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Contrabando: El viaje mortal del tabaco al hachís

Tragedia en Barbate | El narcotráfico mata a dos guardias civiles

Desde los años 80 se empezó a traficar con la droga marroquí, pero entonces los narcos respetaban unas reglas que las nuevas generaciones se saltan con unos modos mucho más violentos

Narcotráfico: Los amos del Estrecho

Barbate: La vida sigue igual en la frontera

Agentes de la Guardia Civil, en un operativo en la barriada El Pinar de Barbate. / Julio González

El Estrecho de Gibraltar es la frontera más dura del planeta porque no divide países, ni siquiera continentes, divide mundos. Apenas 14,4 kilómetros de distancia separan la vieja y rica Europa, con sus dinastías monárquicas y empresariales, sus necesidades energéticas y de consumo, sus ciudades glamurosas y modernas, con ese denominado tercer mundo donde quien tiene algo, por poco que sea, ya es millonario. La frontera entre España y Marruecos es la que registra una de las mayores diferencias socioeconómicas del mundo. El PIB per cápita español es 15,4 veces superior al marroquí, donde 90.000 personas viven del negocio del hachís, que supone el 10% de su Producto Interior Bruto. Desde los montes cercanos a Tánger se ve la Torre del Tajo, la atalaya más elevada del Parque Natural de La Breña, en Barbate. La tentación vive arriba. Si a esto se le suma que por las venas de muchos gaditanos corre sangre de contrabandistas es fácil entender que acabar con un modo de vida que pasa de generación en generación se antoja complicado.

El narcotráfico de hachís en el Estrecho tiene su origen en los años 80 y 90, cuando los Gobiernos de González y Aznar entregaron a Bruselas en bandeja de plata la cabeza del sector pesquero gaditano a cambio de ayudas comunitarias. Los boquerones del caladero marroquí dejaron de llegar a la lonja y algunos pescadores entendieron que salía más a cuenta hacer de distribuidores de los grandes señores del cannabis en el país vecino a cambio de una suculenta cantidad de dinero por cada kilo que pisaba la península.

Pero ya un siglo antes de que esto sucediera los contrabandistas de La Línea de la Concepción sacaban de estraperlo tabaco de la colonia británica. Cuenta el periodista Andros Lozano en su libro ‘Costo, las leyes del Estrecho’, un espléndido ensayo sobre los narcos gaditanos que resulta imprescindible para conocer de qué estamos hablando, que en los últimos años del siglo XIX se llegaban a robar perros corpulentos, como mastines, a los que adiestraban para pasar tabaco a este lado de la frontera. A los más fuertes y resistentes, capaces de recorrer grandes distancias en pocos días, se les adhería a la piel libras de tabaco de varios kilos de peso y se les lanzaba a la carrera hacia La Línea.

El contrabando de tabaco no se ha extinguido en la comarca, pero lo que más preocupa ahora es el hachís, sobre todo porque las nuevas generaciones de narcos no están dispuestas a seguir unas reglas del juego que sí acataron, casi como si fuera un código de honor, quienes habían heredado el negocio de esos pioneros. Podríamos decir que en los últimos tres lustros el tráfico de hachís se ha radicalizado, quizá por influencia de series de televisión que llegaron del otro lado del Atlántico, donde se contaban las andanzas de los cárteles colombianos y mejicanos, y hasta por videojuegos violentos donde la vida vale menos que nada.

Tras el terrible asesinato de dos guardias civiles el pasado viernes la opinión pública ha vuelto su mirada hacia Barbate, un pueblo que ya décadas atrás estuvo en el ojo del huracán por el narcotráfico. Pero no se equivoquen, Barbate no es que no sea Sinaloa, es que ni siquiera es La Línea. “En Barbate tenemos talento pero no tenemos disciplina para el narcotráfico”, comenta Manuel Relinque, sociólogo que ha estudiado a fondo el fenómeno. Lo que viene a decir es que el barbateño, por su forma de ser, no va a constituir estructuras tan organizadas o jerarquizadas como las existentes en el Campo de Gibraltar. Allí, en La Línea, Algeciras y sus alrededores, en los últimos años han dominado el negocio figuras como Abdellah El Haj Sadek El Menbri, más conocido como el Messi del Hachís, o los hermanos Tejón, los Castaña. En Sanlúcar, otro punto muy caliente de la entrada del hachís a Europa, fueron los clanes de Dolores La Pinilla, El Cagalera o El Tomate quienes se hicieron fuertes y crearon una estructura que no sólo se contentaba con pasar droga, sino que era capaz de blanquear millones de euros a través de empresas pantallas. Alguno incluso se atrevió a dar el salto del chocolate al polvo blanco colombiano. Porque no son pocas las voces que alertan de que los cárteles que mueven la cocaína que entra en Europa están utilizando la conocida como Ruta Africana para sus envíos hacia el viejo mundo.

