Incendio de Puerto Real: Tierra quemada, corazones calientes

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El día después del incendio deja imágenes dantescas y relatos dramáticos de vecinos aún asustados

Un joven sufrió quemaduras en las manos al tratar de salvar de las llamas su vehículo

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Aspecto de Las Canteras este lunes.
Aspecto de Las Canteras este lunes. / Julio González

Puerto Real/El olor a tierra quemada es penetrante. Asciende por la nariz y se bifurca para resecar la garganta y humedecer unos ojos que intentan acostumbrarse a la negrura del paisaje. Las Canteras está de luto. El pulmón verde de la Bahía de Cádiz parece ahora el órgano putrefacto de un fumador compulsivo. De la tierra todavía salen volutas de humo que buscan altura y se agrupan para formar una neblina de tristeza. Es Puerto Real pero parece Mordor. Rescoldos, altas temperaturas, pestilencia que se adhiere a la ropa y a la carne, pinos consumidos y vecinos de ojos vidriosos que aún no se explican cómo puede haber desalmados capaces de quemar un parque natural por intereses espurios.

El día después del atentado medioambiental ofrece un paisaje desolado y muchas historias que contar. Ningún vecino duda ya de que el fuego, los fuegos, fueron provocados. Varios focos separados por tanta distancia y que comienzan a arder casi simultáneamente no pueden ser fruto de la casualidad. El imaginario popular funciona a toda máquina. “Eran varios, con motos y garrafas de gasolina. Se movían con rapidez. De la zona de la Feria al Hospital, del Camino del Cura al Barrio Jarana. Unos hijos de puta”, dice una joven vecina que no dudó ayer en agarrar el cubo y batallar cuerpo a cuerpo con las llamas.

Pero la versión oficial la contradice. Mercedes Colombo, delegada de la Junta en Cádiz, cuenta que la hipótesis del fuego intencionado gana por mayoría al resto. Pero nadie ha visto nada. “Ni motos, ni chavales con gasolina ni nada de nada. La Policía está trabajando pero hasta el momento no tenemos testigos presenciales. Mucho rumor ciudadano pero nada más”.

En los alrededores, además de curiosos, hay multitud de vecinos apostados en las puertas de sus casas. Las conversaciones se solapan. Dos mujeres cuentan cómo empezó la pesadilla y por qué no abandonaron sus viviendas. “El fuego lo vimos casi a las tres y media. Habíamos comido y nos llamaron. Venía rápido empujado por el viento. Iba saltando de árbol a árbol. La temperatura subió. Nosotros cogimos las mangueras y comenzamos a refrescar toda la zona, pero no sabíamos si íbamos a poder frenarlo”, cuentan.

La cuestión era que las pavesas salían volando y atravesaban los pocos metros que separaban Las Canteras de sus unifamiliares alineados. Alguna de ella llegó a caer detrás e incendiar un pequeño jardín trasero de la urbanización.

El Renault Kadjar alcanzado por el incendio.
El Renault Kadjar alcanzado por el incendio. / Julio González

El fuego deja historias humanas muy complicadas. Por ejemplo la de Saúl, que estaba en su casa de la calle Aries junto a su familia, con su pequeño de cuatro días, un recién nacido que tuvo que abandonar la vivienda a toda prisa. Justo en frente de su domicilio hay un pequeño parterre rectangular con varios pinos que también ardieron. La mala fortuna hizo que su Renault Kadjar blanco se viera afectado por las llamas y que Saúl, en su intento por ponerlo a salvo, sufriera quemaduras en sus manos. Finalmente no pudo evitar que el fuego lo devorara y que en esta mañana de lunes sus restos queden ante los vecinos como testigo mudo de la desgracia.

