En ciertos momentos es mucho más divertido el espectáculo de lo que ocurre fuera que lo que se vive en las entrañas atropelladas de la verbena gigantesca
Si llegábamos hasta la esquina del Zaporito, aquello parecía la frontera con la nada, aunque para nosotros era la puerta al mundo de los esteros, llenos de criaturas de muchas patas y prohibidos por el mandato de los padres