El clan de los Antón

En Barbate lo más parecido a un clan que ha habido data de los 90, cuando Antonio Vázquez Gutiérrez, conocido en el pueblo como Antón, era quien más hachís movía de una a otra orilla. Los Antón son un claro ejemplo de ese tránsito que muchas familias han realizado en la provincia más meridional del continente europeo de un negocio ilícito a otro todavía más. Porque Antón era hijo de Antón el Gitano, un conocido contrabandista de tabaco al que con los años se le apodó Antón el Viejo. Su padre, el abuelo de Antón, llegó a Barbate desde Isla Cristina en los primeros años de la década de los 50 para trabajar en la almadraba. Como tantos otros, Antón se instaló en un barrio chabolista conocido como El Zapal. Allí, entre mucha hambre y gente de todo pelaje, entendió que si quería mantener a su prole debía ir ascendiendo en el escalafón, así que se enroló en un barco para pescar el boquerón en aguas de Marruecos. Cuentan que fue en aquellos primeros años donde se acostumbró a traer de sus viajes algo más que pescado. Aseguran en Barbate que la mayor parte del rubio americano que se fumaba en la comarca llevaba su sello.

Su hijo, el famoso Antón, se metió en el negocio pronto y ya en 1991, con sólo 17 años, fue detenido por trabajar junto a su padre. Empieza a viajar a Marruecos y entabla relaciones comerciales con los productores del hachís. En aquella época la resina de cannabis llegaba a Barbate de varias maneras, pero sobre todo en algunos barcos pesqueros y pequeñas lanchas, nada que ver con las potentes planeadoras de varios motores fueraborda que, pese a estar prohibidas desde 2018, hacen la ruta incluso a plena luz del día. El principal logro de Antón es establecer una alianza fiable entre Tánger y las playas de La Janda, principalmente Barbate. La Guardia Civil calcula que en sus mejores años su organización llegó a meter hasta 70 toneladas de hachís al año.

Imagen del espigón del puerto de Barbate, donde tuvo lugar la tragedia. / Julio González

La importancia de Antón en ese foco mediático que desde entonces se ha fijado sobre Barbate es capital. Más aún con sus comportamientos extravagantes, como cuando se hizo traer desde Ceuta un cachorro de león con el que se paseaba por el Paseo Marítimo del pueblo tirando de él con una correa de oro como si se tratara de un chihuahua. Aunque Antón se creía intocable, esta vez el Seprona pensó que había ido demasiado lejos y le quitó su fiera.

En Barbate lo más parecido a un clan de narcos fue el de los Antón en los 90

Han pasado los años pero es difícil encontrar a guardias civiles que hablen mal de Antón, entre otras cosas porque, tal y como le inculcó su padre, siempre fue respetuoso con el bando rival. Antón el Viejo lo llevaba a rajatable. En el bar de la Comandancia de Cádiz no es raro escuchar todavía anécdotas recurrentes de Antón. Una de las que más se repiten asegura que el 3 de marzo del año 2000, cuando empieza la caída de su imperio con la explotación de la Operación Espejo, el menor de los hijos se resistió a la detención y llegó a su insultar a los guardias. Su padre, esposado ya por los agentes, no lo consintió: “Cállate idiota. A estos señores se les respeta, que están haciendo su trabajo”, le dijo muy serio.