Amanda, una joven vecina, cuenta su dramática experiencia. “Tenía que irme para Cádiz a trabajar en el partido del Trofeo, pero cuando se declaró el fuego llamé a mi jefe y le dije que no podía irme. Cogí un cubo y me fui para la zona de la autopista, que era donde había menos gente. Y ahí que nos pusimos a echar agua. El calor era insoportable. La gente llegaba con mangueras, con cubos, con todo lo que podía. Yo creo que había más de cien personas haciendo cadenas humanas para intentar que el fuego no avanzara. El pueblo de Puerto Real se ha volcado. Venía gente de todos lados, de la otra punta, para echar una mano. No me cabe duda de que esto ha sido provocado”, decía.

Desde el interior de Villa Mari se ve la cercanía de los rastros del incendio.
Desde el interior de Villa Mari se ve la cercanía de los rastros del incendio. / Julio González

Una de las casas más cercanas al incendio se llama Villa Mari. Y que se salvara de unas llamas alejadas apenas por una carretera de cinco metros es un misterio. Cuando se declaró el fuego la propietaria estaba sola. “Vinimos y nos llevamos a mi suegra corriendo, pero mi marido y su hermano se quedaron aquí echando agua a todas las chispas que caían traídas por el viento. Con lo seco que está todo es raro que no ardieran los naranjos”, dice mientras señala un árbol que se ve chamuscado por algunas ramas pero que ha sobrevivido a las altas temperaturas.

Uno de los hijos de esta señora relata que se le quedó grabada una imagen. “Estaba con la manguera echando agua por donde podía cuando apareció un mirlo y se metió justo debajo del chorro. Se ve que el pajarillo estaba abrasándose por el calor que salía de Las Canteras. Se me saltaron las lágrimas”, dice.

Cubos y palanganas preparados por si hay que volver a usarlos para frenar las llamas.
Cubos y palanganas preparados por si hay que volver a usarlos para frenar las llamas. / Julio González

La zona más cercana al fuego está todavía llena de cubos, palanganas y mangueras. No se sabe si se trata de un abandono masivo de plástico o, más bien, de una especie de retén ciudadano por si las llamas volvieran a la vida. Durante nuestro paseo llegamos a internarnos unos metros y comprobamos que sólo el sendero de tierra aporta un color diferente al negro. Incluso los arbustos han ardido con virulencia. Hasta algunos postes telefónicos. Uno de los vecinos apunta que el recinto donde se instala la feria puertorrealeña hizo de improvisado cortafuegos ante las llamas. “Menos mal que lo desbrozaron hace poco para la feria, porque esto antes estaba lleno de matorrajos que llegaban hasta la rodilla. Si el fuego hubiera encontrado ese terreno abonado es muy posible que hubiera alcanzado algunas de nuestras casas”, comenta.

Otra de las zonas afectadas es el conocido como Camino del Cura, una vía estrecha y sin asfaltar que se sitúa justamente a la espalda del Parque Natural de Las Canteras. Muchos vecinos de estas casas fueron desalojadas porque el viento empujaba el fuego hacia ellas, otros sin embargo prefirieron resistir. “No queríamos dejar nuestras casas desamparadas. Había que echar agua y frenar el fuego como fuera”, dice una vecina que reconoce haber vivido uno de los peores días de su vida.

Otra apunta que en los 20 años que llevaba viviendo en la zona de Las Canteras “jamás” había tenido que presenciar algo semejante. “Es verdad que en más de una ocasión hemos sufrido algún conato de incendio. Recuerdo uno por la zona del Clínico, otro por la Subestación Eléctrica, pero nunca habían llegado tan lejos. Esta vez yo creo que estaban más organizados y que han utilizado algún tipo de acelerador del fuego para que la temperatura se elevara rápidamente, porque no era normal ver cómo avanzaban las llamas”.

Además, algunos vecinos llaman la atención sobre la negrura del humo. “Era como si le hubieran echado gasolina. Un calor tremendo, tremendo. Un infierno”.

Con el paso de los días la tierra quemada se irá enfriando, pero los corazones solidarios de los puertorrealeños no perderán su calor. Serán muchos los que en el futuro recordarán como la unión de los vecinos y la espléndida intervención del Consorcio Provincial de Bomberos y el Infoca, además de Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local y Protección Civil, construyó un muro ante la barbarie destructiva de un incendio provocado.

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