Bazán, un barrio
Apenas quedan trabajadores del astillero en las viviendas construidas por el antepasado de Navantia
San fernando/Rufino es paisaje e historia de la barriada de la Bazán, el conjunto de 700 viviendas levantadas por el astillero militar público para que sus trabajadores vivieran junto al tajo. "Esto estaba rodeado de huertas. Para ir a San Fernando había que tener coche y, claro, nadie se movía de aquí. Lo teníamos todo. La iglesia, el colegio, el tren". Rufino recibió la llave de su casa en 1956 y, desde entonces, no se ha movido de aquí "y aquí me tengo que morir".
El 'aquí', la barriada, es hoy un lugar que se ha ido abandonando y que ha sido tomado por las palomas. Hay bandadas de palomas por todos lados. "Alguien criaba los palomos y luego, un día, le pegó fuego a su casa con ellas dentro y lo abandonó todo. Hoy, él está en la cárcel y las palomas son una plaga", nos explica una vecina.
Las raíces de los árboles saltan sobre las aceras, el pavimento está cuarteado y las fachadas de las casas de una arquitectura de inspiración naval se dividen entre las que han blanqueado los vecinos y las que no ha blanqueado nadie nunca. Para el gran número de personas mayores que viven en esta barriada envejecida caminar por sus calles es una carrera de obstáculos, pero también se percibe un orgullo de barrio de adecentarlo con los medios a su alcance, que, nos reconocen, no son muchos, "porque ya ves que esto noes un lugar de gente de dinero. Cuando la gente trabajaba en la Bazán sí que lo había, los sueldos eran buenos, pero tampoco para echar cohetes porque aquí el que menos tenía cuatro, cinco, seis hijos... No había televisión ni nada con lo que divertirse, pues qué iba a hacer la gente", me cuenta Cecilio, el del quioosco de la plaza que homenajea al párroco José Neira, que se encargó de esta iglesia que festeja al Gran Poder desde el año 82 hasta el 98, sin duda los años más duros, cuando todo el catillo de naipes se vino abajo.
En el mercado de abastos de Bazán, que son unas pocas tiendas de alimentos concentradas en una nave, Juan Carlos es el veterano. Nos habla del problema de los okupas que se han metido en las casas de los bancos. "Los bancos han hecho muchos estragos en este barrio. Se quedaron con las casas, echaron a la gente que no podía pagar hipotecas que eran una mierda de dinero, pero ni para eso haíbía durante la crisis y ahora viven en ellas gente que no paga nada, ni a los bancos ni a nadie. Vaya negocio. Este barrio se ha empobrecido, está muy dejado", se lamenta. Y sale del mercado para señalarnos el edificio vecino, en ruinas. "Mira, esto era el economato de los astilleros, aquí compraba la gente de todo. Fíjate en lo que se ha quedado".
Rafael echa una mano en la asociación de vecinos del barrio, un local social que el Ayuntamiento rehabilitó hace poco. Es de lo más moderno del barrio. En la nave han colocado una especie de escenario y en las meses se reparten jubilados jugando al dominó. Rafael es un caso muy habitual del barrio. Hijo de un trabajador de la Bazán, se marchó del barrio para trabajar en otra cosa y con el tiempo volvió a vivir a la casa que había sido de sus padres. "En principio las casas que entregaron eran de alquiler, un alquiler muy bajo. Eso sería en los 60". Señala una fotocopia de una fotografía que tiene colgada en el despacho de la asociación donde se ve una verbena del barrio de aquellos años. Las viviendas recién construidas se intuyen blanquísimas y coquetas y pese a la escasa calidad de la imagen se respira el ambiente festivo de lo nuevo, de lo ilusionante. "Después la empresa dio opción a los trabajadores de que compraran las viviendas y muchos se las quedaron por muy poco dinero, unas 20.000 pesetas de la época".
La reconversión de los 80 fue cambiando el paisaje humano del barrio. Bazán no se libró de la plaga de la droga de aquella década y el lugar se convirtió en hostil. El astillero cada vez daba menos trabajo y los mayores se iban jubilando. "Con las casas se quedaban los hijos o venía gente de fuera. Durante la burbuja se llegaron a vender pisos aquí por 70.000 euros, esos fueron los que, en muchos casos, se quedaron los bancos, que ya ves... Te hablo de pisos, los más grandes, de 75 metros cuadrados con cuatro dormitorios. Ahora mismo aquí seremos unos tres mil vecinos y si entre todos hay ochenta trabajadores de Navantia en activo creo que ya te estoy diciendo mucho. Aquí lo que hay es, desgraciadamente, mucho paro. Pero eso no quita que mantengamos esa vinculación sentimental con la Bazán y que nos preocupe que haya carga de trabajo porque cuando no hay barcos que construir eso lo notamos todos".
Con Rufino, posiblemente el más viejo del lugar pero con una planta envidiable para estar a punto de cumplir los 90 años, paseamos por el contorno de la barriada. Cuenta que él sólo tuvo hembras, pero que como fue de los primeros en entrar en el astillero colocó a sus seis hermanos y todos se vinieron a vivir en la barriada. Hoy son una saga de la Bazán. Él trabajó con el soplete en el astillero hasta el año 85 y eso le pasó factura a la vista. Va pasando revista a los barcos en los que trabajó. "Yo hice cinco dragaminas y dos remolcadores y eché horas y horas extra en Elcano para juntar para casarme. La empresa nos ha dado mucho dinero y también nos lo ha quitado". Rufino ha seguido toda esta semana de tensión en el astillero y ha recordado "los años en que había muchas huelgas y tiraban pelotas de goma la policía. Las pelotas volaban por el barrio. Eran huelgas para trabajar, aquí se deja de trabajar para que den trabajo. Ahora igual", narra como maravillándose de que la vida es un ciclo del que él forma parte.
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