El 'Hogar Kinchela': el símbolo de los atroces abusos a los niños aborígenes en Australia
Los menores que albergaba este centro -creado por el gobierno del estado australiano de Nueva Gales del Sur, cuya capital es Sídney- fueron sometidos sistemáticamente a condiciones brutales, que incluyeron abusos psicológicos, físicos y sexuales.
El 'Hogar Kinchela', un centro creado en 1924 por las autoridades australianas para acoger a los niños aborígenes que fueron separados a la fuerza de sus familias, cumple este sábado cien años de su creación con un legado de atroces abusos físicos y sexuales que aún escuecen entre los supervivientes.
El Hogar de formación para niños Kinchela, situado a unos 451 kilómetros al norte de Sídney, acogió entre 1924 y 1970, a unos 600 niños y adolescentes aborígenes, de la llamada 'Generación Robada', además de un pequeño grupo de niñas indígenas.
La 'Generación Robada' se refiere a los más de 100.000 menores que fueron arrancados de sus familias para ser criados y educados en el seno de familias e instituciones blancas, según un comunicado publicado este sábado por la Corporación Aborigen de la Casa para Chicos Kinchela (KBHAC, siglas en inglés).
Los menores que albergaba este centro -creado por el gobierno del estado australiano de Nueva Gales del Sur, cuya capital es Sídney- fueron sometidos sistemáticamente a condiciones brutales, que incluyeron abusos psicológicos, físicos y sexuales.
Esta situación marcó de por vida a sus supervivientes junto al trauma de la desconexión con sus seres queridos, su cultura, sus lenguas y su tierra, que persiste entre sus descendientes.
Tu nombre es un número
"Tu nombre es 45. No te atrevas a llorar niñito. Ellos robaron tu nombre el mismo día que te robaron de tu madre", recuerda una de las víctimas, quien no fue identificado siguiendo las prácticas aborígenes de no mencionar a los fallecidos, en un vídeo de KBHAC con motivo del centenario del centro.
El niño '45' también explicó que uno de los trabajadores del 'Hogar Kinchela' le advirtió: "si tienes suerte podrás dejar este lugar entero, pero hasta que pase, tu trasero es mío".
Las imágenes de archivo de este centro, que está ubicado cerca de un río en tierras que originalmente pertenecían al pueblo aborigen Dunghutti, muestran los enormes jardines con columpios y piscinas y niños jugando en sus instalaciones.
También haciendo fila en los comedores o durmiendo en amplios dormitorios o la alegría de ir al colegio en los autobuses escolares.
Pero la realidad cotidiana era otra ya que estaba marcada por el maltrato y abuso sistemático de los menores, algunos de ellos de cinco años.
A ellos les engañaban diciéndoles que sus padres no los querían o que habían muerto y les humillaban diciéndoles que eran "negros", según el relato del documental animado "Éramos solo unos niños pequeños" publicado por la corporación aborigen.
Amarrados y violados en una higuera
"Yo solía ser azotado todos los días y nos trataron como pequeños soldados negros. Hay una higuera en la parte posterior, los llevaban allí (a los niños) y les ponían una cadena alrededor y un candado, dejándolos solos", recuerda el Tío Roger Jarret, como se llama a los ancianos, en otro vídeo histórico.
"Algunos de los hombres solían ir allí para abusar de los chicos", agregó el Tío Roger.
Pero eso no fue todo porque el 'Hogar Kinchela", declarado Patrimonio estatal y lugar aborigen, aún guarda secretos de las atrocidades que pasaban a puerta cerrada.
Aparentemente existen al menos nueve lugares "sospechosos" de ser fosas comunes clandestinas, según un informe exclusivo publicado por la edición australiana de The Guardian en septiembre del año pasado.
Por ello, los 49 sobrevivientes que quedan vivos quieren que el 'Hogar de Kinchela' se convierta en un museo y un centro de sanación para recordar el pasado, curar las heridas mediante la atención médica y psicológica a las víctimas y sus familias.
"Queremos que las generaciones futuras conozcan la verdad de lo que ocurrió aquí y reconozcan la fuerza y la resistencia de quienes lo soportaron. Esta transformación no consiste sólo en recordar el pasado, sino en crear un futuro en el que puedan prosperar la sanación y la reconciliación", explicó Jarret, alias "12", miembro de la junta y defensor de la verdad y la sanación de la KBHAC.
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