Galería del crimen | Capítulo 22
Por el honor de nuestra vecina
40 aniversario de los primeros comicios municipales en democracia
Cádiz/Para nosotros, la primera generación nacida en democracia que duda si podrá dar a sus hijos, al menos, lo mismo que recibieron de sus padres, resulta difícil concebir una urna electoral como sagrado cáliz depositario de un futuro mejor. A nosotros, indignados o traicionados, que bien nos aprietan las costuras de la Constitución del 78, o que ponemos en duda el pacto de silencio de la Transición, o que reaccionamos contra lo anterior, o que padecemos el desierto laboral producido por las reconversiones industriales en nuestra tierra...Y que, sin embargo, no podemos dejar de mirar con cierta envidia los amaneceres luminosos y jardines verdes de esperanza con los que el dibujante José Ramón Sánchez reclamaba el voto para el partido socialista en aquellas elecciones municipales del 3 de abril de 1979. Unos comicios cruciales, unas elecciones alegres, como aquella cartelería naïf, con las que el ciudadano entraba, después de 48 años, en los ayuntamientos.
“Quita un cacique, pon un alcalde”, “Entra en tu ayuntamiento”, “Cambia tu pueblo”... Leemos con media sonrisa...
¿Y si nos parecemos a ellos? ¿Y si vamos el próximo 26 de mayo a echar la papeleta con la misma sonrisa que estrenaban hace 40 años jóvenes y mayores? “No creas que somos tan diferentes, a pesar de que evidentemente aquellas fueron unas elecciones alegres, un tiempo de esperanza con el que se esperaba acabar, y se acabó, con el último reducto de la Dictadura en las instituciones, los ayuntamientos franquistas, hablamos de la generación del desencanto, la de, como decía un chiste gráfico de la época, “contra Franco estábamos mejor”, la que vio que con la llegada de la Democracia no se acababan los problemas económicos porque los políticos habían primado la resolución de los problemas políticos”, nos corrige Diego Caro, catedrático de Historia Contemporánea de la UCA y especialista en la historia política y social de Andalucía, que nos guía y pone la gasolina en este viaje en el tiempo que a nosotros, tan despegados de la última utopía, nos empieza a interesar.
Desde el 12 de abril de 1931 (desde el 31 de mayo en buena parte de nuestra provincia) no se convocaban elecciones municipales en nuestro país. Hojas y hojas de calendarios habían visto nacer y caer una República, una Dictadura y una Democracia, que ya tenía unos años de vida.
La izquierda presionaba al Gobierno comandado por la UCD. ¡Elecciones municipales, ya! Los ayuntamientos estaban todavía en manos de concejales que habían formado parte de las corporaciones franquistas. En el verano de 1978 la situación era insostenible, inconcebible, y Adolfo Suárez, por fin, las aprobó. Eso sí, para el año siguiente y después de las elecciones generales.
Pura estrategia política de la UCD, consciente de su debilidad como partido político frente a la incipiente izquierda representada en el partido comunista (PCE) y el PSOE y, con la particularidad en Andalucía, y en nuestra provincia, de la suma de los andalucistas (PSA) y el Partido del Trabajo de España.
Ganar las generales, convocar las municipales. Efecto arrastre de toda la vida. Y sí, la UCD, con aquel famoso discurso del miedo de Suárez el último día de campaña, y para frustración del partido socialista, ganó las elecciones generales.
Las municipales fueron favorablemente acogidas en partidos como el PSOE, con una implatación territorial importante. De hecho, es el único que consigue presentar candidatura en todos los ayuntamientos de la provincia.
¿Cómo lo consigue? Cuestión de músculo. Músculo asociativo. Las asociaciones de vecinos, las AMPA... Sus líderes y cabezas visibles abrazan la rosa con la que escriben sus nombres en las listas. En la capital, por no ir más lejos, encontramos a Luis Pizarro e Hipólito García, o a Carlos Díaz, un joven abogado vinculado a la UGT.
Esta base social en los pueblos y ciudades, junto a los dos pilares de entonces de su estructura nacional –renovación (líderes que nada tuvieran que ver con la guerra y sus traumas) y memoria (reivindicar las siglas de un partido que había sido muy importante en los años de la República y la guerra)– hacen fuerte al partido de Felipe González al que no le fallan los bastiones ya entonces históricos del PSOE en la provincia como Alcalá de los Gazules, Alcalá del Valle o Algodonales...
Quizás desempolvarse de los fantasmas de la guerra le hubiera hecho falta al Partido Comunista que, a pesar de ofrecer unos cuadros políticos muy importantes, daba una imagen de poca renovación.
En la provincia de Cádiz su gran fortaleza estaría en el marco de Jerez, sobre todo Sanlúcar de Barrameda y Trebujena, además de El Puerto, ya que durante el tardofranquismo el movimiento obrero agarró con fuerza en estas poblaciones.
Fuerza desde abajo, desde el pueblo llano, fue la que le faltó en el 79 a la UCD en Cádiz. Así, aunque presentaron unas candidaturas interesantes (gente de la socialdemocracia como Carmen Pinedo o Pedro Valdecantos en la capital) la aritmética democrática (la suma de todos sus oponentes ideológicos) jugó en su contra y en bastantes poblaciones fueron derrotados por los pactos de izquierda.
Tocada y hundida llegó Alianza Popular, que se presentaba como Coalición Democrática (CD) toda vez que Fraga se apartó de los siete magníficos, a las elecciones municipales. De poco le sirvió al líder del partido de derechas pasearse por el casco histórico de la capital, y siguió encadenando resultados desastrosos (generales del 77 y 79). En toda la provincia apenas obtuvo 3 concejales.
