Editorial: Diez años de una tragedia
EL 25 de octubre de 2003 fue un día que difícilmente se podrá olvidar en las costas de Rota y El Puerto. El naufragio de una patera procedente de Marruecos fue dejando desde ese día un reguero de muerte a lo largo de las playas de estas ciudades, donde aparecieron 37 cadáveres en escenas dantescas y estremecedoras que permanecen en la retina. En años posteriores se investigó lo ocurrido y se llegó a la conclusión de que aquella tragedia, la mayor de este tipo que se recuerdan en el Estrecho, pudo haberse evitado. Una década después, se han puesto medios humanos y materiales para evitar que las débiles embarcaciones en las que tratan de llegar a nuestras costas muchos inmigrantes sufran las terribles consecuencias de un naufragio y queden desasistidas. Pero, por desgracia, el fenómeno de la inmigración irregular -ahora procedente de otros países- no se ha conseguido erradicar y mucho menos la existencia de las mafias que siguen explotando a seres humanos y enriqueciéndose a base de su sufrimiento. Las historias que hoy recogemos en estas páginas en recuerdo de las víctimas de la llamada 'patera de Rota' difieren muy poco, diez años después, de las de los últimos fallecidos, por ejemplo, en Lampedusa (Italia) porque el fenómeno de la inmigración no es un caso que se pueda circunscribir a un solo país en Europa. Para evitar que se produzcan más tragedias como la que asoló entonces las playas de la Bahía y las que continúan llenando de pateras y balsas de juguete otros puntos del litoral gaditano es necesario que se combata la raíz del problema con políticas conjuntas a nivel europeo. Además de proporcionar los medios necesarios para atender y proteger a las víctimas de estos hechos cuando se dirigen o desembarcan en nuestras costas, es fundamental que los gobiernos de los países afectados lleguen a acuerdos que impidan en origen que este fenómeno se siga produciendo. Hace diez años, la mayoría de las pateras que cruzaban el Estrecho procedían de Marruecos pero ahora las condiciones en este país han cambiado sustancialmente y sus ocupantes son, también en su mayoría, subsaharianos que buscan un modo de vida mejor. Hacia esa zona deben dirigirse las políticas europeas de cooperación, de ayuda al desarrollo, para que sus habitantes no tengan que echarse desesperadamente a la mar. Europa no puede mirar a otro lado y pensar que los problemas de estos países desde los que surge la inmigración irregular no le atañe. Las miles de personas fallecidas en pateras como las de Rota o Lampedusa merecen al menos que no se las olvide y se luche por solucionar un problema que es de todos.
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