Estiba, claves del conflicto

Tensión en los puertos

De ellos se dice que son "mafiosos", que cobran todos más de 60.000 euros al año o que es una profesión misógina. Los portuarios creen que el decreto del PP pondrá fin a la dura historia de un sector que se construyó a sí mismo.

Madrugadora operación de descarga de nitratos en La Cabezuela. Son desalojados del buque en sacos y trasladados minutos después a otro barco. Intervienen la fuerza humana y las máquinas.
Madrugadora operación de descarga de nitratos en La Cabezuela. Son desalojados del buque en sacos y trasladados minutos después a otro barco. Intervienen la fuerza humana y las máquinas. / Joaquín Hernández Kiki
Joaquín Benítez

26 de febrero 2017 - 02:03

Cádiz/Por las manos de los estibadores españoles pasa el 60% de las exportaciones del país y el 86% de las importaciones. Las pérdidas que provocarían sus brazos caídos superan cualquier multa que, desde Bruselas, quieran imponer por el incumplimiento de una sentencia que caía sobre el Reino español en 2014. Desde entonces, Gobierno, patronal y sindicatos andan buscando una salida lo más negociada posible que, de momento, no parece, o al menos así lo defienden desde Fomento, a los burócratas de Bruselas.

En una semana considerada crucial en el desarrollo del conflicto, mejor será asentar las claves de un sector que maneja los hilos del movimiento de mercancías del país.

¿Qué es la estiba?

Todo hace pensar que antes de que existieran estos trabajadores especializados en el manejo de la carga y descarga de los buques, estas labores las hacían las tripulaciones de las embarcaciones, dirigidos por los oficiales de los buques. Esta necesidad acabó dando paso a la especialización de grupos de trabajadores locales. Estos trabajadores, como era habitual desde la Edad Media, acabaron formando gremios. De ahí los estibadores, un grupo tan fuerte que se hizo merecedor, con el tiempo, del sobrenombre de portuarios, como si realmente fuera el único oficio que se maneja en los cantiles de cualquier muelle. Su labor es ocuparse de la perfecta ubicación y distribución de la carga en el interior de un buque. A día de hoy, el 80% de este trabajo se lleva a cabo con máquinas, el resto se carga a pulso.

El origen del conflicto

Diciembre de 2014. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) publica una histórica sentencia que supone el fin de una manera de funcionar de los puertos españoles. Las navieras y las empresas estibadoras llevan toda la vida criticando este sistema y la sentencia del TJUE abre las puertas a un cambio que ellos consideran necesario para el justo desarrollo portuario español. Bruselas considera que el actual sistema español de estiba otorga una serie de privilegios a los estibadores.

¿Cuáles serían esos "privilegios"?

1.Costes por encima de la media europea. Se calcula que los costes de estiba en España suponen un 53% del total del coste total de la manipulación de las mercancías. Bruselas esgrime estudios que indican que en los grandes puertos europeos esta cifra supone de media únicamente tan sólo un 38,8%.

2.Sistema rígido de contratación. Las empresas estibadoras, en Cádiz son Agencia Marítima Portillo, Compañía Gaditana de Contenedores, Ership Cádiz, Terminal de Carga Rodada de Canarias, Terminal Polivalente del Puerto de Cádiz y UTE Port-Cádiz, no pueden contar con su propio personal estibador, ya que están obligadas por ley a ser accionistas de las Sagep del puerto correspondiente y a contratar a sus trabajadores para la carga y descarga de buques.

3.Rigidez en el acceso a la profesión. Se considera muy difícil el acceso a la profesión a aquellas personas que no tengan vinculación alguna con los estibadores que ya están en plantilla.

4.Sueldos "altos". Estudios solventes indican que en un puerto como el de Algeciras, el 80% de la plantilla supera los 80.000 euros anuales. En Cádiz las cifras distan muchísimo y un estibador de escala media, especializado en medios mecánicos pueden llevarse a casa una media de entre 30 y 35.000 euros anuales, haciendo hasta doce jornales semanales, la mayoría de ellos en horas muy lejanas a la franja laboral de un funcionario medio.

¿Qué plantea el decreto que defiende el Gobierno de España?

