Ozempic, la última receta mágica contra la obesidad
salud
Pensado para tratar la diabetes, el Ozempic se ha convertido en la inesperada clave para adelgazar
La semaglutida, sin embargo, no está autorizada en España para el sobrepeso
Qué ocurre cuando se interrumpe el tratamiento con Ozempic
¿Qué tienen en común el naked dress de Marilyn Monroe y el Ozempic, un medicamento pensado para tratar la diabetes de tipo 2? Pues el elemento que falta, claramente, es el trasero de Kim Kardashian. La nada más famosa del mundo pasmó al ídem el año pasado en la gala del Met, cuando se embutió en uno de los vestidos más icónicos de la historia para posar, durante cinco minutos, en la alfombra roja. Nadie lo había llevado después de Marilyn pues –entre otras cosas– era un modelo único en el sentido exacto de la palabra: cosido mientras ella lo llevaba puesto. Pero el dinero todo lo puede: Kardashian deslumbraba, aunque fuera durante los susodichos cinco minutos, con el pelo rasurado y una estola de piel que le cubría el coxis, pues el vestido, a pesar de todo, no llegaba a cerrar. Y ese "a pesar de todo" hace referencia a la figura que lucía: muchísimos kilos por debajo de lo habitual. Ella, el emblema de las caderas desmesuradas y lo curvilíneo.
Kim Kardashian achacó a una dieta de tomates la transformación mágica pero el malvado mundo no tardó en señalar al no tan mágico responsable: Ozempic, el portento a su pesar.
Pensado, en efecto, para tratar a enfermos de diabetes, el principal compuesto del Ozempic es la semaglutida, que ayuda a reducir el nivel de azúcar cuando este es alto, aumentando la cantidad de insulina que liberamos de forma natural. Para ello, hubo que identificar primero a las hormonas que se liberan en el sistema neurointestinal e inducen la secreción de insulina cuando comemos: GLP-1. “Son precisamente estos péptidos los que provocan, entre otros, el efecto de saciedad”, indica Alfredo Michán, especialista en Medicina Interna, miembro del Grupo de Diabetes y Obesidad de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y coordinador del grupo Gerva del INiBICA.
No fue difícil evidenciar por parte de la comunidad médica que, junto a la disminución de azúcar en el organismo, bajaba el peso. “Ten en cuenta –comenta al respecto Alberto Virués, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Cádiz– que si a un diabético le quitas esa ganancia de peso, disminuyes mucho los riesgos”. Con este tipo de medicación, además, se han registrado casos en los que se termina disminuyendo la dosis de insulina a administrar.
“Es muy frecuente que los fármacos demuestren tener otro efecto, y terminen tratando otras cosas que no se habían previsto –comenta Alfredo Michán–. Por ejemplo, uno de los remedios que ahora se usan para ayudar a crecer el pelo, tienen su origen en otro medicamento desarrollado para un tratar una enfermedad vascular”.
La clave del Ozempic está precisamente en su efecto saciante. Vivir todo el rato tratando de digerir la comida de Navidad. Esa sensación de “asco” se debe a que este tipo de medicación no sólo actúa en el páncreas, segregando insulina, sino que también “tiene efectos en el sistema nervioso, inhibiendo el apetito”, apunta Michán.
Milagro milagroso. Se nos apareció la Virgen en plena epidemia de obesidad. Qué suerte, dirán algunos, porque no todos: “Con el Ozempic pierden peso la mitad de los pacientes, y nunca sabemos con quién va a tener este efecto y con quien no –señala Michán–. Por eso, el NHS (el sistema de salud británico) lo cubre a estos efectos los seis primeros meses”.
El asco ante una ración de patatas fritas no es el único efecto. Como siempre, depende de la persona, pero hay otros: desde vértigos a náuseas, estreñimiento, diarrea o mareos. Sí es cierto que, conforme avanza el tratamiento, suelen remitir.
En cualquier caso, todo parece poco cuando topamos con la gordura. Ya le podemos echar todo el body-positive y el empoderamiento que queramos, que la obesidad sigue teniendo estigma: “Tanto es así, que se ha propuesto sustituir el término obesidad por el de Enfermedad Crónica Basada en la Adiposidad (ABCD, en inglés)”, indica también Alfredo Michán.
