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Blanca Cabañas: "En 'El hambre del pelícano', la estatuilla de Melkart es un personaje más"

Literatura

La escritora chiclanera publica este 30 de mayo su segunda novela tras su debut con 'Perro que no ladra'

La autora vuelve a centrar la trama de su thriller en escenarios de Chiclana aunque, esta vez, con el patrimonio histórico como telón de fondo

La chiclanera Blanca Cabañas, de la autopublicación a Suma de Letras con 'Perro que no ladra'

La escritora chiclanera Blanca Cabañas.

Cádiz/Mientras que cada historia que toma entre sus manos la tiñe de negro, Blanca Cabañas, la revelación del noir andaluz, es completamente transparente. Tanto que no le cuesta reconocer el “mucho trabajo” que le ha costado poner en pie su segunda novela, que llega este 30 de mayo a las estanterías de las librerías bajo el título de El hambre del pelícano. “Me sentía en deuda con los lectores, con todo ese feedback tan hermoso y tan bueno que me devolvieron de Perro que no ladra, y no quería decepcionarlos”, explica la escritora chiclanera “agradecida” y, ahora, “muy feliz” con su nueva incursión en el género.

Un thiller, de nuevo adictivo, de nuevo inquietante y, de nuevo, radicado en escenarios que Cabañas conoce bien. Así, vuelve a ubicar la trama en su Chiclana natal, esta vez, con la imponente presencia del Castillo de Sancti Petri y una destacada importancia de la estatuilla de Melkart, uno de los hallazgos arqueológicos del Cádiz fenicio y que en El hambre del pelícano se convierte en “un personaje más de la novela”, avisa.

“Por un lado, es cierto, que hablo de escenarios muy reconocibles para mí porque hablo de mi tierra. Es que me gusta escribir sobre lugares que conozco, marcos cotidianos, pero para otorgarles ese halo de misterio, buscando sacarle los oscuros, los grises, a una tierra tan luminosa como la nuestra. Pero también tengo que confesar que si en en Perro que no ladra me metía en el terreno de la neuroeducación, que puedo conocer más, esta vez me centro en el patrimonio histórico, que manejo menos por lo que he tenido que documentar muy bien”, explica.

Así, un “amplio” y “arduo” trabajo de preparación tanto de basamenta la novela que necesitaba de su autora “controlar de leyes de protección del patrimonio histórico, de técnicas de restauración, de la historia del pasado fenicio de Cádiz..”, va enumerando Cabañas que agradece “a cada persona” y a “cada institución” que le han acompañado en este camino de “unos dos años” en los que ha dado forma a su creación.

Una historia que se desarrolla “en dos líneas temporales”, pues primero la escritora nos dará cuenta de la aparición de “un cadáver sin identificar” en los alrededores “de un acantilado en Sancti Petri”, para después devolvernos a “quince días antes de este suceso” cuando conoceremos a un matrimonio herido por la desconfianza, en el que la mujer contrata a una detective privado para asegurarse que su esposo no le ha vuelto a ser infiel. “La trama se completa con dos personajes centrales más, el cabo de la policía judicial de la Guardia Civil que se encarga de investigar el crimen de las primeras páginas y un camarero que fue una de las últimas personas que vio con vida a la víctima. Y, bueno, por no dar muchos más detalles para que la experiencia para el lector sea buena, sí podemos decir que en toda esta composición la estatuilla de Melkart es bastante crucial”, avanza la literata.

Portada de 'El hambre del pelícano', de Blanca Cabañas.

“Hay problemas de desconfianza, hay problemas de avaricia, hay mucha historia de la maravillosa historia de los 3.000 años de Cádiz y hay mucha intriga con unos personajes que siempre procuro que estén muy trabajados”, narra la escritora, especialmente orgullosa de Rodrigo, el marido que es investigado. “Es un personaje que tiene una evolución muy compleja y el lector irá descubriendo muy poco a poco sus motivaciones, y eso me ha divertido mucho hacerlo”, ríe.

El hambre del pelícano se presentará en la Chiclana natal de la autora, en el Centro de Interpretación del Vino y la Sal, el próximo 11 de julio, aunque unas semanas antes, el 20 de junio, Blanca Cabañas estará firmando ejemplares en la Feria del Libro de San Fernando. “Sólo espero que los lectores lo disfruten tanto como yo imaginando esta historia”, desea.

La autora

Blanca Cabañas (Chiclana, 1991) es maestra de Educación Especial y pedagoga y completó su formación con un máster en Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana. Sueña con ser escritora desde que tiene memoria. En 2018 su obra Katchi es premiada como mejor relato corto en el III Certamen Literario Dos Hermanas Divertida. En 2019 consigue el accésit a mejor novela corta en el XXIX Certamen Calamonte Joven con Un buen vecino. En 2020 su relato Vivir se convierte en ganador del VIII Concurso Relato Breve Projecte LOC de Cornellà de Llobregat. En 2021 su relato La línea se hace con el primer premio en prosa en el Certamen Literario Ciudad de Chiclana. En 2021 publica su primera novela, Perro que no ladra, en Suma. El hambre del pelícano es la segunda.

Extracto de 'El hambre del pelícano'

"Voy a morir. Y lo único que sé, llegados a este punto, es que la vida vale la pena vivirla.

Siento el abdomen como un corsé a punto de explotar. Contengo el aire. La agitación no me deja casi respirar. Ya no noto el sudor que resbala por las sienes, marcando eses en mi rostro. Ahora soy yo la que cae guiada por la inercia de la gravedad. Algo se aviva dentro de mí debido al sobresalto. Es la adrenalina, esa que se agarra a la vida y no acepta el desenlace. La aflicción me invade, me desgarra. Busco consuelo en un grito, pero lo que soy capaz de emitir es más bien un suspiro. Aprieto mis ojos temerosos y me concentro en la última visión que se me ha regalado antes de precipitarme.

Vuelvo a tener poder de sujeción. Estoy en el borde del acantilado. No es muy alto, lo suficiente. Calculo que la caída durará aproximadamente un segundo interminable. Dirijo la vista al frente. El claro de luna ilumina la tiniebla. Observo el mar sin límites ni orillas. El agua luce limpia, mansa. No se oye nada, salvo la lluvia mecida por el viento y el sonido de las olas al bailar en una coreografía natural. Siento el hechizo, presa de esa quietud, de esta contemplación. Me invade un sentimiento absorbente, indescriptible. De bienestar, donde no hay sitio para el sufrimiento. De abandono, de redención.

Como en una partida de ajedrez, mis movimientos se han visto condicionados por el plan del contrario. Y sé que he perdido. La visión se desvanece y el eterno segundo se consume. Mis pensamientos dejan de agolparse. Estoy lista para el remate final. Crujo como un insecto contra la roca. Exhalo la última brizna de aire entre mis labios y me dejo ir.

Es la conciencia la que hace saber a todo ser humano que está vivo. O la he perdido, o ya estoy muerta".

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