Doña blanca cierra el círculo
El poblado que se formó con desalojados por la Base de Rota escolariza ahora a alumnos de EEUU
Cádiz/Casi cincuenta años han pasado desde que en 1969 cientos de mayetos, campesinos de la zona de Rota durante generaciones, se vieran desalojados de sus tierras para que fuera instalada en ellas la enorme Base Naval, que habría de acoger a miles de norteamericanos. Muchos de los roteños y portuenses desplazados fueron 'recolocados' en el lugar conocido como Poblado de Doña Blanca, muy cerca de El Puerto y casi encima del importante y aún enigmático yacimiento arqueológico del mismo nombre. Allí, a cada familia se le dio una contraprestación económica, una hectárea de terreno cultivable, una casa y dos vacas para que empezaran una nueva vida. Porque allí, donde los arqueólogos aseguran que hace miles de año estaba el mar, no había nada; nada más que un gran terreno creado por los aluviones del Guadalete.
Todo tuvo que ser creado, desde los primeros barracones comunitarios en los que vivían las familias hasta las casas que fueron naciendo como hogares más íntimos; y el colegio, que llegó tres años después, con una única profesora, Doña Alicia, cuyo recuerdo permanece no sólo en la memoria de los habitantes del Poblado, sino en numerosos nombres de mujeres y niñas, que lo llevan como la forma más duradera en que los padres quisieron agradecer la labor de esta docente que llegó de Granada, también pionera.
La Base les 'quitó' de alguna manera la tierra a esos hombres y mujeres y ahora, por una de esas felices piruetas del destino, le devuelve una nueva vida, llegada de tierras americanas con el rostro sonriente y la energía inagotable de los niños. "Para nosotros es muy importante porque supone una forma de cerrar el círculo histórico", dice Manuela Sánchez, directora del CEIP Castillo de Doña Blanca, resumiendo en un titular lo que supone que un grupo de familias de militares estadounidenses hayan decidido escolarizar a sus hijos en este colegio en español, habiendo podido hacerlo en su lengua natal y en el centro del que dispone la Base para sus ciudadanos. El porqué estas cuatro familias extranjeras han elegido precisamente este colegio apartado y pequeño entre otras ofertas más cercanas a la Base y más 'urbanizadas' tiene explicaciones casi poéticas, porque supone una elección de lo pequeño y sencillo.
En las instalaciones del colegio se reúnen para hablar con el periodista tres madres, esposas de militares destinados en la Base: Sarah Coles,Christine Joy González y Sarah, con la directora del centro, Manuela y José Antonio, profesor de ATAL, las aulas temporales de atención lingüística que atienden a los niños inmigrantes para el primer impacto lingüístico y para que el castellano sea su lengua vehicular en la educación. Y lo descubrimos: es ese 'aislamiento' que goza el colegio de Doña Blanca el principal motivo de elección. Sarah Coles lo dice como quien cuenta un secreto divertido en voz baja: "Quería un lugar en el que estuviera segura de que no habría muchos niños que hablaran inglés, porque si no se juntarían entre ellos y no aprenderían español. Y además, me preocupé de guardar el secreto". Sarah ha vivido también en Alemania y allí ella misma se empeñó en aprender alemán. "Uno tiene que querer realmente esto", reafirma.
Sarah Lynch redunda en esta idea con una visión más amplia: "Tenía que aprovechar esta oportunidad única que le da la vida a mis hijos, poder tener una experiencia de inmersión en el idioma y la cultura española, y cómo eso abre la mente. Y otra cosa igual de importante: así les proporciono un recuerdo que les durará toda la vida. Vamos a estar al menos tres años en España y eso hay que aprovecharlo". Las dos Sarah y Christine resaltan además el creciente interés por el español que hay en Estados Unidos, y lo bueno de poder entrar en contacto tan directo con este idioma.
Ellas, al igual que Christine, son del nordeste del país, y en esa zona no hay mucha población hispana. Aunque, precisamente, Christine está casada con un puertorriqueño y este ha sido el principal motivo para escolarizar a Aiden en Doña Blanca. "Mi marido quería que nuestro hijo pudiera hablar en español con sus abuelos", relata. Y se muestra convencida de que lo hará. Aunque ella no habla nada de nuestro idioma, relata la emoción que toda la familia sintió cuando un día llegó su hijo gritando que "¡ya sabía contar hasta 29! en español".
En los hogares de las tres ha habido acuerdo desde el principio en la conveniencia de esta escolarización en Doña Blanca. No ha habido problema, sino al contrario. Cuentan que en el primer mes de curso, la cosa fue dura para los chavales, como sumergidos de pronto en un mundo desconocido y extraño. "Pero la gente es tan amable y los otros niños le dan tanta confianza y tanta ayuda que ellos en seguida lo percibieron y cogieron confianza, se sintieron muy bien. En poco tiempo ya se escribían notitas con los otros niños", cuenta SarahColes. Hubo en las casas también momentos de divertida estupefacción, como el vivido cuando Ben le contó a su madre que ese día había estado jugando con sus compañeros en el patio "al matar". Ella se llevaba las manos a la cabeza mientras traducía con horror al inglés ("to kill!") y se preguntaba cómo podían jugar a algo tan siniestro. El espanto fue similar al alivio que sintió, y a las risas con las que lo cuenta, cuando le explicaron que se trataba de la expresión que se utiliza en español de Cádiz para nombrar al popular juego que en otras latitudes se conoce como balón tiro o balón prisionero. Tal vez fue eso lo que la impulsó también a ella a aprender español, que se atreve a hablar durante la entrevista. "Tenía que entender a mi hijo, que ya lleva un año y lo habla muy bien", confiesa.
Los hijos de Sarah Coles, Ben y Sam, los de Sarah Lynch, Boden y Darby y el de Christine Joy González, Aiden, además de su compañero Oscar forman el grupo de seis niños estadounidenses, entre los 103 de infantil y primaria que componen el alumnado del Castillo de Doña Blanca. Parecerían pocos, y siempre lo han sido desde que hace seis años empezaron a escolarizarse norteamericanos en el centro, pero su influencia se nota en el colegio y en el poblado. "No sólo ellos aprenden idioma y costumbres nuestras, sino que desde hace tiempo hacemos intercambio cultural -dice la directora-. Por ejemplo, el año pasado vinieron niños y padres de la Base a celebrar Halloween y el Día de Acción de Gracias con nosotros, y a la vez que nos explicaban el origen y significado real de esa tradición, y hacíamos galletas, nosotros compartíamos la celebracion de Todos los Santos, leíamos pasajes del Tenorio y les hablamos de nuestros productos típicos".
En realidad, el multiculturalismo está en la esencia del CEIP Castillo de Doña Blanca, que ha participado en el programa Erasmus viajando a Turquía, por ejemplo. "No es sólo el idioma, es aprender de otras culturas", resume Manuela. Y asienten todas. Ya nohay más secretos.
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