Las crisis sanitarias y la decencia de los políticos
La colmena
Debemos exigir que no sólo sea rédito político lo que saquemos de conclusión de la pesadilla que están sufriendo tantas familias
Presume el consejero Aguirre de ser un experto batallando contra las crisis sanitarias. En su comparecencia del viernes para dar cuenta de la actuación de la Junta por el grave brote de listeriosis que suma ya 3 víctimas mortales, 5 abortos y más de 200 afectados -en Granada hay cuatro casos-, dedicó buena parte de su discurso a relatar su hoja de servicio y a detallar el "rigor", la "agilidad" y "eficacia" con que ha actuado la Consejería de Salud para controlar la intoxicación por la carne mechada de Magrudis frente a la lentitud, torpeza y escasa colaboración que han encontrado en el Ayuntamiento de Sevilla.
Muy en la línea de lo que el día anterior hizo Elías Bendodo y el propio relato que se ha ido construyendo durante toda la semana por parte del Gobierno de Juanma Moreno (PP) y, completamente frontal a la versión y reproches municipales, donde el equipo de Juan Espadas (PSOE) no ha dejado de denunciar la "deslealtad" de la Junta cuestionando el trabajo de los técnicos y obviando que ha sido la propia empresa la que ha ocultado información y ha incurrido en numerosas irregularidades.
En la crisis de hipertricosis que afecta ya a 7 menores de Granada y a una veintena de pequeños a nivel nacional -sufren el llamado síndrome del hombre lobo por la ingesta de minoxidil en lugar del protector gástrico omeprazol-, la respuesta de Salud sigue el cómodo guion de echar balones fuera apelando al reparto de competencias: son "exclusivas" del Ministerio de Sanidad al tratarse de una "alerta nacional", de la atención de los menores ya se encargan "sus pediatras" y el exceso de vello se terminará cayendo una vez suspendido el tratamiento...
Efectivamente, los especialistas han recalcado estos días que es "reversible" pero también advierten que "es un milagro" que los bebés sólo hayan desarrollado este problema estético como efecto colateral por la ingesta de un principio indicado para la alopecia que puede provocar "edema en las piernas, hipotensión y malestar y, en altas dosis, incluso pericarditis, edema pulmonar y hasta paradas cardíacas". Es más. Su recomendación, "lo prudente", sería monitorizar a los niños durante siete u ocho meses, que haya una unidad de referencia y que tengan un control por su cardiólogo por si hay un efecto secundario desconocido a largo plazo.
¿No son competencias de la Consejería de Salud? Porque en otras comunidades como Cantabria sí lo son. Su presidente, Miguel Ángel Revilla, entiende que es un asunto "muy grave", su consejería tiene instrucciones de fijar el tema como prioridad y él mismo se pondrá "a la cabeza" a la hora de pedir "responsabilidades".
El Defensor del Paciente no opina muy distinto. Publicamos este domingo en Granada Hoy el escrito que la responsable a nivel nacional ha remitido a la Junta pidiendo un "seguimiento especial" para los niños y proponiendo que se reúna a los padres "para darles explicaciones de cómo van a resolver el caso desde el punto de vista sanitario, pero también "administrativo" y "judicial".
Habla de la "decencia" del político. De representantes públicos pero también personas que tendrán hijos y nietos… Resulta casi anacrónico ver cómo sitúa en la esfera de lo moral, plantea en términos de modestia y honestidad, un tema con tantas aristas y tan sometido a la contienda política.
Porque las crisis de la listeriosis y de la hipertricosis se apagarán como ocurrió en su día con la de las vacas locas, el ébola o el aceite de colza pero llegarán otras. Mientras tanto habrá que confiar en que la asistencia sanitaria desde lo público prevalezca -como constantemente nos demuestran sus profesionales por encima del deterioro del propio sistema-, pero también exigir que no sea sólo rédito partidista lo que saquemos de conclusión de la pesadilla que tantas familias están viviendo este verano y de la propia indignación que se ha instalado en Andalucía por la coincidencia de dos alertas tan graves.
Todos ganaríamos si, en lugar de competir viendo quién lo ha hecho peor, las instituciones se centraran en demostrarnos quién es capaz de hacerlo mejor. Por exceso incluso. Apelando, por qué no, a la decencia.
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