Galería del crimen | Capítulo 22
Por el honor de nuestra vecina
medio ambiente | infoca
Quienes trabajan cerca de la naturaleza no tienen duda: la estacionalidad de los incendios forestales se está acabando. De hecho, la propia condición de los fuegos está cambiando. Se vuelven impredecibles, pueden llegar a tener carácter explosivo y llegan a ser inabarcables, inextinguibles. Son los llamados incendios de sexta generación. A esta nueva modalidad pertenecen gran parte de los grandes fuegos de los últimos años: los de Australia, California, los actuales en el Mediterráneo Oriental. En Siberia, con la turba en continua ignición por debajo del suelo, asumen que el fuego se extinguirá quizá, en octubre. "Andalucía tiene que tener un buen dispositivo, porque el problema de los incendios va a ir a más –aseguran desde Movimiento Infoca–. El incendio de la semana pasada en Alcalá de los Gazules, que era un fuego en principio normal, convocó a cuatro helicópteros. ¿Por qué? Prevención. Eso hace cuatro años no pasaba".
En Andalucía ya hemos tenido ejemplos de fuegos de sexta generación: los incendios de Doñana o Almonaster, en Huelva, por ejemplo. "En Portugal, en Pedrograo, el fuego liquidó en una hora a sesenta personas y machacó 16.000 hectáreas –recuerda Juan, que trabaja en extinción de incendios en Sevilla–. Son fuegos con un comportamiento explosivo y su aparición genera un problema de protección civil".
En la fórmula de estos fuegos apocalípticos se combinan el aumento de las temperaturas, el abandono del medio rural y una regeneración del monte que comienza por el sotobosque: por una vegetación de tipo matorral. "Los incendios han ido mutando de la mano de un cambio en el paisaje –explica Juan–. Al contrario de lo que podemos pensar, España se está reforestando, no deforestando, pero la reforestación actual no te da directamente un bosque maduro mediterráneo, sino vegetación tipo jara, a la que encanta el fuego. Los incendios que había en los años 50 y 60 eran muy distintos porque la vegetación era distinta".
Desde Ecologistas en Acción, Juan Clavero focaliza el fenómeno en clave provincial: "Si miramos una foto de la Sierra de Albarracín de hace 50 años, no había nada: el monte pelado, sólo algún quejigo solitario –cuenta–. Y el pinsapar que hay registrado del año 28 no tiene nada que ver con lo que hay ahora. Parte del alcornocal tampoco existía". ¿Por qué era esto? Porque habíamos depredado el paisaje, pero bien, durante siglos: "Por el carboneo y, sobre todo, el pastoreo. Todos los viajeros románticos del XIX se espeluznan por la aridez del paisaje que encuentran –cuenta Clavero–. Pero luego, en los años sesenta, desaparecen gran parte del carboneo y el ganado, se produce la despoblación rural y el monte pega un tirón tremendo".
"El cambio climático –afirma– no es tanto que desaparezca todo como que cambia la composición del paisaje. Por ejemplo, ante un escenario más seco y cálido, los acebuches aguantarían bien, pero la encina sufriría: ya lo hace, con el tema de la seca. Y el paisaje se está matorralizando. Los bosques van a ser cada vez menos resilientes". Por eso, cada vez es, de hecho, "más necesaria una implicación ambiental: antes en invierno no había fuegos, y ahora ya los hay. De hecho, lo que habría que diseñar es una estrategia global, porque el Plan Infoca va a ser insuficiente. La tecnología ayuda con cosas como las imágenes por satélite o los drones, pero es vital aumentar la implicación ciudadana", asegura.
Juan Clavero destaca la entidad de un servicio como el Infoca, que "impulsó en 1989 Francisco Salas, y que sirve incluso de ejemplo a otros países. Hemos visto lo que ha ocurrido en zonas de clima parecido al mediterráneo, como Australia y California, vemos lo que está pasando en Turquía y en Grecia. Aquí estamos mucho mejor, en gran parte, por nuestros servicios de extinción de incendios, pero esos casos son nuestros espejos".
También te puede interesar
Lo último