"Perdí, fui al paro y caí en la depresión. No estaba preparado"
José Antonio Barroso. ex alcalde de puerto real
Después de la política. El que fue alcalde de Puerto Real 28 años vive ahora en La Habana y explica en esta entrevista un fenómeno poco conocido: qué pasa por la cabeza de un político cuando los votos le echan.
Adía de hoy José Antonio Barroso aún conserva el título honorario de alcalde de la democracia en la provincia con más años en el cargo. Fue descabalgado hace seis años tras un gran revolcón electoral. Hace tiempo que vive en Cuba. Por primera vez cuenta cómo fue su caída, habla de su depresión y de las puñaladas de la política.
-Fue alcalde de Puerto Real 28 años, más otros cuatro en la oposición. 32 años en política y, de repente, nada.
-Fue una derrota sin paliativos. Le di miles de vueltas. Hubo un tiempo en que yo moría de éxito. Abría la boca y todo el mundo se hacía eco. Era una estrella de la polítca. Y, como usted dice, de repente no era nada. ¿Por qué? Quizá el cansancio de tantos años y que lo quieras o no el cierre de una gran fábrica como Delphi siempre acaba salpicando. También había muchos que no entendían cómo se mantenían las políticas de solidaridad, aunque no le costara nada al Ayuntamiento... La cuestión es que el pueblo me dio la espalda y eso costó superarlo después de tanto tiempo.
-Se le vino el mundo encima.
-Me ha costado mucho aprender que se es más feliz cuando dejas a un lado lo que no tiene remedio. Mi teléfono dejó de sonar y cuando yo llamaba mis compañeros de toda la vida no me descolgaban. Me quedé en el paro y con el tiempo se me acabó la prestación de desempleo.
-¿Pasó penuria económica?
-No, si entendemos que tenía para comer y donde dormir y guarecerme de las contingencias climáticas. Vivía de la que era mi pareja. Pero la autoestima se te va por el sumidero. Pude comprender mejor el drama de toda esa gente que iba a exigir un trabajo desabridamente al Ayuntamiento. Pero, claro, yo no me iba a ir a la puerta del Ayuntamiento.
-¿Buscó trabajo?
-Me habían desalojado del Ayuntamiento con 60 años y yo había empezado con 27. Con 27 era alcalde. No es que no sepas hacer otra cosa, es que estás en una edad que no consideras que puedas aprender otra cosa y desarrollarlo.
-¿Sus compañeros de Izquierda Unida no se ocuparon?
-Desaparecí para ellos. Fue una frustración en lo emocional. Parecía que no existía. De Diego Valderas y José Luis Centella puedo estimar la posibilidad de no volverles a saludar en la vida. No consideraron la posibilidad de tenerme ni como asesor áulico. Recuerdo que hicieron un programa de radio sobre Las Aletas e IU designó a Pedro Romero, que era el alcalde de Espera, para hablar. Olvidándose de Puerto Real se olvidaban de mí.
-Algo les habría hecho.
-Lo único que les hice fue ganar elecciones tras elecciones. Manolo Cárdenas fue el único que me llamó y me dijo hay que ver qué mal se han portado contigo. Me encontré absolutamente desubicado. Había dedicado toda mi vida a un proyecto político y sentía que todo eso no había servido para nada, como si hubieran borrado toda mi vida.
-¿Entró en depresión?
-Sí, sin duda, fue un proceso depresivo que me hubiera podido llevar por una senda más dramática. No estaba preparado. Aunque era de presumir que algún día sucediera, para mí fue incomprensible. Me decía: no he hecho amigos, ni afines, sólo he propiciado fobias. No sabía a quién recurrir. ¿Tan mal lo he hecho, no ya como alcalde, que se supone que era buen gestor, ya que me reelegían una y otra vez, sino como persona?
-Usted acabó deprimido, pero otro compañero suyo de generación, también alcalde muchos años, Pedro Pacheco, ha acabado peor: en la cárcel.
-Me he acordado bastante de Pedro. El resultado de su vida es tremendamente injusto. Yo no sé el mal que haya podido hacer, pero él está en la cárcel y los Bárcenas, los Pujol, todos eso, no. Cómo es posible que tantos años al servicio público le esté costando lo que le está costando en sus últimos años de vida cuando debería estar con su mujer y sus nietos...
-También usted se sentó en el banquillo. Hubiera podido pasarle lo mismo.
-Es cierto, empleé el dinero del Plan Zapatero, que era un plan inútil, para cosas más necesarias. El juez vio la prioridad de la caja única. No me llevé nada, no había ningún delito. El yerno del Rey sí se lo llevó y se le ha condenado, pero todavía tengo que verle en la cárcel.
-Por una cosa parecida a la suya la exalcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, sí fue a la cárcel.
-El crimen y castigo de los alcaldes. No habla muy bien de nuestra Justicia enviar a la cárcel a gente que no se ha llevado un duro.
-Fue condenado por injurias al Rey. Ahora hay otro Rey. Si lo tuviera delante, ¿qué le diría?
