Furtivos, la lacra del monte
caza
De todas las edades y estatus social llegan hasta Los Alcornocales en busca de trofeos o de carne Esquilman el bosque y las fincas privadas
La caza es el deporte más antiguo del mundo. Tantos años tiene como el hambre. Y sigue vigente, igual de adictiva para sus miles de practicantes, los que lo hacen de manera legal, con permisos, licencias, seguros, y los que prefieren situarse al otro lado de la ley, amparados en la oscuridad de las noches serranas y en la amplitud de los montes, escondidos durante horas aguardando una buena pieza, un venado, un corzo. Son los furtivos, una lacra para los montes que igual esquilman animales, a veces con brutalidad inhumana, que fincas diseminadas en parajes tan maravillosos como el Parque Natural de Los Alcornocales.
Aunque la acción de estos cazadores piratas no entiende de estacionalidad, es en septiembre, el mes de la berrea de los venados, cuando más proliferan. No suelen ser cazadores de la zona, de Alcalá, Benalup o Medina que buscan una pieza de la que poder sacar unos kilos de carne con los que alimentar a su familia, hasta 80 kilos una vez deshuesado si se trata de un venado adulto, sino que llegan desde Sevilla, Huelva o el Campo de Gibraltar, y lo que persiguen es más el trofeo, las numerosas puntas de la cornamenta de un buen ejemplar para exhibirlo orgullosos en sus casa, y la adrenalina de lo prohibido, de matarle un venado a tal ganadero famoso o al financiero cuya fortuna figura entre las cien mayores de España.
Porque el furtivo es casi siempre varón, pero no guarda otro común denominador. Los hay de 20 años y de 50, jóvenes que matan un cerdo en una explotación agrícola para sacar unos euros y gente bien que paga a buen precio que lo guíen a una determinada finca de un Parque Natural para cazar furtivamente. Doble riesgo, doble emoción. El de cazar y el de no ser cazado.
Diego Cabrera, sargento del puesto de la Guardia Civil de Alcalá de los Gazules y con el que patrullamos durante toda la mañana una zona del espeso bosque de Los Alcornocales, nos cuenta que un medalla de oro puede costar entre 2.000 y 3.000 euros y que este tipo de furtivos de elite sólo quiere la cabeza, el trofeo. Los ejemplares, según la distancia entre sus cuernos y las puntas de estos, se dividen en medalla de oro, plata y bronce.
En época de berrea los furtivos foráneos se apostan con sus rifles caros, equipados con miras telescópicas, y esperan que la imponente silueta de los venados se alce en los llanos. "En noches de luna llena se ven como si fuera de día", dice Diego. Son un blanco fácil para cazadores expertos. Si hace viento de levante y pueden situarse frente al animal, para que este no perciba su olor, la cacería casi siempre resulta un éxito. Durante este mes de celo, de apareamiento en las entrañas de los bosques de la Sierra de Cádiz, los venados le pierden el miedo a todo. Su pensamiento está en lo que está. Y los hombres, y sus palos que vomitan fuego, lo saben.
Pero la caza no es un deporte barato. Un rifle nuevo puede costar entre 500 y 12.000 euros. Los hay para todos los bolsillos. De segunda mano se encuentran por 300, y con un calibre medio y una buena mira telescópica se puede disparar al objetivo hasta a 2.000 metros, aunque la distancia media para no errar y espantar a las piezas no suele superar los 400 metros.
Sin embargo, hay furtivos más bestias que los propios animales a los que cazan. A dos de ellos, ambos del Campo de Gibraltar, los detuvo la Guardia Civil de Alcalá en plena faena. Algo complicado teniendo en cuenta que sólo los montes propios de la localidad jandeña cuenta con 6.000 hectáreas. Pero esta vez encontraron la aguja en el pajar. Su modus operandi era tan cruel como simple: deslumbraban a los animales con los faros de un todoterreno y, tras lanzarles un perro primero para que lo inmovilizara, los mataban a martillazos, sin nobleza, en una acción brutal que nada tiene que ver con una actividad deportiva, sin disparos para no alertar a los guardas de las fincas y que estos puedan reclamar la presencia de la Benemérita. La multa para cada uno de ellos fue de 10.000 euros.
