Menores y nuevas tecnologías: el móvil en la comunión y el lobo en la puerta
sociedad
Esta semana, la iniciativa Adolescencia Libre de Móviles ha surgido en varias provincias
La plataforma saca a debate público cuestiones como la edad, el uso en centros escolares o la inercia adictiva
Desde el análisis, las conclusiones llaman al uso razonado de las pantallas
Cuando Gorki entró por primera vez en una sala de cine, salió de allí tan espantado que describió la experiencia, plasmada en un artículo, como El reino de las sombras: “La visión es espantosa porque lo que se mueven son las sombras, nada más que sombras. Encantamientos y fantasmas”.
Entiendo a Gorki. Cuando veo vídeos de TikTok, mi cara debe ser parecida-casi-idéntica a la de mi abuela cuando veía a las Mamá Chicho en la tele.
“Cualquier tecnología provoca una reacción: con la radio se iba a dejar de leer, con la tele se iba a dejar de escuchar la radio... No estamos acostumbrados a ellas y no sabemos cómo usarlas –indica Borja del Pozo, investigador adscrito al área de Ciencias de la Salud de la Universidad de Cádiz–. Así que todo esto provoca confusión. En Australia, donde trabajo mucho, hay guías que prohíben por completo las pantallas hasta los dos años y, de dos a cinco, dos horas al día”.
Del Pozo es uno de los autores del estudio sobre riesgos y beneficios asociados al uso de las pantallas en los jóvenes aparecido esta semana en la revista especializada Nature. La conclusión, que cruzaba 102 metaanálisis previos, era que los efectos de las pantallas en niños y adolescentes son pequeños y su influencia variaba según dispositivo, contenido y contexto. Por eso, para el investigador, la alarma actual en torno al uso de móviles “no se justifica del todo”.
Entre los efectos negativos que siempre se han dicho, por ejemplo, está la relación entre pantalla y miopía, pero “no hay ningún estudio fundamentado”, añade Borja del Pozo, que lo demuestre. Sí que tiene un efecto en el sedentarismo, “pero yo diría que el hacer ejercicio es una cuestión más bien política, estructural”, indica.
“Que las pantallas sean buenas o malas es algo más complejo que el blanco o negro. Científicamente, la prohibición está injustificada: depende del contenido, del uso y de con quién lo usa –desarrolla–. Hay que hacer una aproximación inteligente al problema: porque está realidad es la que viene y es muy cambiante”.
De hecho, el mismo grupo de investigadores implicado en este artículo está trabajando actualmente en un proyecto para intentar mejorar los estudios científicos que existen hasta la fecha respecto al uso de pantallas, usando cámaras y algoritmos de IA.
El texto vino a aparecer justo en la misma semana en la que salía a la luz la plataforma Adolescencia Libre de Móviles, plataforma Adolescencia Libre de Móviles,una iniciativa nacida en Cataluña, entre un grupo de familias en Poblenou preocupadas por la epidemia de pantallas a temprana edad. La propuesta ha ido sumando en los últimos días a miles de padres y docentes de toda España, alertados porque el fenómeno se esté expandiendo sin regulación y sin guía.
En Andalucía, el grupo de Málaga es el que sirve de tractor en la comunidad autónoma, “con varios grupos de familias que formamos espacios de diálogos y de debate sobre educación y crianza, que no siempre es lo que dicta la mayoría social”, explica Macu Cristófol en su nombre. En dos días, les llegaron al Whatsapp 800 solicitudes: “El grupo se creó el domingo pasado, y a lo largo de la semana se han ido añadiendo grupos de otras provincias andaluzas. Por ahora, la iniciativa está teniendo muy buena respuesta por parte de instituciones y educadores”, añade. En Cádiz, la plataforma –que usa Telegram– tuvo su primera reunión este jueves y cuenta ya con unos 150 interesados.
“Lo que queremos –continúa Macu Cristófol– es llevar a debate el tema y tomar conciencia de qué estamos haciendo con nuestros jóvenes porque, inevitablemente, lo que estamos viendo, es que los móviles son fácilmente una puerta a contenidos inapropiados, adicción, acoso y contacto con desconocidos: ahora mismo tienen una facilidad absoluta para entrar en cualquier lugar, con cualquier persona, y cerrar la puerta”. Y tú estás en otro edificio. “En Andalucía –añade– queremos formar una red desde los centros educativos, las AMPA y el profesorado, así como una Plataforma Docente por una Digitalización Responsable. Es un trabajo de cercanía y fuelle, porque esto no es para el corto plazo, es para el medio”.
“Aunque entiendo que la tecnología se ha sofisticado tanto que es normal estar a la defensiva, el asustarse con todo esto es un poco de señor mayor, como cuando se inventó el ferrocarril y había gente que decía que no seríamos capaces de respirar”, abunda al respecto Dani Sánchez-Crespo, programador informático, divulgador y autor del libro Pensar más, pensar mejor (Debate). “Da la sensación de que la complejidad del mundo nos está dejando atrás, pero hay que asumir el escenario actual en lo que tiene de riesgo y oportunidad”.
