Dar forma al futuro museo de la piel
El Consistorio plantea crear una fundación para que se haga cargo del proyecto, cuyo germen se puede visitar ya en el Convento de los Capuchinos en una exposición con artículos desde el siglo XIX
La producción marroquinera de Ubrique está pegada como una segunda piel a la historia de cada uno de los habitantes de este pueblo. No se entienden sus recovecos, su paisaje o su arquitectura local sin la huella de una manufactura que ha condicionado el porvenir de miles de personas.
Ahora, el pueblo quiere poner en valor la historia de su desarrollo económico a través de un museo de la piel, que aloje en sus entrañas el pasado, el presente y el futuro de una industria local reconocida a nivel internacional. Por eso personas, entidades y administración deberán unirse para poner en pie la idea de la promotora local, Maribel Lobato, que lleva casi doce años metida en faena para recopilar objetos y artículos que testimonien los avatares de esta industria local.
El Consistorio de Ubrique sostiene que llevará al pleno municipal la creación de una fundación que asuma el nacimiento del futuro museo de la piel. El alcalde, Javier Cabezas (PA), adelanta que esta fundación, en la que estarán representados agentes locales, entidades y Ayuntamiento, tendrá la misión de diseñar el proyecto, establecer protocolos de cesión, recoger fondos museísticos y demás acciones.
Mientras tanto el Convento de Capuchinos mantiene abierta una exposición promovida por Maribel Lobato, donde se puede ya conocer a través de decenas de piezas el germen del proyecto.
Las instalaciones hacen un repaso material y sentimental por la vida de los marroquineros de Ubrique. Se han habilitado dos niveles que reproducen lo que fue y lo que hoy representa la industria de la piel en la zona. Esta muestra es el fruto del cariño del pueblo por su insigne producción local, reconocida por las mejores firmas mundiales, que a lo largo de los años han confiado en los ubriqueños para hacer sus productos. Pero sobre todo, esta exposición, que abrió sus puertas este verano, se mantiene gracias a las donaciones y préstamos de un buen número de vecinos que, de manera desinteresada, han contribuido a no perder el hilo de la historia del municipio.
Hay objetos que datan desde principios del siglo XIX e historias de vidas encerradas en cada uno de ellos. El visitante comienza el recorrido en el claustro con la exhibición de las máquinas de coser, rebajar y perforar para elaborar los artículos. El recorrido invita a detenerse en estancias que muestran los repujados en piel, donde destacan los de Luis Domínguez Rojas. En la planta alta se recopila jirones de horas y horas de labor de hombres y mujeres que pasaron más de la mitad de sus vidas sentados en una mesa, estampando su hacer con la pata de cabra.
En el Convento de los Capuchinos huele hoy al almidón blanco con el que se estrenaban los aprendices y a las liaras calladas que reposan suspendidas en la memoria. Sabe a la labor de centenares de mujeres cosiendo minuciosamente las petacas. Y en este sitio se siente el esplendor de una industria fuerte que en los años 60 del pasado siglo llenó de prosperidad a Ubrique.
La exposición propone un recorrido por las mesas de antaño en las que reposan los restos de una particular "máquina que revolucionó el panorama de la piel". Se trata de unos cartones de pegar filetes, que amplió las perspectivas económicas de los fabricantes locales: se pasó de hacer 25 carteras por persona, a la semana, a fabricar 75. Maribel Lobato añade otro punto de inflexión en la producción como fueron los inicios de la fabricación de bolsos, en los años 50.
El edificio conventual del siglo XVII guarda también un espacio para un aula didáctica de la piel, donde los más pequeños podrán, a partir de ahora, conocer los entresijos de esta industria, realizando sus propios objetos.
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