La espinillera del funambulista
Los cambios en los herederos de Carbures
Giro de guion del empresario gaditano Rafael Contreras: el ‘padre’ de Carbures renuncia (o le renuncian) a pilotar a su heredero, Airtificial
Rafael Contreras, fundador de Carbures, el empresario que más ha dado que hablar de los salidos de la factoría de emprendedores de la Universidad de Cádiz, dijo en cierta ocasión que si su proyecto hubiera surgido en Estados Unidos habría alcanzado los cuatro dígitos de facturación. La afirmación dice mucho acerca de lo que es la industria en España y lo que ha sido la propia historia de Carbures, hoy una marca amortizada transformada en Airtificial tras decenas de guerras intestinas.
El origen de Carbures es romántico. Cuenta la epopeya de una spinoff salida de la cabeza de un estudiante asesorado por un buen profesor a finales de los 90. Están ahí los inicios prometedores de una empresa que apuesta por la investigación y la innovación, centrándose en la fibra de carbono, por entonces un material revolucionario que hoy es de uso común. Lo que pesa poco, gasta menos. Se lo ‘compran’ en la división militar de Airbus, su primer cliente, y luego viene un viaje por EEUU de Rafael y su primo Iván,, como si fueran Jack Kerouac y Neal Cassady en la época beat, buscando la expansión, buscando crecer. Para los cánones empresariales andaluces, Rafael Contreras rompía moldes.
Fin de la etapa romántica. Ya se sabe que el dinero es enemigo de los romances. La conversión de Contreras en un emprendedor que pierde su particularidad se produce cuando toma contacto con el mercado de valores. El papel, lo especulativo. Gira la ruleta. La idea de Carbures era tan buena que durante un tiempo Contreras descubrió algo que no le había enseñado su profesor (que ya no estaba en el proyecto): se puede ganar más dinero contando una historia que poniéndola en práctica. Contreras contaba tan bien la ‘historia’ de la fibra de carbono (lo que pesa poco gasta menos, una y otra vez) que todo el mundo se la compraba. Y quien la compraba, además, ganaba mucho dinero. Pero había otro ‘emprendedor’ que contaba otra historia y que también hacía ganar dinero a los que se la compraban. Eso se llamaba Gowex y su historia iba sobre la wifi gratis en los municipios. La historia era mucho peor, nada comparable a los que pesa poco gasta menos, pero el personaje paralelo quizá la contaba mejor. A diferencia de la fibra de carbono, la historia de la wifi era pura ficción. Cuando se supo que Gowex iba de trola sus acciones se hundieron y el nuevo mercado, el mercado bursátil de las ideas juveniles, pensó que lo de Carbures era otra trola. Carbures se hundió en el mercado valores y, con ella, casi se hunde Contreras. Desde entonces Contreras se acostumbra a vivir en el filo.
Pero en el mundo real no había pasado nada. Todo había pasado en el parqué de los contadores de historias. Carbures seguía teniendo una planta, seguía trabajando con la fibra de carbono y buscaba clientes donde podía. Y los tenía, aunque no fueran suficientes para alcanzar el valor estratosférico que llegó a tener en Bolsa.
El Contreras que sale de ese batacazo ya es otro. No es tan ingenuo como el joven de la Universidad y decide nadar con tiburones. Porque si el parqué no te da financiación hay que buscar financiadores. Y a veces a los financiadores las historias no les conmueven porque su plan es ganar dinero rápido y los finales felices no son lo suyo ni les importan.
Lo que sus profesores vieron en Contreras, en cualquier caso, estaba ahí. Contreras, que no era un estudiante brillante, s í era un vendedor nato. En los desiertos siempre se ha comprado arena. Y, sobre todo, es contador de historias. Aparecen sus estoques de fibra de carbono, sus cascos Skully, sus espinilleras para la Roja... detrás de todo ello hay I + D, pero sobre todo está él y sus narraciones.
Además, las administraciones escuchan a Contreras y él saca partido. Hay momentos que muestran quién sabe estar en la cumbre: los funambulistas. Tras conseguir salvar un difícil momento en el que estuvieron a punto de arrebatarle la compañía y asirse a una tabla de salvación con un fondo de inversión dedicado a salvar empresas en las últimas, Black Toro, Contreras encontró un matrimonio de conveniencia con Inypsa, una histórica de la ingeniería que había salido tocada de la pérdida de contratación pública en la crisis de 2008.
Se unen para crear Airtificial, robótica en movimiento. En el consejo de administración hay gente potente. Está Rafael Suñol, vinculado al negocio de la automoción yque llegó a ser presidente del Banco de de Crédito Industrial, el periodista Lalo Azcona que está al frente de Tressis, una de las grandes gestoras de grandes patrimonios del país, o Ramón Betolaza, el hombre de Black Toro, con dos décadas de experiencia en inversiones de “especial riesgo”.
Su puesta de largo es la presentación de una cápsula de ciencia ficción para el proyecto del millonario visionario Elon Musk, el Hyperloop. Allí acude la presidenta de la Junta, Susana Díaz, para decir que Andalucía está a la vanguardia tecnológica. Por otro lado, el salvavidas de Black Toro y e Inypsa permite a Contreras refinanciar proyectos paralelos. Uno es Muving y logra que en la Andalucia Digital Week el mismísimo Felipe VI se acerque a ver sus velocípedos. Otra es la nueva Torrot y su fábrica en Cádiz, que, como muchos suponían, acaba en nada.
El pasado lunes se anunciaba que Contreras abandonaba la presidencia de Airtificial. Definitivamente dejaba de pilotar su sueño de juventud después de que hace mucho tiempo hubiera perdido su control accionarial. Esta vez su historia no era muy impactante. Volvía a las espinilleras y estaba convencido de que el Cádiz sería el primer equipo en ponérselas. Pasar del tren bala a fabricar espinilleras, por muy de fibra de carbono que sean, parece un modo de caer del alambre. Todo apunta a que esta vez los accionistas pudieron con él. Pero Contreras siempre tiene un relato. Para él, es el momento de la ilusión.
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