“Parece que le estamos pidiendo al Estado lo que deberíamos hacer como padres, cuando nuestra misión es precisamente la de graduar, ir abriendo al niño al mundo –prosigue–. Si con 14 años, la niña empieza a pasear por el barrio porque tiene amigas, pues podemos ver si el móvil le va bien o le va mal: por un lado, le da seguridad, me puede llamar, la puedo localizar, dar dinero para pagar en el súper... Yo es que no soy nunca partidario de posiciones muy radicales. Puedes poner edad madurativa a cosas como el derecho al voto o conducir, pero ponérselo al móvil me parece sobredimensionado porque, bien utilizados, son una gran cosa”.
La edad es, precisamente, uno de los caballos de batalla. El móvil se ha convertido en el preciado objeto de ritual de paso, ya sea en la comunión o en la llegada al instituto, donde ya parece derecho inalienable. Para Adolescencia Libre de Móviles, el haber convertido el terminal en emblema de rito de paso es un error: “Cualquier especialista en psicología evolutiva te dirá que los niveles de madurez de un chaval de 12 años no tienen nada que ver con uno de 14 –indica la portavoz–. Absolutamente todos los elementos que ahora mismo están prohibidos a menores pasaron por una etapa en que no lo estaban hasta que la sociedad se dio cuenta de que eso no debía ser. Y, respecto a las nuevas tecnologías, creo que aún estamos en la fase de ensayo y error. No se trata de no darles acceso, pero no hay por qué tener un dispositivo personal antes de los 14 y, hasta los 16, practicar un uso responsable con ellos”.
Aunque tienda a relativizar, Sánchez-Crespo mantiene, sin embargo, dos líneas rojas respecto al uso de móviles y adolescentes. La primera, nada de móviles en el colegio. “Al cole o al instituto vas a aprender y socializar, y no te va a servir para ninguna de las dos cosas, a no ser que se esté haciendo un proyecto específico, claro. Así que, que los centros se declaren zona sin móviles me parece perfecto”. Un escenario que, comentan desde la plataforma, “se podría afinar un poco más si desde las consejerías o desde un Real Decreto hubiera instrucciones al respecto”.
La segunda, nada (o casi nada) de redes sociales, especialmente, Tik Tok, Instagram y Twitter: “O, al menos, ir graduando. Mi hija tiene Whatsapp para estar en su grupillo de amigas, y Pinterest. Cuando me dice que por qué no Tik Tok, le digo que no, porque es adictivo, es una pérdida de tiempo y no tiene un contenido interesante. Para eso, que vea los vídeos de manualidades de YouTube. Es que nos hemos olvidado de qué es educar”.
Precisamente por eso, porque los chavales son nuestra responsabilidad, “hemos de enseñarles a manejar esta tecnología de forma saludable porque, aunque somos conscientes de que todo lo digital es también una riqueza y un facilitador de vida, no es una tecnología neutra: es adictiva”, apunta Cristófol.
Para Borja del Pozo, sin embargo, no hay ninguna justificación para prohibir el móvil en clase, “aunque si es para que no estén en redes o no hagan vídeos, lo veo lógico. Pero intentaría hacer de eso una puesta en común con el alumnado. Quizá podríamos desarrollar app específicas y darle un uso educativo”. Para el investigador, el tema de la edad también depende de cada niño, aunque dándole un móvil en la comunión “lo expones a riesgos innecesarios”.
¿El más evidente? Lo dejas con un atrapamoscas perfecto, el carrusel de la dopamina: “El scroll infinito es el captador de atención más eficiente –desarrolla Dani Sánchez-Crespo–. A nuestro cerebro le encanta la novedad, y las redes sociales te ofrecen una novedad continua: tiras para abajo y así podrías estar todo el día, aunque el resultado de todo eso suele ser igual a nada”. La expresión de cualquiera de nosotros enredado en un scroll es muy parecida a la de una persona bajo hipnosis. “Estas pequeñas satisfacciones a nivel cerebral se usan para generar ese enganche: lo único frente a esto es tomar conciencia. Nuestro cerebro, a menos que lo eduquemos, va a seguir pidiendo chuches”.
“Cualquier plataforma –continúa– diseña contenidos parar generar el famoso engagement: a todos nos gusta Juego de Tronos, pero debemos saber tener autocontrol para parar”.