En provincias como Cádiz, de hecho, la cuestión de la obesidad se sale de la media. No es por hurgar en la herida –bueno, sí– pero ya saben que, en el mundo actual, la delgadez va asociada a la riqueza. Uno de los últimos estudios al respecto arrojaba que una quinta parte de los niños gaditanos tenían problemas de obesidad, una quinta parte de los niños gaditanos tenían problemas de obesidad,y subiendo, “con todas las complicaciones a nivel de hipertensión, azúcar, colesterol y, no lo olvidemos, muchos cánceres, que conlleva la obesidad –continúa Michán–, no sólo desde el punto de vista social sino fundamentalmente desde el punto de vista médico”.
Otro estudio, también a nivel provincial, indicaba que ocho de cada diez personas mayores de 65 años presentaba sobrepeso “con falta de masa muscular”, ocho de cada diez personas mayores de 65 años presentaba sobrepeso “con falta de masa muscular”,comenta Alberto Virués. “Por eso, cuando vemos que hay personas jóvenes que nos solicitan este tipo de tratamiento, intentamos decirles que es parte de algo más global, y cuando mencionamos dieta, hábito y ejercicio, pues vemos las caras”.
“Yo llegué a pensar que, con el hambre que tenía siempre, lo del Ozempic no me iba a funcionar, porque además todo lo resolvía a través de la comida: estrés, nervios, ansiedad...”, cuenta Cristina, que descubrió el Ozempic en el mayor momento de sobrepeso de su vida, unos 25 kilos por encima de su marca habitual. Pero a las cuatro horas de la primera dosis, en el mes de marzo, la sensación de hambre se evaporó, “y me decía, me pasan las cosas que les pasan a las canijas: ya no me apetecen las cosas que engordan. Comes más ligero, no le das tanta importancia a la comida”. Apenas tuvo molestias, más allá de la “sensación de asco” que fue disminuyendo con el paso del tiempo. Desde entonces, ha perdido 21 kilos, “porque la mayoría de los kilos se pierden muy rápido, al principio”.
“Con el sobrepeso, llegó un momento en el que ya no me encontraba bien, me salió hipertensión, que nunca había tenido –comenta–. Y un día me fijé en que un compañero de trabajo estaba perdiendo muchos kilos, y me dijo que se estaba pinchando semanalmente con un medicamento que en principio era para la diabetes, pero que estaba funcionando muy bien”. Cristina apunta que siempre había tenido “tendencia a engordar”, pero que llegó un momento en el que el trabajo se hizo más sedentario y “se dejó ir”. No ha hecho nunca ninguna “locura de famosos, ni Dukan, ni cosas de esas”, como mucho, momentos de determinación de comer mejor y un periodo en Naturhouse, “donde también perdí unos kilos”.
Las dosis del Ozempic empiezan siendo bajas y van subiendo progresivamente. “La pluma de Ozempic cuesta unos 130 euros, al principio, la toma dura dos meses y luego, al subir la dosis, dura uno –continúa Cristina–. Al menos, yo he conseguido que me lo recete la médico de cabecera: imagino que ha visto que me ha funcionado, que me encontraba mucho mejor”.
Ozempic lo recetan, sobre todo, endocrinólogos, cardiólogos e internistas, “pero también lo pueden recetar en Atención Primaria”, añade Michán. El SAS sólo lo cubre a cierto tipo de diabéticos pero, a través del sistema privado, algunos especialistas pueden recetarlos ante ciertos cuadros. La semaglutida, el principio activo del Ozempic, no está autorizada en España para la obesidad. Hay un principio activo parecido, la liraglutida, que es el principal componente de Saxenda, que se administra con este fin, “pero es más caro que el Ozempic”, indica Alberto Virués. Y, por supuesto, está el mercado negro: “Se compra fuera a través de internet pero claro, ahí se exponen a que, por ejemplo, falsos sustitutos te provoquen una hipoglucemia con riesgo de muerte”, advierte Virués.
“A nivel médico, y desde la responsabilidad, siempre se actúa pensando si el paciente tiene más que perder o que ganar –añade Michán–, independientemente de si la persona tiene diabetes o no, haya desarrollado ya un ictus o un infarto. Siempre se tienen en cuenta los riesgos y beneficios”.