Pese a las multas, pese a que si les pillan se les requisan sus rifles, los furtivos no cesan. La mañana que pasamos con la Guardia Civil en Los Alcornocales el dueño de una finca denuncia que le han matado una ternera de un disparo. En esta ocasión no pudieron llevarse la carne, pero en otras "sólo nos encontramos los huesos".
La caza furtiva puede ser considerada por las leyes españolas como delito o simplemente infracción administrativa. La Ley de Protección de Flora y Fauna prohibe cazar en una finca sin permiso de sus dueños, o hacerlo fuera de temporada.
La Guardia Civil destaca que muchos furtivos viven en la marginalidad, a veces son menores con antecedentes que a falta de otros derroteros se tiran al monte para intentar sacarse unos euros con los que aliviar sus adicciones. Pero no todo son delincuentes juveniles. Porque a veces la Benemérita detiene hasta a farmacéuticos de Sevilla de mediana edad y una posición acomodada que saltan al otro lado de la ley por unas horas. "La caza absorbe a todo tipo de personas. Algunos llevan la afición desde niños".
En Los Alcornocales hay fincas magníficas, algunas de ellas propiedad de personas muy conocidas en todo el país y que sólo vienen un par de veces al año para cazar alguna pieza con un grupo de amigos selectos. Financieros, empresarios del cuero de Ubrique, arquitectos y restauradores de Sotogrande, nobles de España... Cuentan con guardias e incluso con empresas de seguridad, como Agasa, con personal uniformado que se encarga de patrullar por las fincas en busca de furtivos. Pero no es fácil. "A veces, cuando detectan nuestra presencia, huyen hacia las profundidades del bosque, donde es muy difícil detectarlo", cuenta el sargento de la Guardia Civil. Y es que estos furtivos casi nunca actúan en solitario. "Los mismos avances tecnológicos que nos permiten llegar antes al lugar donde se produce una cacería ilegal hace que estos furtivos también puedan comunicarse a través de los teléfonos móviles y alertar de que una patrulla se acerca".
Por ello, normalmente las detenciones suelen realizarse en la autovía Jerez-Los Barrios o cuando los furtivos vuelven a casa por vías de servicio poco transitadas después de una noche de tiroteo en el monte.
Pero no todos los furtivos van a por la caza mayor, por esos venados imponentes hasta en la muerte. Los hay que, en este caso sí por necesidad, se adentran en el Parque Natural buscando cuatro conejos con los que comer unos días echándole al guiso un buen puñado de arroz. Este tipo de caza también es ilegal, aunque casi siempre se queda en una infracción administrativa que acarrea una multa.
La caza furtiva ha estado presente en estos momentos históricamente. Podría decirse que es un mal endémico que se traslada de padres a hijos con técnicas muy similares. Los expertos consideran que la caza reglada hace una labor de equilibrio en el bosque, en unos montes de Cádiz donde han desaparecido los depredadores habituales, los lobos sobre todo. Si no existieran cazadores los cérvidos acabarían con los brotes más verdes de los prados, impidiendo la regeneración natural de estos.
Ya de vuelta al cuartel de Alcalá, el sargento Cabrera nos muestra algunos rifles como los que utilizan los furtivos habitualmente. Algunos incluso desmontables y que pueden llevarse escondidos en una pequeña mochila, junto a la mira telescópica y hasta un silenciador de fabricación casera que se enrosca en un cañón por el que sale una bala de pequeño calibre pero muy capaz de matar a un venado de 100 kilos de un certero disparo en la cabeza.
Pero, junto a los rifles también aparecen cepos de toda la vida, redes para cazar perdices vivas y conejos que salen huyendo de su madriguera para acabar en la cazuela. Pero lo que más llama la atención es un cepo de alambre que, según su diámetro, puede atrapar a un venado o una pieza menor. Su mecanismo es tan rudimentario como efectivo. Cuanto más forcejea el animal más se aprieta el nudo corredizo alrededor de su cuello. Porque el último objetivo de todos los furtivos es siempre el mismo: matar.
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