Ese respeto entre unos y otros es lo que se ha perdido estos días y lo que más escuece entre los más viejos del negocio. Quizá por ello en Barbate a Antón nunca se le tuvo como un tipo peligroso, entre otras cosas porque lo mismo arreglaba el problema económico de una familia en apuros que regaba con dinero contante y sonante al comercio local. En una entrevista con una televisión nacional llegó a asegurar: “He creado más empleo en Barbate que la Junta de Andalucía”. También fue en ese mismo programa donde aseguró que gracias a la economía de la droga “vive toda Barbate”. Ese sambenito es del que hoy día sigue queriendo desprenderse la localidad. “En Barbate hay muy buena gente, personas honradas que se esfuerzan por salir adelante con su esfuerzo. Hay droga como puede haberla en cualquier pueblo de Andalucía. Los tripulantes de las narcolanchas que mataron a los agentes eran de La Línea. Por cuatro sinvergüenzas no tenemos nosotros el 90% de delincuencia en Barbate ni somos el 90% los que vivimos de la droga. Al contrario, si acaso hay un 3% de los casi 23.000 vecinos que tenemos actualmente los que se dedican a esto. Los demás somos gente honrada y trabajadora. Entiendo que el dolor de la familia es tremendo, pero aquí lo que hay es mucha humildad y muchas ganas de trabajar. Lo demás es mentira”, aseguraba a este medio el alcalde de la localidad, Miguel Molina.

Posiblemente esa querencia a la exposición pública fue la que acabó con el reinado de Antón. Cuando en la Comandancia de Cádiz se exhibió el botín conseguido gracias a la Operación Espejo, puesta en marcha por el teniente David Oliva, que con los años ascendería hasta convertirse en el teniente coronel jefe de ese OCON-Sur que tanto se echa de menos por la provincia estos días, lo que había sobre todo eran muchos billetes, algunas armas, pocas y de escasa utilidad, seis sables samurais, joyas y muchos coches caros.

Antón llegó a estar fugado de la justicia siete meses, hasta que acabó cayendo de nuevo, en la denominada Operación Argolla, en una visita fugaz a Barbate para pasar la noche con una de sus novias. Los agentes lo detuvieron con un Land Cruiser que le habían requisado en la Operación Espejo. “Ese coche me salió bueno, si llego a saber que os gustaba tanto os hubiera comprado otro”, les dijo con tranquilidad. Fue en esa misma detención cuando los agentes se dieron cuenta que en un lugar destacado de su salón había una portada del Diario de Cádiz enmarcada en la que aparecía tras uno de sus asuntos. Genio y figura.

Miguel Molina no tiene duda que Antón y su dichoso leoncito contribuyeron a manchar el nombre de Barbate. “El daño que nos ha hecho ese león...”, ha llegado a comentar alguna vez.

Esta semana, algunos barbateños nos han contado que Antón ya no es el que era, que se ha reformado, tiene una nueva pareja y dos hijos de corta edad. Un buen muchacho. Ha hecho obras en la casa que se construyó en Zahora, a la que quería llevarse a vivir a su madre, y la alquila en plataformas muy conocidas en internet. Intenta mantenese alejado del foco mediático y del hachís.

Lo que pocas veces se cuenta, y tiene su importancia a la hora de defender a los vecinos de esta población gaditana, es que en los 80, con la epidemia de la heroína sumando decenas de víctimas mortales, se creó en Barbate la primera coordinadora antidroga de la provincia, a semejanza de las que ya proliferaban en Galicia. Uno de los grupos más activos de acoso a los traficantes locales se denominó Comando Madres contra la Droga, que llegó a pintar la casa de María Porras, una de las traficantes más relevantes de la época, con la frase “Fuera de Barbate, camella asesina”. Fueron días duros, de enfrentamientos entre vecinos y grupos de narcotraficantes en las sucesivas concentraciones y manifestaciones. Un barbateño llamado Juan Varo resultó herido en una refriega con unos camellos que eran conocidos como la Tribu de los Pies Negros, porque solían ir descalzos, y que repelieron el avance de los miembros de la coordinadora con piedras y botellas de lejía. Los únicos seis policías que custodiaban la manifestación no pudieron impedir los altercados. No fue el único barbateño que resultó herido de gravedad por exigir un pueblo libre de drogas.

Periódicamente, la Guardia Civil sigue realizando operativos en Barbate, sobre todo en la que se denominara barriada Carrero Blanco, hoy conocida como El Pinar, en lo más alto del pueblo. Allí este medio ha llegado a acompañar a los agentes en sus redadas nocturnas y comprobar la realidad de un submundo de la droga que tiene muy poco que ver con las fotos que suben a sus redes sociales los capos del narcotráfico en el Campo de Gibraltar.

