"Escuché voces y los ví, agarrados a unas boyas"
Salvador, que pescaba cerca de Zahara, logró rescatar con vida a los tres hermanos que llevaban dos horas en el agua
"Tenía apagado mi barco y me pareció escuchar voces. Las escuché por segunda vez y recogí los aparejos. Me puse a buscar y vi a uno de ellos agarrado a una boya". Una suerte divina o más bien humana llamada Salvador Rodríguez se alió ayer con tres de los cuatro marineros del pesquero El Cristo que, pasadas las siete de la mañana, se hundía en el fondo del mar.
Salvador, de 49 años, se encontraba pescando frente a Zahara de los Atunes con su pequeña embarcación deportiva Isaías. Como cada mañana se puso a pescar. Lo único que a esa hora llamaba su atención era un gran buque de guerra que estaba fondeado frente al Retín, donde estaban previstas unas maniobras de las Fuerzas Armadas. Pero de pronto llegaron las voces. "Miré para un lado y para otro y no veía a nadie. Pasé cerca de otra embarcación que pescaba por allí, el San Salvador, porque me creía que su patrón Enrique me estaba llamando. Pero luego vi a un hombre agarrado a una boya y cuatro tablas alrededor".
Se trataba de Jesús López, uno de los tripulantes de ElCristo. Se fue para él e intentó meterlo en el barco, aunque le costó ya que "estaba congeladito -cuenta-. Tenía ya las piernas inmovilizadas por el frío del agua en la que llevaba más de dos horas". Le dijo que su embarcación, "muy chiquitita", se había hundido y que iba con tres más. Se puso a buscar por las inmediaciones, y logró encontrar a Francisco José, hermano de Jesús, y posteriormente a Pedro Manuel, su otro hermano apodado 'El Rascacio', que era el patrón y que llevaba más de dos horas a la deriva sujeto a la tapadera de la bancada. Pronto le preguntó por "el ahogado".
Con los tres rescatados, Salvador tomó rumbo hacia el pesquero San Salvador, que se hizo cargo de los dos primeros náufragos, mientras que Pedro Manuel insistía en acompañarlo en la búsqueda de su compañero "a pesar de que le dolía el pecho". Le encontraron en el mismo lugar en el que ya lo tenían localizado. Entre ambos metieron el cuerpo inerte de Francisco Jiménez y la boya que había evitado que su cuerpo fuese engullido por las aguas.
"Menos mal que lo vio este hombre en la lanchita", señalaba Enrique, patrón de San Salvador que ayudó a trasladar a los marineros hacia el puerto de Barbate y que poco más podía decir. Algunos de los allegados a la familia apuntaban que "dicha muerte podría deberse al sobrevenirle un infarto". "Era un marinero de los buenos, sabía nadar como un pescado", señalaban al acordarse del fallecido. "Se dieron cuenta pero fue tarde", comentaba uno de los operarios que trabaja en el dispositivo montado para atender a todos los que lamentaban la perdida del marinero de Barbate.
Sobre las nueve y media de la mañana ya comenzaban a correr como la pólvora informaciones confusas por el puerto y el casco urbano de Barbate, que apuntaban a un nuevo naufragio que traía a la mente al malogrado pesquero NuevoPepitaAurora. En el puerto deportivo, junto a la oficina central de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía (APPA), ya lloraban la pérdida de Francisco Jiménez muchos de sus seres queridos. Poco a poco iban llegando más y más personas. El llanto y la desesperación iban haciendo mella. Y entre todos ellos, uno de los supervivientes. Con una toalla sobre sus hombros se rodeaba de sus seres queridos. Su rostro lo decía todo.
Escenas de dolor se vivieron durante toda la mañana en el puerto con el ruido de fondo de los aviones y helicópteros que sobrevolaban el cielo del puerto para participar en unos ejercicios en la playa del Retín, a escasa distancia de la tragedia.
Francisco Jiménez Rubio, de 57 años, deja otra viuda y tres huérfanos (dos varones y una hembra) a la malograda vida de los pescadores, que se enfrentan cada día a sacar un jornal para mantener a los suyos, aunque en ello, como es este caso, les cueste la propia vida. A la 13:30 levantaban el cuerpo mientras los pescadores de la almadraba regresaban de un día más de faena.
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