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Conil/Adrián Torres es un amante de la pintura que ha encontrado en los muros y paredes de Conil los lienzos perfectos para dar rienda suelta a su imaginación y a su técnica pictórica. Él habla en esta entrevista de la vinculación entre el arte y las redes sociales, de su último proyecto, un mural de 100 metros de largo en La Chanca, y de su apoyo a los colectivos más desfavorecidos.
Adrián Torres (Jerez de la Frontera, 1982) es un pintor y muralista que ha ido labrándose su nombre gracias en parte a la redes sociales. Su pasión por el dibujo le viene desde que era muy pequeño: "Siempre he dibujado, empecé con personajes de cómics y superhéroes", afirma. Una vez finalizada la etapa escolar, Adrián decidió estudiar Bellas Artes en Sevilla y más tarde, en Barcelona.
Sin embargo, no sería hasta un viaje a Estados Unidos cuando fue consciente de que podía vivir del arte. "Acabé mis estudios y un tío mío que vivía en Estados Unidos me dijo que me fuese allí a aprender inglés. Durante mi estancia en América conocí en una fiesta a un pintor muy famoso allí. Después de enseñarle los proyectos que yo había hecho, me comentó que quería contar conmigo. Gracias a él aprendí verdaderamente el oficio de artista; me enseñó a colocar bien los colores en la paleta, a hablar con los clientes... En fin, cosas del día a día que en la universidad no te enseñan", señala.
Durante su estancia en EEUU, Torres descubre la red social de Facebook. "Cuando me creé Facebook a España todavía no había llegado. Con el paso del tiempo fui consciente de que podía utilizarlo como herramienta de trabajo", añade. A día de hoy Adrián cuenta con más de 50.000 seguidores en Instagram y más de 20.000 en Facebook.
Las redes le han permitido establecer su estudio en su lugar favorito, Conil de la Frontera. Cualquier persona podría pensar que lo mejor para un artista sería vivir en ciudades como Madrid o Barcelona, donde el número de galerías es mayor, sin embargo, él afirma: "Actualmente eres tú mismo el que tiene que mostrar tu trabajo y gracias a las redes podemos llegar a cualquier parte del mundo, tu audiencia pasa de ser los que van a ver la exposición a cualquier rincón del mundo”. Es por ello que el cree que "sin Facebook e Instagram, seguramente, no hubiera llegado a ningún sitio".
El pasado mes de febrero el Ayuntamiento de Conil le encargó a Adrián el proyecto "más importante" de su trayectoria, un mural de 100 metros de largo por 6 de alto en el futuro museo del Mar y la Almadraba que se encuentra dentro del histórico edificio de La Chanca. Además de por su longitud, ha sido el más complicado debido, "ya que cuenta con muchos elementos y un fondo, algo que normalmente no suelo hacer".
La idea del mural es hacer un homenaje a Conil, a su tradición pesquera y a la almadraba. "He hecho un viaje de la luz desde el fondo del mar. La primera parte es el litoral, que es donde está el pulpo, el choco y el borriquete, simulando el fondo del mar. Después la luz va subiendo hasta que te encuentras con el banco de atunes rojos y llegas hasta los escalones de un edificio para que salgan a la superficie, y es ahí donde ya están los almadraberos; y acaba en el cielo", explica.
El proceso completo ha tenido una duración cercana a los siete meses. Primero pensó el diseño del mural, luego, por primera vez en su vida, hizo un boceto a escala con unas tablas de madera, y ya por último comenzó a pintar. A través de este trabajo, el artista ha querido devolverle al municipio toda esa energía que le ha transmitido durante todos estos años, ya que como él mismo comenta "yo no nací en Conil, pero me siento de aquí".
A lo largo de su carrera como pintor y muralista se ha implicado con los más desfavorecidos a través de Riding Colours. Así, ha pintado en orfanatos, cárceles, residencias de ancianos y refugios de animales.
Al hacer un viaje con la fundación Vicente Ferrer, Adrián quiso colaborar con la asociación y si era "a través del arte, mejor", por lo que pintó un centro para niños que sufren parálisis cerebral.
"Este primer proyecto me hizo cambiar de mentalidad, ya que yo nunca había pensado que a través del arte iba a poder ayudar a los demás", afirma. El edificio pasó de tener unas paredes viejas, sucias y feas a estar repleto de color y convertirse en un sitio que "inspira a los niños, les gusta estar y se puedan sentir mejor". Asegura que para él fue un orgullo poder darle "un sentido nuevo a mi arte, poder ayudar a los demás".
Tras esta primera experiencia, Adrián decidió seguir viajando durante un año por el sudeste asiático, visitando países como Camboya, Filipinas, Malasia y Tailandia. En cada uno de ellos buscaba una organización para poder ayudar a través del arte. Además, al publicar en redes los proyectos que iba haciendo, muchos de sus seguidores también querían colaborar con las organizaciones, ya fuese enviando dinero o yendo como voluntarios.
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