El Gobierno se ha visto forzado a comprometerse con Bruselas a efectuar un cambio legal que se ha iniciado con la aprobación del un polémico decreto ley este mismo viernes. El borrador liquida las sociedades de estiba (Sagep) y el registro de estibadores reduciéndolo todo probablemente a una especie de empresa de trabajo temporal (ETT). Los sindicatos ya habían propuesto, como alternativa, al Gobierno un registro nacional de trabajadores portuarios, que Fomento afirma que ha rechazado la Comisión Europea. Otra línea roja que plantea el decreto es un periodo transitorio de tres años para que desaparezca el actual régimen. Los estibadores piden, como mínimo, que no sean tres sino siete años, pero, según Fomento, Bruselas no lo permite.

¿Por qué el radical rechazo de los estibadores?

Los portuarios rechazan la reforma del sector porque creen que detrás hay un ERE encubierto. Los estibadores ven que después del decreto, los empresarios de la estiba podrán contratar libremente en el mercado de trabajo y a jornales más baratos, algo que redundaría en la calidad del servicio y en las garantías de cumplimiento con estos empresarios. Los más de seis mil trabajadores de la estiba de los 48 puertos españoles creen que en ese período transitorio de tres años todos quedarán en el paro y su trabajo lo terminarán haciendo personal sin cualificación y a precios irrisorios. Los estibadores defienden que este abaratamiento de costes tan sólo beneficiará al empresario y no al destinatario final de la mercancía.

¿Quién pagaría este especie de ERE?

El decreto contempla que serán las Autoridades Portuarias las que tendrán que hacerse cargo de las indemnizaciones por los despidos, de manera que se financiará con dinero público, algo que rechazan, en principio, los partidos de izquierda en bloque.

Mitos y leyendas de la estiba

En torno a esta profesión rondan tanto "mitos" como "falsos privilegios". En la calle, la pregunta habitual es "¿son realmente una mafia?", "¿Es una profesión que va de padres a hijos?", "no todo el mundo puede llegar a ser portuario", "cobran todos más de 60.000 euros al año" o "si eres mujer, olvídate de ser estibadora". Luchar contra estos mitos es harto complicado y, el que los divulga, adolece de datos reales. Cierto es que la unión les ha hecho fuertes y fuertes se mantienen. En sus manos está sacarle el mayor partido y rendimiento a infraestructuras portuarias que al Estado le ha costado millones de euros.

Una profesión con gancho

36 horas antes de que se diera preaviso de una nueva huelga en la estiba. 36 horas antes de que se hablara de la posibilidad de plantear una huelga casi mundial en el sector de los dockworkers si el Gobierno español no daba un paso atrás en su idea de presentar su decreto. El ambiente estaba enrarecido. Tres buques compartían cantil en La Cabezuela y los 48 estibadores del puerto de la Bahía de Cádiz se repartían entre la dársena puertorrealeña, Zona Franca, la terminal de Acciona y la de Concasa. Todos trabajando pero con un inevitable mal sabor de boca.

En La Cabezuela los relojes pierden la hora. El ritmo de trabajo es imparable. Para ellos el tiempo es dinero, pues de su rendimiento penden no sólo sus nóminas sino buena parte del éxito del puerto de Cádiz. Pero la humedad y el polvo que levantan la carga y descarga del clínker y del nitrato se mezclan en el aire y dibujan un paisaje a medio camino entre la mina y el infierno.

Pero para ellos, los portuarios, es un ruido, un olor y un color muy familiar. Tanto como que ya vienen escuchándolo, oliéndolo y viéndolo desde casi antes de tener uso de razón, gracias a las historias que la gran mayoría de ellos recibieron de sus padres y abuelos, que no madres ni abuelas, también estibadores, también portuarios.

Los tachan de ganar mucho y de ser una mafia cerrada a la que nadie, y menos una mujer, pueden acceder. Todos, absolutamente todos, dicen estar hartos de esta lacra que arrastran desde hace años.

En Cádiz son tan estibadores como en Algeciras, Valencia, Bilbao o Barcelona pero es necesario salvar las distancias. En Cádiz son 48 cuando en Algeciras, sin ir más lejos, son casi 1.800.