-Sigo siendo furibundamente republicano, antimonárquico y antiborbónico. En aquel caso de las injurias quizá no medí que las opiniones que yo vertía no eran las que existían en mi pueblo. El anterior Rey no se llevaba mal con Fidel, pero no le dejaron ir a Cuba. Yo le diría al nuevo Rey que fuera a Cuba porque le hace falta a Cuba y le hace falta a España.
-Estaba usted en las últimas y Cuba llegó en su rescate. Su relación con Cuba viene de lejos.
-Yo he tenido una gran relación con Cuba, pero Cuba no me rescató de nada ni la Cuba que yo me he encontrado ahora era mi Arcadia feliz, no representaba la Cuba que yo admiré. Fidel ya no estaba al frente del país, había cambiado la composición épica del proceso revolucionario .
-¿Cómo era la Cuba con la que entró en contacto como alcalde y que hizo de usted un amigo del régimen castrista?
-A principios de los 90 la situación de Cuba era desesperada. El PIB había caído un 37%, de comerciar con catorce millones de toneladas de petróleo habían pasado a dos con mucho azufre y muy pesado, de muy baja calidad. El recrudecimiento del embargo con la caída del telón de acero dejaba la sociedad cubana en un nivel de desarrollo industrial próximo al neolítico. Y entonces yo, como cargo público, me negué a unirme al coro de linchadores y me signifiqué como admirador de la épica cubana y defendí a Cuba y a su revolución.
-Lo de Castro y usted fue un flechazo.
-Fidel era una fuerza de la naturaleza y desde que nos conocimos hubo química. En 1992 me invitó a compartir en Cienfuegos tribuna con él en la conmemoración del triunfo de la revolución. El año anterior se había sentado Nelson Mandela en el mismo sitio que yo me senté.
-¿Su muerte le pilló en Cuba?
-No, estaba en Puerto Real. Fue un gran amigo, Miguel Cuesta, el que me despertó de madrugada para darme la noticia. Tuve una sensación muy difícil de explicar, como si hubiera llegado un momento que nunca iba a llegar. Me afectó emocionalmente. Rápidamente regresé a Cuba, llegué el día del funeral. Estaba afectado en lo más profundo de mi corazón. Y si quiere saber si lloré, sí, lloré, lloré por Fidel. Se iba una parte de mi vida con él.
-Pero usted conocía Cuba lo suficiente para ver cómo la revolución había derivado en un régimen represivo. Cuántos intelectuales se desencantaron de esa revolución.
-Todos los que se quejaban de cómo se había conducido el régimen cubano parecían olvidar cómo ese pequeño país había tenido que repeler todo tipo de agresiones: terroristas, políticas y económicas. Esas agresiones querían someter al pueblo cubano a la dictadura del dolor para hacer cambiar la opinión de un pueblo que abrazaba a su revolución y admiraba a su comandante en jefe.
-Algo le parecería mal del proceso revolucionario...
-La madre siempre es la madre, aunque alguna vez sea indefendible. Para mí la Cuba de Fidel es lo más digno del universo conocido.
-Ahora hay dólares.
-No nos engañemos, el bloqueo sigue existiendo. Cuba no puede acceder a los mercadoss americanos para importar y exportar. Eso es malo para Cuba, pero también para Estados Unidos, que no puede acceder a la contribución de la biotecnología cubana, que es una de las más avanzadas del mundo.
-¿Cómo vive en La Habana?
-Como un cubano más. Pregunte allí por el compañero Barroso. Según los miserables de la política puertorrealeña yo tengo allí una cadena de hoteles, varias líneas de autobuses y no sé cuántos paladares. Yo se lo digo, venga, es totalmente cierto. Soy un magnate. Cuando vaya a La Habana pregunte a cualquiera por la cadena hotelera Barroso Park...
-¿Hay escasez?
-Escasez no hay, hay poca variedad.
-¿Y cómo se vive tan cerca de Trump?
-Ah, Tromp. Trompo le llaman allí. Llega este cretino muy jaleado y a quien retrata es a los cubanos de Miami. La naturaleza de vendepatrias aún existe en esa gusanera cubana que con su apoyo al cenutrio de Tromp se incapacitan ante la inmensa mayoría de los cubanos.
-¿De verdad que no le ilusionó ni un poquito a usted, como revolucionario, la irrupción en España de una fuerza como Podemos?
-A mí no me ha ilusionado nada. Parafraseando al derecho romano, uno debe acudir siempre al qui prodes, es decir, a quién interesa. ¿A qué obedece que se proyecte con tanta rapidez? No busque las causas en Venezuela, búsquelas en España y hágase la pregunta :¿a quién interesa? Busque en el entorno de La Sexta y en sus propietarios.
-Asesoraron a Chávez y usted simpatiza con el chavismo.
-Bueno, que le cuenten la gente de IU lo que le decía Chavez a Monedero cuando esté ponía en duda el régimen de Castro. ¿Usted en qué acera está?, le dijo Chávez. El proyecto de Chávez era la democratización de la felicidad, mientras que Maduro es un cobarde incapaz de recuperar la capacidad importadora nacionalizándola y quitándose de en medio a a las grandes agencias.
-¿Qué le parece Kichi?
-Yo me quedé en Paco Alba.
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