Guerra biológica por tu tomate

agricultura y medio ambiente

Bichos contra bichos, hongos contra hongos. La erradicación de plagas a través de técnicas de biocontrol empieza a abrirse camino en el campo gaditano

Agricultor introduciendo Nesidiocoris en cultivo de tomate.
Agricultor introduciendo Nesidiocoris en cultivo de tomate. / Y.G.

Tuta absoluta. Tiene nombre de diva, pero es la pesadilla de las tomateras. En el mundo a su escala, Tuta a. tiene antagonistas, por supuesto. En concreto, cierta clase de chinches: Orius laevigatus y Nesidiocoris tenuis. Este último, se especializa en depredar los huevos y larvas de la Tuta, y es también útil contra las poblaciones de Minador y Araña Roja –parecen los protagonistas de alguna saga escritos en mayúscula–.

Los métodos de introducción de Organismos de Control Biológico (OCB) son una de las formas más curiosas, al ojo ajeno, de control de plagas. Implantan una suerte de guerra biológica en el terreno: bichos contra bichos, hongos contra hongos. Un ejército que recibe también la denominación de “fauna auxiliar”, término que suena sin remedio a “soldados de a pie”.

El objetivo último de estas técnicas es contribuir a la sustitución de plaguicidas de amplio espectro, que pueden terminar afectando tanto a la calidad del cultivo como de los suelos, o incluso, a fuerza de acumulación, a la propia salud. ¿Qué ocurre? Que el resultado de su aplicación es total (la función exterminadora de los plaguicidas convencionales es bastante efectiva), rápido y a buen precio. Presenta como inconveniente, sin embargo, que la administración restringe cada vez más su uso: “El uso de químicos de síntesis te permite inmediatez sin considerar nada más: trato hoy y mañana, bichos muertos –comenta Luis Mateos, de la empresa jerezana Vara y Pulgar–. Mientras que con los biológicos, tratas hoy y has de esperar resultados, y dependes de numerosas variables: el resultado a corto plazo no es comparable. Pero es cierto que el tratamiento de plagas con productos naturales y residuos cero es un abanico que se está empezando a abrir”.

Vara y Pulgar es una asesoría agrícola especializada en viticultura y en la prevención y tratamiento de plagas y enfermedades, y realiza tanto valoraciones como asesoramiento integral para muchas bodegas. Dentro de los métodos alternativos, el control con feromonas y biológico “van muy bien”, además de utilizar otros productos que están considerados de “origen natural más respetuoso, como azufres y cobres, para el oidio y el midiu”.

“Hay muchas variables, las condiciones, las situación en la que está un viñedo... –comenta–. Nosotros empleamos métodos ecológicos en bodegas con ciertas condiciones climáticas o en las que la incidencia de plaga está más baja, o cuenta con lineales más sueltos, etc”.

“La gente tiene miedo a usar métodos de control más ecológicos porque controla menos –comenta Francisco Martín, de Nostoc Biotech–, y aquí siempre necesitas la presencia de un técnico”. Es él quien sabe si tienes que llamar a los mirmidones o, no sé, al Regimiento de Lanceros. Dependerá de la estación, del tiempo, del momento de la cosecha, del estado de la plaga, del ciclo biológico de aquello a lo que te enfrentas: como en toda guerra, has de conocer al enemigo. “Pero es un tipo de proceso que no desestabiliza al sistema, sino que juega con sus propias armas”, continúa Martín.

En Andalucía Oriental, Martín comenta que en gran parte han desarrollado una labor didáctica. Muchos de los años que llevan funcionando, los han dedicado, afirma, a demostrar que los métodos de control con fauna auxiliar funcionaban: “Cuesta muchísimo cambiar una mentalidad de tanto tiempo adquirida, en poco tiempo. En Almería, nosotros empezamos a hablar del tema en los 90…Siempre dedicando tiempo a la formación, técnicos, cooperativas… Pero cada vez hay más gente en el ecológico: cuando entienden cómo va el sistema, la gente lo prueba y ven que es una solución más sostenible a largo plazo”.

Viñas, invernaderos, naranjas y aguacates... han probado ya la introducción de OCB

Yolanda Gil es coordinadora, desde hace varias campañas, de los convenios de colaboración referentes a Lucha biológica entre COAG y la Diputación Provincial de Cádiz. Su experiencia es por completo opuesta, los agricultores colaboran totalmente: “El acuerdo selecciona, sobre todo, cultivos en zonas que necesitan tener un cuidado especial porque están cerca de cursos de agua, o espacios protegidos”. En estas prácticas de control sostenible en la provincia gaditana, “el primer año resultó complicado – reconoce– . Tratamos araña roja en viña, y había muchas perforaciones en las hojas: los tejidos terminan necrosando, la planta no puede realizar la fotosíntesis y puede colapsar. Quizá empezamos un poco tarde, aunque no llegó a colapsar”. Al año siguiente, lo hicieron antes y fue mucho mejor. Y en la tercera campaña, la plaga se erradicó.