Aquí se ven algo desconectados aunque sienten la unión y la solidaridad del resto de sus más de 6.000 compañeros que se distribuyen y trabajan en los 48 puertos españoles, todos ellos metidos hasta el cuello en un conflicto que no pinta bien y que cada vez ve más inevitable la para nadie deseada huelga.

Entre los 48 estibadores gaditanos, cuatro testimonios. El del más "veterano" entre los portuarios de aquí, Saturnino Agraso, y el más pipiolo de la gran familia, Antonio Martínez. Otros dos compañeros, David Cacheira y Antonio Calero quieren contar las sensaciones con las que viven este tenso conflicto del que depende sus futuros.

Saturnino, Nino para los amigos, lleva desde las siete de la mañana preparado para saber dónde deberá, en esta ocasión, ganarse el jornal.A esa hora, aún en pijama, le bastó con conectarse a una aplicación de la tablet para conocer los primeros nombramientos de la mañana. A Nino le salió en el sorteo descargar nitrato en bolsas de un buque para cargarlo en otro, los dos en Cabezuela.

Nino pertenece a la segunda escala dentro de la estiba. Él se maneja con los medios mecánicos, lo que lo convierte casi en un privilegiado gracias a los cursos que le dieron la posibilidad de subirse a una grúa o a un mafi. Mientras trabaja no se separa del móvil porque sabe que en el nombramiento de las doce de la mañana posiblemente saldrá su nombre de nuevo a relucir, lo que le obligará a pasar una jornada más sin comer en casa. Sin comer, sin merendar, y, a veces sin cenar con su mujer en casa..

Nino tiene 52 años. Lleva de portuario desde el año 82. 35 años son muchos en una profesión en la que la dureza de sus trabajos los lleva a tenerse que retirar a los 55. A Nino le quedan 3 años para colgar el gancho de estibador y "aquí me gustaría retirarme, yo y el resto de mis compañeros, algo que cada vez nos están poniendo más difícil con la situación que ahora vivimos".

Nino empezó en la época del Naranjito y lo hizo de la mano de la Organización de Trabajos Portuarios (OTP), organismo autónomo dependiente del Ministerio de Trabajo, y cuya sede central se encontraba en Madrid, en la entonces conocida como Casa Negra, desde donde se controlaba la actividad portuaria de los más de 13.000 portuarios que movían las mercancías de los puertos españoles. "Éramos casi funcionarios". Las OTP pasaron a llamarse sociedades de estiba, dependientes de cada puerto.

Esta no fue una transición pacífica, recuerda Nino. En mayo de 1986, los periódicos publicaban que el Gobierno liquidaba a golpe de decreto ley la OTP, noticia que se recibió con anuncios de huelgas y que resultó con una brutal reducción de plantillas en todos los puertos de España. Nino simplifica este dato histórico con un: "¿Período de transición? Fue automáticamente, hubo unos trámites y conversaciones pero luego pasamos al nuevo modelo con las mismas condiciones laborales".

Ahora, 31 años después, Nino vive una situación similar pero con el añadido de que le quedan tres años para la jubilación y que no se atreve aún a apostar ni un euro por el futuro de sus compañeros. "Los acuerdos resultaron finalmente tan ventajosos para los empresarios como para los trabajadores". Este podría ser el titular deseado por todos ellos, según Nino.

"¿Y en cada conflicto habéis ido perdiendo poder?". "Poder no. Sí es cierto que hemos demostrado que somos capaces de irnos adaptando a las nuevas circunstancias. Lo que sí hemos perdido, sin duda, es plantilla: en el año 82 éramos 800 en Cádiz y ahora somos 48".

También es cierto que el trabajo no es el mismo.Si los primeros estibadorse convirtieron el gancho casi en una prolongación de sus brazos, los portuarios de ahora son gente muy cualificada en la que la fuerte complexión corporal no es condición indispensable.

"¿Que si nací estibador? Los soy desde los 17 años. Mi padre no lo era pero siempre estuvo muy relacionado con el puerto. Esto hay que vivirlo y conocer la profesión desde dentro".

Sobre la fama que acompaña a su profesión, Nino matiza que "al final se ha convertido en un sector odiado para muchos porque dicen que ganamos mucho, dejando a un lado que nadie nos regala nada".

