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Cetáceos: cinco maneras humanas de morir

enfoque de domingoImpacto medioambiental

1.345 mamíferos y 1.260 tortugas han varado en el litoral desde 2008

La gran mayoría de ellos encalló en las costas del Golfo de Cádiz

R.B.

18 de febrero 2018 - 08:12

Parecen simplonas pero no lo son. Las tortugas bobas como las dos que se recuperan en el Centro de Gestión del Medio Marino Andaluz de Algeciras (Cegma) han buceado desde el Caribe o Siria buscando la temperatura y la gastronomía de Cádiz. Pero vararon: una atrapada en un trasmallo como almejas de pescadería, con una aleta rota; a la otra, la hélice de un barco le abrió un tajo de veinte centímetros en el caparazón mientras sesteaba a la deriva en aguas superficiales donde calienta el sol. "Las causas de varamientos de tortugas son el enmalle con artes de pesca, las colisiones con la quilla y las hélices de los barcos y, cada vez más, la ingesta de plásticos y basuras que ocasionan incluso la muerte", explica Carolina Fernández Maldonado, veterinaria del Cegma.

Desde su ingreso, han expulsado excrementos envueltos en bolsas de la compra y materia orgánica que envuelve aislantes de construcción y envases de champú Sunsilk serigrafiados en árabe. El próximo invierno regresarán a aguas tropicales a engendrar futuras crías, hembras o machos según haga más o menos calor en el ambiente, en ese orden. "Se han detectado ejemplares que ya no migran. Si la temperatura sigue aumentando, al final todas las crías serán hembras y si no nacen machos la especie desaparecerá", razona Maldonado.

En cambio, los cetáceos que encallan se enfrentan a una muerte segura. La presión de la gravedad es insoportable y acaban asfixiados. En numerosas ocasiones los bañistas los ayudan a volver al agua pero es inútil. Volverán a varar: "Son animales gregarios que necesitan del grupo para sobrevivir. En más del 90% de los casos llegan con problemas y enfermedades, por lo que reintroducirlos sin evaluarlos previamente por un veterinario especializado es, además de inútil, un sufrimiento añadido. Volverá a varar o morirá en el mar".

El Área del Medio Marino de Ecologistas en Acción ha asistido 668 varamientos en la provincia desde 2010: 375 tortugas y 293 cetáceos, entre delfines comunes, listados y mulares, calderones, zifios, cachalotes y rorcuales, el segundo mamífero más grande del planeta, de paso por el Estrecho. 6 de cada 10 varamientos se produjeron entre San Roque y Tarifa. Los conservacionistas pudieron devolver al mar 53 tortugas. Los datos están lejos del registro oficial de la Junta. Solo en 2016 encallaron 330 animales, entre cetáceos y tortugas, y desde 2008 han asistido 2.600 varamientos y practicado 393 necropsias a once especies distintas de cetáceos.

¿Por qué varan? Según las 33 necropsias de 2017 -8 en lo que va de año- hay cinco causas principales: cuatro son humanas y la primera, posiblemente, también. "El 75% son muertes de origen natural, relacionadas en su mayoría con enfermedades infecciosas por virus, bacterias y hongos. Y un gran número de animales presenta carga parasitaria alta. Cuando enferma se debilita y aísla. Una vez repuesto, está solo y desorientado". Con estas conclusiones se cerraron 7 de cada 10 autopsias, una tasa extraordinaria que las convierte en las poblaciones más infectadas del Atlántico, aunque "harían falta estudios específicos más costosos para descubrir hasta qué punto un ambiente contaminado por vertidos, materiales pesados o plásticos puede estar inmunodeprimiéndolos", dice Maldonado.

Grandes atunes se infiltran bajo la línea de buceo de delfinas recién paridas que furtivos avistan en aguas de Gibraltar. Las dos especies comparten sabores a la hora de comer una presa fácil como las que chapotean abajo. El atún es el que pica el anzuelo pero en la trampa caen todos. En ocasiones, la tensa recogida del sedal amputa las aletas de cetáceos adultos. En otras, son los lactantes los que se desangran. Pescar el atún mediante el chapoteo por señuelo, conocido como popping, es ilegal, y la segunda causa de muerte de cetáceos.

Los delfines, curiosos, interactúan concon plásticos y artes de pescar y ballenas; y hay rorcuales que han chocado con alguna embarcación: mercantes, pesqueros, catamaranes, botes de avistamientos, yates y lanchas con motores fueraborda. La silueta de los mamíferos marinos inspiró a los ingenieros de los misiles militares, con cola como timón y aletas por derivas. Lo demás molesta. Incluso los pezones, plegados cerca del vientre materno. "Los hay con cicatrices pero los que reciben cortes profundos en aletas o cola no suelen tener la misma suerte".

También hay muertes por síndrome embólico gaseoso, la enfermedad que acabaría con un buzo que no respetara los tiempos de la emersión. Subir así provoca la explosión del nitrógeno del cuerpo, un suicidio que afecta a los zifios, los únicos capaces de bajar a comer hasta los tres mil metros, donde el silencio es sepulcral. En el agua, el sonido viaja a 1.500 m/s, cinco veces más rápido que en el aire, así que el eco de los sonares de las maniobras militares y de los motores de prospecciones son chasquidos monstruosos que desorientan o asustan al sistema de ecolocalización de los zifios, situado en el centro de la frente.

Canarias prohibió en 2004, a través de una moratoria europea, los ejercicios navales en el entorno de las poblaciones de cetáceos y desde entonces no hay despresurizaciones. "Hay distintos tipos de ruido. Demasiados decibelios por motores y sonares provocan cambios bruscos en los grupos de residentes , que acaban por abandonar la zona. Otros aguantan, pero se está estudiando si deviene en estrés crónico por ruido continuado. Más abajo, otros sonares con frecuencia distinta a la navegación civil y los generadores afectan a zifios, con un buceo más profundo, provocando por emersión directa", describe Maldonado.

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