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TOROS
El Puerto/Un Daniel Crespo inspirado, contra el viento y una marea de mansedumbre en el ganado, salvó en última instancia el festejo desorejando al sexto de la tarde.
Daniel Crespo demostró de nuevo que tiene credenciales para ser torero caro y rematar un cartel, además de hacer honor a su ganada sustitución de Morante. Cierto es que hubo media plaza y no discuto que se devolvieran entradas porque hay un morantismo que no quiere otra cosa que Morante y el de la Puebla es insustituible. Pero hay más factores para cargarse lo que llaman el tirón final de la taquilla y uno, reiterado enemigo del toreo en esta bahía es el aire. A un levante con pleamar a las ocho de la tarde no le resiste una taquilla, y mas en un día con la carreteras en hándicap por el incendio.
Contra el viento también hay que luchar en el ruedo y para colmo, hubo huelga de embestidas. Los toros de Salamanca, que en otras plazas del norte, recientemente, como en Santander, fueron clave del éxito, en El Puerto se acobardaron manseando de lo lindo, huyendo de toreros y capotes y buscando terrenos donde no había nadie que les molestara.
La terna, con ganas y tesonera se empeñaba pero los del Puerto en El Puerto buscaban una ventana al campo charro donde tan apacibles cuatro años han vivido.
Como sería la cosa que la banda apenas tocó dos pasodobles, en la faena de Juan Ortega a su primero y en la lidia triunfal de Crespo con el sexto, faena en la que el brillo no lo puso el toro ni mucho menos.
Abrió plaza Manzanares, hecho insólito en este torero que el año pasado necesitó de un rejoneador para abrir cartel, un requisito que cuesta ya trabajo superar con veinte años de alternativa, cuando van quedando pocos más antiguos.
Con el primero de la suelta el alicantino nos permitió vivir uno de los escasos momentos intensos de la tarde, cuando meció la verónica con un toro que tuvo nobleza, a lo justo d e fuerzas y que por fin se rajó consciente de que su blandura no le permitía más épica. Manzanares lo intentó pero nada hubo.
Tampoco con su segundo, un manso que deshacía descompuesto la lidia y entablerado con el que el torero se esforzó tesonero sin más resultado.
La misma historia con los dos toros de Juan Ortega, si su primero fue manso, el segundo además fue bruto y descompuesto. Ortega lo intentó, se esmeró, compuso la figura y al igual que Manzanares en el intento hubo hermosas notas.
Como Daniel Crespo con su primero, toro suelto, sin fijeza y a su aire con el que también brilló en algunos pasajes a toro huido y cerrado en tablas, porque el que lo tiene no lo puede esconder.
Y con el sexto por fin vino a relucir la luminosa muleta de Crespo. Un toro brusco y que tiraba la cornada en los remates en cuanto Crespo le dejaba la muleta muerta al natural, su arma infalible.
Pero esos enganchones no pudieron tapar hondos naturales, la belleza de la composición en el remate y el cierre por Manolete. Sí que valió la pena esperar, poniendo al público boca abajo. Como debe ser.
Andrés Roca Rey permanece en observación en un centro hospitalario de Sevilla donde permanece 48 horas en observación bajo la supervisión de Octavio Mulet, cirujano jefe de la plaza de la Real Maestranza.
El diestro limeño había sufrido una cornada en el gemelo derecho cuando actuaba el sábado en la Plaza Real en un muletazo cambiado por la espalda. La caída sobre el albero, impactando con el cuello, fue sobrecogedora y el chorro de sangre bajaba por la pantorrilla. A pesar de todo fue capaz de continuar la faena y dar muerte al animal cortándole una oreja, ingresó en la enfermería de la plaza donde fue operado. de una cornada de 18 centímetros volviendo al ruedo a matar a su segundo toro de Cuvillo. Además pidió la cabeza para el taxidermista de su primer toro, el jabonero que le infirió la cornada. Al parecer Daniel Crespo también ha pedido la cabeza del toro que desorejó en esa tarde. En la lidia de su segundo, al torero peruano se le saltaron los puntos por el esfuerzo y tuvo que volver a la enfermería para revisar el estado de la herida antes de ser trasladado a Sevilla. Roca Rey llegaba a El Puerto de Santa María después de sufrir dos fortísimas volteretas en la plaza de Huelva, coso que había escogido para reaparecer después de la violenta paliza sufrida en Santander.
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