Caso contrario al del andalucismo, verdadera sorpresa en la provincia de Cádiz durante los comicios generales celebrados el mes anterior. Al PSA sí le sirvió el efecto arrastre... Jerez y San Fernando serían sus plazas fuertes. ¿Por qué? Explicamos el caso de Jerez donde el PSA estaba apoyado por un sindicato importante por aquel entonces, la Unión Sindical Obrera (USO), un sindicalismo vinculado a la iglesia católica y a los movimientos de cristianos de base, que en Jerez, no como en el resto de España, no se integra en la UGT y apoya la candidatura de un joven Pedro Pacheco en la localidad.
Otro hecho singular en la provincia de Cádiz es el afianzamiento de una izquierda comunista que no estaba vinculada al Partido Comunista. Hablamos del Partido del Trabajo de España, un partido comunista de orientación maoísta, que logra tener una implantación importante en Puerto Real y en la sierra de Cádiz limítrofe con Sevilla: Bornos, Villamartín y Puerto Serrano.
A pesar de que como dice el artífice de las reflexiones de este artículo, Diego Caro, para los historiadores el análisis de las elecciones municipales ha sido “un asunto de segundo orden en favor de las generales”, el curso de la Historia ha demostrado la importancia de estos comicios. Leáse esas últimas elecciones del 31, que trajeron la República, o bien éstas del 79, cuyo 40 aniversario celebramos en unos días, “con importantes consecuencias para los partidos concurrentes”.
Así, aunque para tener una información detallada le recomendamos echar un vistazo a la tabla situada al final de este artículo, la lectura general es que pese a que la UCD logró unos buenos resultados, los ciudadanos de la provincia votaron mayoritariamente a los partidos de izquierda (PSOE, PCE, PTA, PSA).
Para ellos, sobre todo para PSOE y PCE, fueron unos resultados determinantes ya que por primera vez desde la llegada de la democracia tocaban poder político. Gobernarían instituciones. De hecho, el PSOE gobierna la capital, La Línea y algunos de los ayuntamientos más importantes del territorio, mientras que los comunistas logran acumular el mayor poder territorial de su historia convirtiéndose en el tercer partido con más población de gobierno de la provincia de Cádiz.
Poder para gobernar y para armarse. Traducción: en los ayuntamientos se crean cuadros políticos, es decir, además de los propios concejales, se contrata a personal de confianza que luego pasan a ser liberados para trabajar en las estructuras de los partidos, se accede a información, a visiblilidad... En plata, para construir un partido, aunque no se lo crean, el poder local es crucial.
La UCD, en el caso que analizamos, se queda aislada y carga con la losa de la oposición, no siempre agradable para todos... Así, quien se acercó a los centristas al calor de la estela del partido del Gobierno se sintió defraudado. Es más, Caro va un poco más allá y dice detectar dimisiones en cadena de concejales de la UCD en ayuntamientos de la provincia como El Puerto o Ubrique, entre otros, donde estaban en la oposición, con lo que se impide consolidar la implantación territorial del partido que sí arraiga en Vejer con Antonio Morillo, que será alcalde de Vejer “durante todo el tiempo que quiere” y ,de hecho, será la referencia de la UCD en la provincia.
Llamada de atención aparte merecen las cifras de abstención en las elecciones alegres, las cercanas, las largamente acariciadas... –un 43% de gaditanos se quedan en casita, un 37,4% de ciudadanos en toda España– y la colocación de la primera piedra del trasvase de los líderes vecinales a la política que iría debilitando, sobre todo a finales de la década siguiente y en los 90, el vigoroso movimiento asociativo.
Cuarenta y dos nuevos alcaldes, y sus respectivos equipos y socios de gobierno, desembarcan en los ayuntamientos de la provincia. ¿Qué se encuentran?
Arcas con telarañas, plazas destrozadas, casas que se caen, anémicas estructuras internas... Caramelos envenenados, herencias enrevesadas, política urbanística especulativa. La lectura positiva: el nivel era tan bajo en los ayuntamientos del franquismo que aunque hicieran una gestión decente ya les lucía mucho.
Un apunte, en Jerez, Pedro Pacheco tiene que derribar un hotel que se estaba construyendo ¡dentro del Alcázar! y parar el plan general que había aprobado el ayuntamiento franquista que preveía una expansión urbanística de Jerez que llegaba hasta El Puerto a costa de sacrificar las barriadas.
Los nuevos equipos se ponen manos a la obra, se crean nuevos planes de ordenación urbana con mayor participación ciudadana, se potencian las concejalías de Fiestas y Cultura, tan importante, importantísimas, en estas fechas (en Cádiz con Pepe Mena, con Manolo González Piñero después), llegan las primeras mujeres pisando fuerte (Josefina Junquera, Blanca Alcántara...)
Despega la cultura, con un apoyo económico con el que ahora muchos soñamos, y las ciudades cambian, despiertan. Y los ciudadanos lo notan. Eso sí, quienes rentabilizan estas gestiones son los que ponen más las caras, dícese, los alcaldes.
Prueba de ello son los resultados de las elecciones de 1983, donde llegan las grandes mayorías absolutas de los alcaldes del 79: de Carlos Díaz en Cádiz, de Pacheco en Jerez, de José Luis Medina en Sanlúcar, de José Antonio Barroso en Puerto Real... En muchos casos, alcaldes longevos cuyos mandatos se cuentan por décadas.
3 de abril de 1979, la democracia ventilaba las casas del pueblo... 40 nos separan, o nos unen. Todo depende de nosotros, a los que nos lo contaron, y de vosotros, los que lo habéis vivido.
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