Jesús Maeztu, el hombre que mira de frente a la pobreza
Perfil
Ex sacerdote, docente y Defensor del Pueblo Andaluz, será nombrado Hijo Predilecto de Cádiz el próximo lunes
Pudo haber sido un niño bien pero no lo fue. De ascendencia vasca, nació en Medina Sidonia (1943), en el seno de una familia acomodada. Su padre, banquero y su madre, maestra. El tercero de cuatro hermanos, el último varón, se negaba a comer gambas, carnes y otros productos de calidad exquisita cuando se sentaba a la mesa. Pronto se le atragantaron las desigualdades sociales. Desde muy joven, supo que la vida no trata a todos por igual. Jesús Maeztu, actual Defensor del Pueblo Andaluz, salió de su buena cuna y miró a la pobreza de frente para erradicarla. Por eso y por muchos años de lucha en defensa de los intereses de los más vulnerables, Maeztu será distinguido el próximo lunes como Hijo Predilecto de Cádiz por la Diputación Provincial.
Los que lo conocen a fondo, dicen que Jesús Maeztu heredó su humanismo de su madre, una mujer generosa que repartió bienes a los necesitados de Medina. A finales de los 60, cuando Jesús tenía veintipocos años, ella falleció. Al entierro acudieron muchos vecinos del pueblo, gente humilde que quiso dar el último adiós a una mujer que llevó a cabo una importante función social que su hijo heredó.
Ese carácter humanitario llevó a Maeztu a cursar estudios en el seminario de Cádiz. Obtuvo el mejor expediente académico, lo que le permitió continuar su formación en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde se licenció en Teología y en Filosofía, además de ordenarse sacerdote.
Culminado su ciclo salmantino, volvió a sus orígenes. Primer destino: el Cerro del Moro, en la capital gaditana. Era 1969. Maeztu tenía 25 años cuando recaló en esta barriada golpeada entonces por la miseria, la delincuencia, las drogas y la prostitución. Lo recibió un barrio obrero en el que las familias lo estaban pasando mal, muy mal. La llegada del ‘cura obrero’ fue bien vista en una comunidad que había perdido la fe, no tanto en el cristianismo, sino en la prosperidad y en un futuro mejor.
A pesar de tener dos carreras, Maeztu aprendió de la vida en el Cerro. Durante una década desarrolló un importante movimiento asociativo desde la parroquia de la Asunción para reivindicar mejoras en el barrio y dignificarlo. “Éramos el santuario de los que luchaban”, dijo en una entrevista publicada en este medio el 24 de mayo de 2013.
En la parroquia cobijó a dirigentes sindicales durante la dictadura franquista; ayudó a mujeres y a otros colectivos minoritarios; impulsó un concurso de caza de ratas para dejar en evidencia la dejadez de la administración de turno frente al barrio; creó el colectivo ‘1 de mayo’, en un guiño al Día del Trabajador (y al único bar del Cerro, que se llamaba ‘2 de mayo’)... También visitó en aquella época el Campo de Gibraltar, en concreto, La Línea, un municipio que vivió momentos difíciles por la precariedad y la pobreza de su gente.
En esos años, Jesús Maeztu tomó una dura decisión: colgó la sotana. No fue fácil, pero lo consiguió. Hoy algunos no se lo perdonarían. Maeztu sentía que no era un funcionario de la Iglesia. Su vocación de servicio iba más allá. Esa forma de mirar a la gente dejó de encontrarla en la institución eclesiástica.
Su lucha fue constante a lo largo de esa década en la que trabajó a pie de calle, con las personas. Los vecinos le pedían con bastante asiduidad asesoramiento legal y eso lo condujo a estudiar Derecho en Sevilla para estar mejor formado. Allí se enamoró de una vejeriega, Juana María Gomar, con la que tuvo dos hijas, Beatriz y Clara.
Afincado ya en Sevilla, sacó la diplomatura de Relaciones Laborales y comenzó su incursión en el campo del Derecho Laboral. Formó a letrados y fue miembro fundador en 1981 de la asociación de juristas de Sevilla Derecho y Democracia, muy activa en la transición.
Entre 1991 y 1994, Maeztu fue adjunto al Defensor del Pueblo Andaluz y de 1995 a 1996 asumió la defensoría en funciones tras finalizar su mandato Manuel Conde-Pumpido. Entre 2003 y 2013 Maeztu estuvo al frente del Comisionado del Polígono Sur de Sevilla, donde dirigió la recuperación integral de la zona, una de las más deprimidas de la ciudad hispalense. De 2013 a 2018 desempeñó su primer mandato como Defensor del Pueblo Andaluz, cargó que revalidó en 2019 y que ostentará hasta 2024.
A sus 77 años, mantiene un fuerte vínculo con Cádiz aunque esté afincado en Sevilla. Es de Medina, su mujer es de Vejer y tiene casa en Conil, donde se escapa cada vez que puede. La Janda le tira. También conoce a muchas personas de la Bahía y de los Pueblos Blancos. Presume de Cádiz allá donde va y se siente orgulloso de ser de aquí. Maeztu, aseguran, representa a la perfección la idiosincrasia de Cádiz por su ansia de libertad.
Fumador de puros confeso, le encantan las patatas fritas con huevos. No es ostentoso, tampoco para comer. En sus desayunos, eso sí, que no le falte el jamón y el aceite de oliva en la rebanada de pan.
Maeztu ha abordado múltiples facetas a lo largo de su trayectoria. Sacerdote, docente en la Universidad de Sevilla, comisionado en el Polígono Sur... Ahora bien, el puesto de Defensor del Pueblo Andaluz está hecho a su medida. Luchar por los derechos de la ciudadanía con un trato afable, cercano y siempre atento han caracterizado su labor social así como su gestión de lo público de una forma honrada y transparente.
Atesora diferentes distinciones, como la Medalla al Mérito al Trabajo o la Medalla de Andalucía, si bien el reconocimiento que le otorga ahora la Diputación Provincial supone para él un gran honor, quizás, el mejor título recibido. Cádiz es su pasión y ser nombrado Hijo Predilecto le ensancha el orgullo gadita por los cuatro costados.
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