Nino considera que en el muelle, entre grúas, clinker y montones de graneles, se siente en familia, "no de sangre, pero en familia porque nos une la misma pasión". Dice echar de menos la humanización que echa a un lado la cada vez más crucial intervención de las máquinas en todo el proceso: "Ahora un compañero en una grúa, yo dándole señales,otro en una máquina, ni un minuto de charla porque cualquier descuido pone en peligro nuestras vidas y la efectividad de nuestros trabajos".

Al tocar el tema de la seguridad, Nino Agraso, el mayor de la familia de estibadores del puerto de la Bahía de Cádiz, se para en seco para rescatar recuerdos que, por mucho que lo intente, le quedaron grabados en su mente por vida. "He vivido accidentes y muy graves, de hecho viví la muerte de un compañeros aquí en Cádiz y, no tan de cerca, el fallecimiento de otros compañeros en otros puertos que terminan por afectarnos como si los conociéramos personalmente".

Para ser presuntos mafiosos lo disimulan bien. Al menos Nino, que, a pesar del momento de alta tensión que ahora viven prefiere seguir defendiendo que se siente "muy orgulloso de ser, seguir siendo y morir siendo portuario".

Antonio Martínez, el más joven de los portuarios, tiene sólo 27 años. Es el “pipiolo” de entre los 48 estibadores de la Bahía de Cádiz. Su juventud le permite ver el conflicto con una perspectiva distinta. Terminó el Bachillerato y dudaba si tirar por la estiba o si hacerse Policía Nacional. Su fortaleza y formación académica le valdría para las dos vertientes, pero es hijo y nieto de estibador “y lo he vivido en casa desde muy pequeño”. Entre sus juguetes preferidos había una retroexcavadora que ya avanzaba algo sobre su destino laboral. Antonio llevaba en el momento en que se prestaba a esta entrevista 12 días sin librar. “Esto no me está haciendo millonario como muchos van diciendo por ahí”, comenta el joven Antonio. Su vida está pendiente del conflicto de la estiba. Y no es un decir. Vive de alquiler desde que salieron las primeras noticias de la sentencia de Europa, desde 2014, y no se atreve a dar el paso para ser padre, así que no es un decir que su futuro pende de lo que ocurra estos días entre España y Bruselas. Mientras tanto insiste en lo complicado que resulta ser portuario. “Es duro y se lleva como cada uno va pudiendo. Mi vida no es la del resto de jóvenes de mi edad que van al gimnasio o de copas con sus parejas y amigos”, comenta Antonio. Sobre su futuro, sueña con llegar a ser capataz de operaciones, que no es poco. Sobre su pasado, como hijo de estibador, recuerda que su padre faltó a muchos de sus cumpleaños e incluso a algún día de Reyes por culpa de su profesión. “Menos mal que mi madre siempre estuvo dedicada a mí y a mis tres hermanos”. ¿Y su madre, sabiendo lo duro de la profesión nunca intentó quitarle la idea?”. A esta pregunta del ‘Diario’, Antonio Martínez Aragón, confiesa que a su madre nunca le hizo demasiada gracia “porque ella vivió mucho tiempo sin su marido y sabe lo que es esto”. “Ella me recomendaba que me buscara otro trabajo distinto, en el que pudiera tener tiempo para mí y para mi familia, pero bueno... Lo he vivido desde chiquitito y siempre me gustó y al final prefiero intentar seguir siendo portuario”.

Sobre el sueldo, este gaditano de 27 años es sincero y reconoce que es un sueldo digno, “sin olvidar que en España la hora de trabajo es demasiado barata y la mano de obra casi se regala.

Antonio gana unos 1.500 euros al mes y está que no se atreve a hipotecarse, y, peor, a ser padre.

Antonio Calero: “Es mi forma de vida”. Ni se le pasa por la cabeza cambiar de profesión y eso que se convirtió en estiba casi sin querer, según confiesa. No podía dejar su puesto durante mucho tiempo para la entrevista porque hacía las funciones de “apuntador”. A las puertas del Volcán de Teneguía, libreta en mano, velaba por controlar todos los vehículos y cargas que entran y salen de su interior. “Anoto la numeración, el peso y el destino, así como su posicionamiento dentro de la bodega del barco”. Es la empresa estibadora la que le pasa un plano donde se indica el lugar exacto en el que se ha de ubicar la carga para así tener controlado los pesos. De su buena gestión dependen muchos factores... para eso también están los estibadores. Antonio se sonríe cuando se le comenta lo de los sueldos de 60-70.000 euros al año. “Tengo un coche con 14 años de antigüedad que seguro que ya habría cambiado si tuviera ese sueldo. Es increíble lo que siguen diciendo de nuestra profesión”.

