Historias de dolor, hueso y pellejo
La crisis también mata de hambre a esos caballos que fueron el capricho de los nuevos ricos · Miles de ellos son abandonados ahora por sus dueños
Este recorrido por la muerte sigue por toda Andalucía y resto del país. No se libra nadie. Pero en Andalucía el panorama se recrudece. En Jerez, por ejemplo, la ciudad del caballo, la situación es espeluznante. La crisis y la benevolencia de la ley andan detrás de este hábito que no hace más que crecer en la comarca. El Ayuntamiento ha anunciado que creará un centro zoosanitario para recoger a los caballos abandonados y que mantiene al día un censo de ejemplares.
Del abandono no se salvan ni los purasangre. Los caballos son abandonados u olvidados en picaderos por sus dueños, en su mayoría esos nuevos ricos que, ocasionalmente, llegan de la capital para exhibir sus caballos en las ferias y El Rocío y que los abandonan o dejan en prenda. "Si no puedo mantener a mi familia, ¿cómo voy a dar de comer a los caballos?", argumenta un ganadero. "Tras el estallido de la 'operación Malaya', muchos nuevos propietarios que entraron en prisión se vieron obligados a abandonar sus cuadras". Aquello fue el 'efecto Roca', "un hombre que aglutinó una cuadra como colofón del símbolo en su estatus de nuevo rico", dice Virginia Solera, hermana de la fundadora de un complejo de más de 33.000 metros cuadrados. Su nombre es Concordia Solera, una madrileña entregada a los animales y conocida en Málaga como la Salvadora de los caballos.
CyD Santa María, una barriada cercana a Coín, Málaga, es la única organización que en Andalucía da refugio, cuidado y rehabilitación a los caballos enfermos y abandonados. Hasta aquí han llegado caballos con distintos grados de cueldad y desprecio por la vida: Équidos con la cabeza cortada para no identificar el microchip, atados en cuadras sin compañía, quemados por cigarrillos, maltratados hasta perder la vista, abandonados sin agua ni comida, hasta que sólo mueran o queden en hueso y pellejo. Caballos que realojan lacerados por falta de alimentos, víctimas o causantes de accidentes de tráfico en busca de comida y que llegan con 150 kilos cuando deberían pesar los 600.
Muchos de ellos han sido rebautizados. Galante, por ejemplo, al que una linfangitis causada por una cadena atada a una de sus patas le tiene la mayor parte del día en su cuadra, es un caballo que enamora; se le llamó así porque es el 'galán' del albergue y es la admiración de sus voluntarios. La linfangitis también la padece Estrella. Luego está la yegua Promesa, que fue recogida con cien kilos cuando debería de pesar más de 500. Es, posiblemente, el caso de desnutrición más aguda que han recibido. A Promesa le llamaron así porque, al descubrirla, maltratada, abandonada y con sus patas llenas de plomillos, no pudieron salvarle de un fanagal. Pero se prometieron a sí mismos volver y salvarla. Con ayuda del Seprona de Fuengirola-Mijas, los voluntarios del albergue lograron que siguiera con vida. Finalmente, murió en el refugio rodeada de mucho amor.
A la burra Luna llena, que también llegó de aquella manera, se le bautizó así por la llamada que, de madrugada, hizo la Guardia Civil al albergue tras arrollar un tren a una manada de burros. Se le mostró a su cría muerta, lo comprendió y, dócilmente, entró en el refugio. O Valor, que según las hermanas, se le puso como nombre por todo el valor que había sufrido de malos tratos a los que sobrevivió. Y Nueva York, el favorito de Virginia, sufrió malos tratos en su cara: Donde tenía que tener un ojo, ahora es un agujero gris que desparrama un líquido espeso, como una lágrima de gelatina.
La fundación del albergue no fue una casualidad. Concordia y su familia lo levantaron con sus propias manos. Hace quince años, Concordia se trasladó a Málaga, cuando participaba en un equipo de equitación. Concordia, la Salvadora, tuvo ocasión de ver animales en situación de abandono, enfermos o descuidados. Recogió caballos en el Club Hípico Limonar, más tarde en Alhaurín Golf, pero comprobó que aquello resultaba muy caro. Por eso se decidió a comprar una finca que levantó con mucho esfuerzo con ayuda de Virginia y sus padres.
El teléfono no para en el refugio. Concordia y Virginia creen que, en los dos últimos años, la demanda de atención sanitaria ha aumentado alrededor del 30%. Las dos hermanas reconocen que si hubiera que acoger cincuenta caballos más, lo haríamos, "pero no hay medios para encargarse de ese número". Reciben a diario llamadas de toda España. Pero en Andalucía, la mayoría de ellas provienen de Cádiz y Málaga; luego, de Córdoba y Sevilla. "Lo de Cádiz es preocupante, pero la respuesta siempre es negativa. El refugio -explica Virginia- acoge actualmente unos 30 caballos en proceso de recuperación. Nuestros voluntarios son sólo unos 10, tenemos un centenar de socios y algunos no pueden ya pagar la cuota. Necesitamos urgentemente socios, solidaridad, caridad y ayuda".
Algo, aunque poco, de ayuda al albergue servirá el calendario que la asociación prepara. La idea surgió de la fotógrafa Jan Hammond y su marido, militar en Rota, que 'engatusaron' a unos treinta 'marines' de la Base para, cada dos años, hacer obras menores en el refugio y que aparecerán manejando caballos en el calendario. Despues de diez años, si no dinero, la asociación ha logrado prestigio. "Tratamos de darles refugio, educación y, acto seguido, la denuncia".
El Seprona está al límite: desde 2007, las denuncias por abandono se han multiplicado por cinco. El recorrido del abandono y muerte no acaba y se expande por casi todo el país. Hasta el pura raza española peligra. Mal panorama. Como el que cada día ve desde su ojo maltrecho Nueva York, desparramando unas lágrimas de gelatina.
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