El parqué
Álvaro Romero
Tono ligeramente alcista
Domingo de mediados de junio. Cuatro y media de la tarde. Un ciudadano amante de la naturaleza, habitual del Parque Natural de la Bahía de Cádiz y del Parque Metropolitano de Los Toruños y Pinar de La Algaida, entra en el recinto de este último espacio natural para disfrutar de un paseo. Allí, a la misma entrada del camino, cerca de la Facultad de Ciencias, detecta enseguida a dos cazadores furtivos desplegando unas redes de las llamadas japonesas, unas mallas casi invisibles donde en poco tiempo caerán decenas de aves en plena época de anidamiento: jilgueros, verderones, verdecillos y collalbas, entre otras, condenadas todas a terminar en alguna venta o incluso en algún restaurante de postín del entorno convertidos en pajaritos fritos, un plato tan cotizado como sancionado, sólo accesible para quienes conocen la contraseña. Las multas por cazarlos y comercializarlos pueden llegar a los 60.000 euros.
Como había hecho otras veces, el ciudadano les llama la atención, y se dirige al puesto del vigilante, a escasos veinte metros de donde los encontró. Le pide que llame al Seprona, pero le dice que no es de su competencia, que llame él. El ciudadano, que no lleva el móvil encima, lo intenta en la oficina del parque y recibe la misma respuesta. Al día siguiente, llama al Seprona, vía Comandancia de la Guardia Civil, pero lo derivan a la Policía Nacional. Intenta recabar detalles sobre la empresa de seguridad y el vigilante encargado del parque, pero no lo consigue. Finalmente, decide interponer una queja ante el Ayuntamiento de Puerto Real.
Desde el parque metropolitano aseguran que los vigilantes niegan que el relato del ciudadano tenga nada que ver con lo ocurrido.
Más allá de la anécdota y de los detalles que acompañan este episodio, "la práctica del furtivismo en el Parque Metropolitano de Los Toruños, en plena Bahía de Cádiz, es frecuente, aunque a pequeña escala", según reconocen a este periódico desde la dirección del Parque Metropolitano de Los Toruños y Pinar de La Algaida, un espacio protegido a caballo entre los términos municipales de Puerto Real y El Puerto dependiente de la Consejería de Fomento y Vivienda. "Cuando el servicio de seguridad detecta furtivismo, en todos los casos se denuncia ante la autoridad competente y se le hace entrega de las trampas", añaden.
La vigilancia de las 1.000 hectáreas de superficie del parque metropolitano está encomendada a la empresa Garda desde 2014, explican desde la dirección del parque. Dos vigilantes dotados de un todoterreno y motocicletas deben controlarlas durante las 24 horas de todos los días de la semana. El objetivo principal del servicio de seguridad es proteger las infraestructuras, el mobiliario urbano, las edificaciones, la vegetación y todos los activos de un espacio público que ha sufrido algún episodio de vandalismo. Como el que acabó con las pasarelas y los puentes quemados en 2003. Pero sobre todo -añaden sus responsables- la empresa de seguridad tiene encomendado el auxilio a los propios visitantes frente a comportamientos incívicos o agresivos a terceros, especialmente necesario, dado que gran número de sus usuarios son menores.
Además -asegura la dirección del parque metropolitano- los vigilantes también tienen entre sus funciones la de evitar la comisión de actos delictivos e infracciones de cualquier naturaleza, "con especial hincapié en las relacionadas con el medio ambiente, como son el control del marisqueo ilegal, la caza y la pesca furtivas y los incendios". En toda esta materia, el servicio de vigilancia -advierten- "está coordinado y colabora con la Guardia Civil, especialmente con el Seprona, así como con la Policía Autonómica, competente en marisqueo, y con los agentes de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio". Por último explican que los dos vigilantes desempeñan funciones relacionadas con el Plan de Emergencias y Evacuación, coordinador y prestando apoyo a Bomberos, Protección Civil, servicios sanitarios y fuerzas de seguridad.
El ciudadano que plantó cara a los furtivos asegura que en los últimos días ha vuelto a ver coches y motos entrando en el parque, cuando allí está prohibida la circulación de vehículos a motor, que aquello parece bastante abandonado y que está seguro de que volverá a encontrarse con los furtivos.
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