es hoy, “casi de facto”, una Zona de Especial Singularidad “casi ofende”. Porque significa asumir que ni siquiera somos capaces de vislumbrar la dimensión del problema. No nos podemos acercar ni empatar; hay que ir muy por delante si queremos que haya alguna oportunidad.
¿Seguro que el horror “no se ve venir”? Frente a los vecinos de Barbate, donde la precariedad de medios era una imagen cotidiana, es lo que dicen los vecinos de Getafe que todavía intentan comprender cómo un chaval de 14 años ha muerto de una sobredosis de tusi. Nos cuentan los expertos que es una especie de “cocaína rosa”. La hipótesis es que el joven tomó una bebida energética con una mezcla de sustancias como el éxtasis o la ketamina. Todavía no está claro si fue un divertimento propio o ajeno (que otros chavales pusieron la coca rosa) con un macabro final.
En Granada, hay pandillas de menores que han convertido en un juego lanzar piedras contra los autobuses en la Zona Norte (el granero de la marihuana de Europa) abriendo una nueva dimensión al problema enquistado de los cortes de luz (por los enganches ilegales). Empezaron en Halloween y, desde finales de enero, el vandalismo ha ido in crescendo hasta obligar a activar todo un dispositivo policial.
Son fotos diferentes, con factores particulares y condicionantes diversos, de una misma realidad. Lo realmente trágico, lo que genera impotencia, es que necesitemos verlo en una portada para recordar que el problema está ahí. Y ahí seguirá, asombrándonos incluso, si no se toman medidas integrales y de calado.
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