Los métodos de OCB incluyen la introducción de insectos parasitoides –viva Lovecraft– y depredadores; el empleo de nematodos, gusanos que se usan “para colonizar insectos”; la lucha ‘microbiológica’, con bacterias; o los ensayos con Trichoderma, un hongo que se usa para combatir ataques de otros hongos, como los presentes en la madera de la vid.

Yolanda Gil admite que siempre le han gustado los insectos. Que de niña llegaba a casa con saltamontes, cochinillas y grillos en los bolsillos. Ya de adulta, también le ha gustado el mundo del vino. Se formó como técnico superior en vitivinicultura y lo completó con Gestión forestal y del medio natural y, actualmente, Paisajismo y medio rural, y otros conocimientos sobre el desarrollo de insectos y plagas.

Ha evaluado, calibrado y tratado plagas en viñedos de Sanlúcar y marco de Jerez, en frutales del Campo de Gibraltar (naranja y aguacate) y otros cultivos al aire libre e invernaderos. Dentro del convenio establecido entre COAG y Diputación, también se han realizado ensayos sobre alternativas al uso del glifosato y otros herbicidas de síntesis en usos agrarios y no agrarios (acequias, caminos, etc). Un tema por el cual la institución provincial es consciente de que “le meten caña”. De hecho, se realizaron pruebas al respecto en zonas de malas hierbas en el entorno de La Línea, pero saltó el covid y las pruebas no se pudieron repetir, de modo que volverán a acometer el proceso este año.

Los métodos de control biológico también pueden suponer una alternativa al uso de glifosato

¿Qué ocurre con el glifosato, quizá el más famoso de los herbicidas?A las dosis que se debe aplicar, en principio, actúa sobre las plantas, no sobre las personas: corta la fotosíntesis, las plantas se mueren, no es selectivo. Tiene poca permanencia en el suelo, no deja residuos… –comenta al respecto la especialista–. Pero si está cerca de cursos de agua o se eliminan ahí los envases, sí puede tener un perjuicio para las personas. Por supuesto, has de aplicarlo con un equipo, como cualquier fitosanitario, y si se aplica en parques y jardines, la nube pulverizada puede llegar a personas con sensibilidad y se supone que en los centros de las ciudades está prohibido... Pero vaya, hay otros que son mucho peores, como el oxyfluoren, que se utiliza en los cultivos: forma una película y todo lo que pasa por ahí, se muere”.

O el clorpirifós, que provoca contrastados efectos neurológicos y ha sido especialmente utilizado en cítricos. La UE prohibió su uso hace justo un año. “Se tarda muchísimo en prohibir determinadas materias activas”, añade Francisco Martín, y aún así no podemos decir que estemos “libres de venenos”. “Depende de las firmas. Puede ser que a mí, que no uso clorpirifós, me compre Lidl, pero otras firmas pueden incluirlo, procedente de otros mercados”. Volvemos al tema de globalización, de la llegada de productos procedentes de países ausentes de este tipo de controles. “Más baratos, claro. Como en todo, es el negocio”.

“Aún así –indica–, no podemos querer competir en precio con lo que producen los países fuera de los protocolos de la Unión Europea, es imposible. Tenemos que ir un paso por delante, revalorizar nuestra producción como una producción alternativa: vender a buen precio en Alemania, por decir, un producto de buena calidad tratado con el mínimo impacto medioambiental”.

El "estrés" del cambio climático en frutales y viñedos

Una de las evidencias más palpables, para aquel que las necesite, del cambio climático, es su efecto en los cultivos. No sólo los momentos de cosecha se adelantan, sino que la sucesión de lo que llamamos “eventos extremos” altera enormemente la resistencia de las plantas. “En los árboles frutales –comenta Yolanda Gil–, suele ocurrir que la planta no ha pasado suficientes horas de frío para fructificar. Brotan fuera de época y pueden empezar a florecer antes de tiempo y, una vez llega el momento propicio, la planta ya ha hecho ese esfuerzo, no lo va a repetir, o lo va a hacer de forma más débil, sin las flores necesarias para empezar a dar frutos”.

“El estrés climático se relaciona con los saltos fuera de la temperatura habitual para la planta –apunta Luis Mateos–. El cultivo de la vid depende mucho de las estaciones. Si estuviera en el Ecuador, sería una liana, apenas daría uvas… Gracias a la poda y la vigilancia, le sacamos los frutos. El año pasado, por ejemplo, veníamos de temporadas muy secas y vino la lluvia justo en la pandemia. Es como si tienes que hace tu compra para la semana corriendo y en diez minutos… haces lo que puedes. Por ahora, con el frío de enero y las lluvias, las plantas están descansando”.

El estrés climático es parte del problema que se está teniendo con los hongos de madera. La decadencia que, desde hace tres años, sufren las viñas del marco de Jerez. “Se mueren las cepas nuevas, y toda la que se pone desde el segundo año plantación, da problemas”, comenta Yolanda Gil, que ha realizado ensayos con trichodermas, además de productos “elicitores”, como el extracto de mimosa, para estimular el mecanismo de defensa de las plantas. Aunque las pruebas han supuesto “mejoras considerables”, los resultados son más esperanzadores cuanto menos avejentada y afectada está la viña.

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