Ocurre que engagement (fidelidad, compromiso) suena demasiado a enganche. Si las mentes más privilegiadas del planeta diseñan algo concebido para engancharme, ¿quién soy yo, pobre mortal, para resistir? Habiendo trabajado toda la vida para la industria el videojuego, Sánchez-Castro niega la mayor, las pérfidas intenciones, el gato albino: “No creo que ese sea el fin último: ocurre que es material muy atrayente para nosotros y el estar en una sociedad saturada de estímulos, enferma de novedades, termina afectando a nuestra capacidad intelectual”. Para él, desconectar es fácil, “quizá porque llevo desde siempre en esto –indica–. Pero lo que hago yo puede hacerlo todo el mundo y hemos de hacerlo, hemos de recuperar la capacidad de controlar nuestra atención”.
“Nuestro cerebro está hoy más expuesto a la información y hemos desarrollado una cultura del zapping constante que difumina el concentrarse en una sola cosa. No hay más: lo que hay que hacer es apagar todas las fuentes de distracción –asegura–. Otra consecuencia es que nos olvidamos de estar solos, estamos desacostumbrados a la soledad, que es uno de los temas a tratar. Y por último, y de ahí viene la idea del libro, no le estamos dedicando tiempo a pensar porque siempre estamos haciendo algo. Frente al Homo faber, yo creo que somos el hombre pensante: hemos de estar resolviendo un problema, un proyecto o algo. Pero, para poder pensar, lo primero que hace falta es tiempo, que es un bien súper escaso”.
La espiral de la que hablaba Michael Ende en Momo La espiral de la que hablaba Michael Ende en Momo(trabajar para ganar tiempo para seguir trabajando para seguir haciendo cosas) se ha agudizado, explica Sánchez-Castro: “Parece imposible pasar el tiempo, simplemente, escuchando media hora un disco. De hecho, sabemos que en Spotify las canciones cada vez son más cortas”.
En adolescentes, prohibir no es la solución
Macu, desde la Asociación Adolescencia Libre de Móviles, apunta que, en el caso de los adolescentes, el mecanismo no sólo los pilla por la alteración del circuito de la dopamina, sino dando en la línea de flotación de las dos razones de ser de su existencia: la pertenencia al grupo y la identidad.
Otro rasgo connatural al adolescente es la rebeldía: por eso hay un punto claro, y es que prohibir no es la solución. “Esa es la cuestión que estamos debatiendo, queremos meter sensatez –apunta–. Queremos llegar entre todos a ciertos consensos de salud, tiempo y contenido adecuado para cada edad”.
“Nosotros, lo que hemos visto en este estudio –desarrolla Borja del Pozo– es que los riesgos y beneficios dependen del contenido y de con quién se está viendo ese contenido. Podemos ver una peli más o menos de su franja de edad, explicarle cosas, o jugar con ellos, o buscar excusas participativas”.
Pero las bestias negras existen. Desde luego, existe la adicción a las pantallas; existe el acceso temprano y fuera de lugar al porno; existen la cosificación, la sobreexposición, la entrega de datos; la “dismorfia de selfie”; existen los lobos feroces y las formas de acoso han encontrado nuevo espacio en el que jugar. Que todo esto existiera antes no quiere decir que no haya encontrado la atmósfera perfecta para crecer y multiplicarse: “Hemos de abordar cómo sostener a esa generación que ya ha entrado antes de tiempo en lugares donde no debía entrar –desarrolla Cristófol–. Hay que trabajar directamente con ellos, escucharlos y hacerles ver que por ahí no es el camino”.
“No existe por desgracia una receta ante un programa tan complejo, al final lo más lógico es aplicar el sentido común: esto existe, qué hacemos ante ello –reflexiona Del Pozo–. Intentar enseñar el uso responsable de las pantallas, advirtiendo de los peligros. En realidad, es como ante cualquier peligro de enseñanza y aprendizaje: primero, con un mando más directo; y después, explicando: esto es una red social y sirve para esto, y hay gente que lo usa para lo otro, y con el tiempo iremos afinando”.
Muy importante, señala Macu Cristófol, es abrir “los otros espacios”: “Los accesos degradados por el mal uso de las pantallas: reforzar lazos en la vida real, los grupos de teatro, los deportivos, las actividades que les gusten... Cuando se limita el acceso, como es normal, produce mono, por eso lo que hay que hacer –prosigue– es trabajar para ver cuáles son los vacíos que se crean entonces y tener listas actividades, lúdicas, artísticas, deportivas, que exijan que no estén con el móvil por delante”.
La portavoz menciona también el fenómeno de la “suplantación de la vida”: “Ese afán por ver lo que hacen los otros y no hacerlo nosotros. Pero además, quienes hacen los vídeos no los hacen por hacerlos, sino para enseñarlos al mundo y/o por un beneficio. Con lo que terminamos suplantando nuestra vida real por un vídeo que es un fingimiento. Pasar de ver (una manualidad, un juego, un recorrido)a experimentar también es cosa nuestra: vale, puedes ver este vídeo, esta actividad, pero sólo si después me lo explicas, o lo hacemos, o juego contigo”.
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