Pescadores barbateños faenando este miércoles cerca del puerto. / Julio González

Porque para entender las dificultades económicas de la población, y esa lacra asociada al narcotráfico, tiene mucho que ver el factor geográfico. Barbate está encajonada entre el mar, un parque natural y la Sierra del Retín, cuyos terrenos fueron expropiados en 1981 por el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. Aquella medida conllevó la adquisición de 5.400 hectáreas de un terreno que se extendía entre Barbate y Zahara de los Atunes y por el que el Estado pagó el precio de 43.000 pesetas por hectárea. Una ganga. Esa extensión supone el 44% del término municipal de Barbate. El Ayuntamiento viene reclamando al Estado una contraprestación por El Retín que, hasta la fecha, no ha conseguido. “Creo que es justo que recibamos una compensación. Hemos solicitado al Gobierno que nos perdone la deuda que históricamente nos han dejado y que está ahí también, como medida de compensación a todos estos años que llevamos con ese suelo militar en nuestro término municipal”, dice el alcalde.

El alcalde, Miguel Molina, asegura que “si acaso un 3% del pueblo vive del hachís”

Con todo y con ello, Barbate no es un pueblo peligroso. Durante nuestros paseos de esta semana, tras el dramático incidente del pasado 9 de febrero, hemos vuelto a comprobarlo. Pero es que ni siquiera en aquellos años 90, cuando algunos jóvenes alquilábamos apartamentos en el complejo Miramar para pasar unos días de risas y sol en Semana Santa o verano, tuvimos esa sensación.

El enfado de los capos

El salvaje ataque cometido en el puerto de Barbate traerá consecuencias. Puede marcar un punto de inflexión en la lucha contra el narcotráfico y los grandes capos, los cerebros del negocio, lo saben. Por eso, hay quien ya comenta que el enfado de los propios narcos que mandan en el Estrecho con los tripulantes de la goma que tuvo la idea de arremeter contra la pequeña embarcación de los guardias, que no suponía ningún peligro para ellos en esos momentos, es tremendo. Estaban más tranquilos desde que el OCON-Sur había dejado de actuar y sus 150 agentes habían vuelto a sus unidades de destino. En su momento llegaron a poner precio a la cabeza de su jefe, David Oliva, el mismo que puso en marcha la Operación Espejo contra Antón y que ahora es teniente coronel en Madrid. Ofrecían 400.000 euros por el que ellos conocían como el Capitán David. Tanto enfangaron su historia que Interior prefirió cortar por lo sano y desmantelar la organización que tan buenos resultados habían ofrecido. Hay guardias civiles que aseguran que el día que se cargaron el OCON, en septiembre de 2022, los narcos “abrieron botellas de champán”. Desde entonces los narcos han ido recuperando el terreno perdido. De hecho, el número de redadas ha descendido, aquellos operativos en la provincia en los que participaban centenares de agentes, en un despliegue casi militar. El efecto fue más palpable aún cuando la Fiscalía Antidroga de Andalucía confirmó en su memoria anual que las incautaciones de hachís habían descendido en un 50% en 2022, y explicó que esto era debido a “una menor presión policial” por la desaparición del OCON. La memoria recogía también que las causas por tráfico de drogas en ese mismo año en Cádiz habían bajado a 912, frente a las 1.038 de 2021 (un 12,14% menos) y las 1.353 de 2020, el año donde el OCON le enseñó los colmillos al narco.

Tras la muerte de Miguel Ángel González y David Pérez han sido muchas las voces que se han alzado reclamando que se active nuevamente ese Organismo de Coordinación Contra el Narcotráfico. Piden más medios para proseguir la lucha. Compañeros de Miguel Ángel cuentan que cuando llegó a su nuevo destino algecireño desde Madrid hizo ver que necesitaban más coches, más lanchas, más herramientas para desarrollar su trabajo. Así se lo dijo a sus superiores sin saber que, pocos meses después, esas carencias acabarían costándole la vida una noche de tormenta en el mar de Cádiz que tanto añoraba.

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