Ya están un poco hartos de estos dires y diretes. “Nadie dice que cuando los gaditanos ven que no hay barcos en el Muelle, ese día no cobro. Eso no lo dice nadie”. Dice tener una hipoteca de un piso “normalito” que dice pagar como cualquier persona. “Sigo igual que estaba hace 23 años”. Antes que estibador trabajó en Huelva, su ciudad natal, en una empresa de seguridad. Luego estuvo mucho tiempo relacionado con el mantenimiento de aparejos “y cosillas de esas”. Pero pronto demostró en el Muelle su capacidad de trabajo y su alto nivel de profesionalidad, por lo que no le costó demasiado trabajo que le propusieran convertirse en portuario. Lleva ya en su cabeza y en su currículo unos 15 cursos con los que avanza, paso a paso, en su formación.

Calero dejar caer también que en casa están acostumbrados a no contar con él a la hora de hacer planes. “Están acostumbrados y es nuestra forma de vida. Es lo que hay”.

Sobre el conflicto que viven tras la sentencia de Bruselas, confiesa que “hay momentos en los que se nos nota más decaídos, pero la unión nos hace fuertes y nos vamos dando ánimos los unos a los otros y poco a poco vamos tiramos para arriba”. Pero lo dicen los líderes sindicales y Calero les da la razón. “Es complicado verle el sentido a todo esto pero confiamos en que todo esto se solucione satisfactoriamente”.

David, casado y con una hija, lleva nueve años en la estiba. Es gruista. Antes trabajaba para la empresa de mantenimiento de las grúas y ahora lo mismo está de gruista que de maquinillero. Con paciencia explica a este periodista la diferencia entre una grúa de barco y una del Muelle. No le cuesta, de hecho se ve que le gusta, hablar de su profesión. De hecho, se le nota que parte de sus trabajo también consiste en ejercer de instructor en algunos cursos para formar al resto de compañeros. Ahora les ven las orejas al lobo y tratan de hacer acopio de cursos y dejan aún más atrás ese pasado en el que un portuario era un tío con mucho más masa muscular que currículum. De hecho, David no tarda en hablar de lo orgulloso que están de tener en plantilla a Susana, la única mujer estibadora de la provincia de Cádiz.

Sobre la misoginia con la que se relaciona a su profesión, David Cachero cuenta que está casado y que tiene una hija. “La peque tiene sólo cuatro añitos y es pronto para saber por dónde tirará el día de mañana pero no me importaría que quisiera seguir mis pasos y convertirse en estibadora”.

De casta no le viene al galgo en esta ocasión porque David no es de padre estibador. Su amor por las grúas y por el ambiente y el ruido portuario le viene más bien por su condición de sanroqueño. Nació en un pueblecito llamado Puente Mayorga, a tres kilómetros de San Roque, donde hizo la FP. “Desde mi casa se veía perfectamente el puerto de Algeciras y eso de ver desde chico tanta grúa, marca tela”.

“¿Cómo se vive el conflicto con una edad con 47 años de edad?” “Imagínese. Es muy duro. Tengo una edad en la que me sería muy complicado encontrar algo si tuviera que dejar la estiba”. Y David no puede resistirse a dedicarle unos pensamientos a aquellos que dicen que “nuestra profesión está cargada de privilegios”. “Ganamos lo que trabajamos y si no trabajamos, no ganamos. Así de fácil”. “Nadie habla de la sobrecarga de responsabilidad, de la peligrosidad con la que nos enfrentamos en cada jornada”. Y no creo que mienta Cachero. Hablamos entre grúas y rodeados de un ambiente sobrecargado de un polvillo que no creo que sea del todo sano. “Es polvo de clínker y buena parte de ese polvo se queda en nuestros pulmones, pero esa realidad no quieren verla los que hablan de nuestra profesión”.

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