“Nosotros vemos la obesidad como una enfermedad y yo, desde luego, trato de transmitirle a los pacientes que es una enfermedad –prosigue Alfredo Michán–. No sólo es uno de los factores que más acorta la vida, sino que hace que en tus últimos años tengas muy mala calidad de vida: las rodillas se resienten, se forman pliegues en la piel que se infectan y puedes desarrollar micosis, te asfixias… De hecho, lo único que ha demostrado disminuir el dolor de la artrosis de rodillas es la disminución de peso, en fin, mil cosas”.
A su pesar, o no, el Ozempic es el medicamento de moda. Suele aparecer en las listas de desabastecimiento, aunque Alberto Virués apunta que el recuento puede rondar actualmente los 1000 nombres : “Ocurre que la administración y distribución se organiza en principio teniendo en cuenta a los pacientes diabéticos, a quienes nosotros damos prioridad, y ante un hueco nos volvemos locos, aunque tengamos cauces, como la plataforma que te permite mandar existencias de farmacia a farmacia, o el hecho de que, hoy día, existen alternativas terapéuticas para casi todo”. Uno de los últimos episodios de desabastecimiento, apunta Alfredo Michán, se debió tanto a la ausencia del fármaco como a la falta de dispositivo (la jeringuilla automática con la que se suministra).
“Cuando se apuntó lo del abastecimiento –comenta Cristina–, a mí me dio mucho apuro. Pero es que a mí no me sobraban cinco kilos: no era un capricho. Aunque no sé si lo pensaba para no sentirme lo peor... Pero me decía que yo también lo necesitaba porque, con la obesidad, van asociados otra serie de problemas: cuando se te va de las manos, ya hablamos de otras patologías que necesitas tratar igual que un diabético”. Cuando te sobran veinte kilos, las únicas ganas que te entran de correr es hacia la cama. Y echarte las mantas por encima.
Hay, además, un cuestión de fondo que no sólo toca lo socioeconómico –quién se puede permitir comer sano, quién se puede permitir tener tiempo y ganas para hacer ejercicio–, sino lo biológico: el mono sin pelo no está diseñado para comer civilizadamente tres veces al día. Ya quisiéramos: está programado para comer cuando encuentra comida y guardarla. Nuestros antepasados estaban flacos como espartos, sí, pero porque su quema calórica era mucho mayor que la que tenemos en el mundo moderno, y su ingesta, pues no tanto. “Por eso, como muchas veces digo, la obesidad no es un problema de meses: es un problema de años”, explica Alfredo Michán.
Como Virués, reconoce que no existe el efecto del compuesto mágico: “Usted me da la pastilla prodigiosa y yo me como lo que quiera”. Aun así, está demostrado que la pérdida de un tercio del exceso de peso puede obtener dos tercios de beneficio de disminución del riesgo vascular. Y no es desestimable el hecho de que, quien empieza a perder peso, entra en el “círculo virtuoso –explica Alfredo Michán–, se notan mejor, se mueven mejor, ven que su esfuerzo tiene resultados y hacen más dieta y ejercicio porque ven que les funciona, con lo que el efecto rebote se puede controlar si has sido capaz de modificar tu comportamiento en otros aspectos”.
Cristina también menciona el círculo virtuoso: “Verte tan delgado te anima muchísimo, piensas que lo estás haciendo bien y te cortas de comer ciertas cosas, te mueves más fácilmente y haces ejercicio. Te vas animando y te compras ropa de tallas antes impensables. También me pregunto qué pasará cuando terminen los pinchazos… Pero si cambia todo cuando deje de tomarlo, pues ya cruzaremos ese puente cuando llegue”.
Con la cuestión del Ozempic, como en tantas otras, el hueso está en la confusión entre necesidad y deseo: algo no tan fácil de distinguir en nuestra sociedad especular. “Mis esperanzas respecto a esto son cortas –indica Alberto Virués–, porque hemos medicalizado la vida. Es mucho más fácil tomarte una pastilla para dormir que tener hábitos correctos; o darte un pinchazo que comer saludablemente y hacer ejercicio. Ojalá desde la escuela empecemos a educar en este tipo de valores”.
Pero el target es amplio, infinito. La vida no lo pone fácil, el mono sin pelo acumula grasa como si se avecinara un nuevo Cuaternario y el mercado lo sabe: recientemente, en EE.UU, se ha aprobado un nuevo fármaco también de administración semanal, la tirzepatida, con una tasa de eficacia en reducción del peso del 90%.
También te puede interesar
Lo último