Paso a la mujer del presidente del Gobierno
Historias de Cádiz-Herzegovina (capítulo 8)
Hace 35 años la entonces esposa de Felipe González 'huyó' de la Moncloa para ser candidata del PSOE al Congreso, eligiendo Cádiz antes que 'su' Sevilla
Fue la propia Romero quien movió los hilos para ser diputada, ante la sorpresa general
Activista, sindicalista y feminista, no quiso ceñirse en exclusiva al papel de primera dama
Carmen Romero: "El problema del feminismo es que se convierta en agresivo"
Imaginen que mañana se encuentran en un medio de comunicación, por ejemplo en este mismo periódico, con el siguiente titular: "Begoña Gómez, la esposa de Pedro Sánchez, será candidata del PSOE al Congreso por Cádiz". ¿Cómo lo encajarían? Primero vendría la incredulidad, claro, pero tras constatar que no es el día de los Santos Inocentes, ¿cuál sería su reacción? ¿Le daría igual, le alegraría o se indignaría? ¿Y cómo cree que reaccionarían los militantes del PSOE de Cádiz? Nada de eso sería cierto pero tampoco formaría parte de la política-ficción. Y es que esta provincia ya vivió algo parecido hace 35 años.
Diario de Cádiz, que apuraba sus últimos meses en su histórico formato sábana, abría la primera página de su edición del viernes 8 de septiembre de 1989 con una noticia de calado nacional: "Carmen Romero, candidata número tres del PSOE al Congreso por Cádiz". Nadie se lo podía creer. ¿Qué hace la mujer del presidente del Gobierno metiéndose en política? ¿Ha sido el propio Felipe González quien ha dado la orden a los cargos del PSOE gaditano para que metan a su esposa en las listas? ¿Y por qué se presenta por Cádiz y no por Sevilla, habiendo nacido ella allí?
"Yo me quedé de piedra cuando me enteré. Pero totalmente de piedra. Después lo fui asumiendo y afortunadamente, y salvo alguna reacción contraria aislada, el partido lo aceptó de buen grado". Quien así reflexiona 35 años después es Ramón Vargas-Machuca, filósofo, teórico del socialismo y que entonces, en 1989, era diputado nacional, miembro de la Mesa del Congreso y secretario provincial del PSOE de Cádiz. Es decir, que era la persona sobre la que tenía que pilotar la configuración de las listas de este partido al Congreso y al Senado por la provincia gaditana de cara a las elecciones generales que se celebrarían el 29 de octubre de ese 1989.
Por entonces el PSOE era una máquina de conseguir votos (tenía mayorías absolutas en el Gobierno de España, en la Junta de Andalucía y en un sinfín de ayuntamientos), pero también era una mina a la hora de fijar estrategias que calaran en el electorado. Y para hacer llegar a la opinión pública que la presencia de Carmen Romero en la candidatura era una buena idea, se trasladó primero el mensaje de que habían sido las mujeres del partido las que habían pedido a la esposa de Felipe González que bajara a la arena de la política, y se señaló incluso a Carmen Hermosín, Matilde Fernández o Rosa Conde como impulsoras de ese fichaje. Y también se deslizó la idea de que varias provincias andaluzas habían pujado fuerte por Carmen Romero. Pero hoy, tres décadas y media después, se puede asegurar que ni una cosa ni la otra eran ciertas. Y es que fue la propia Carmen Romero quien se decidió a entrar de lleno en la política activa y que también fue ella quien priorizó concurrir por Cádiz.
Una de las primeras personas de la provincia gaditana que se enteró de los planes de Carmen Romero fue Josefina Junquera, que entonces sumaba ya diez años como concejala con responsabilidades de gobierno en el Ayuntamiento de Cádiz y que formaba parte además de la ejecutiva provincial del PSOE como secretaria de Participación de la Mujer. "Fue en unas vacaciones de ese 1989. Carmen, a la que conocía ya desde años atrás, me llamó para que la visitara en la Moncloa. Y allí, tomando café, me desveló sus planes. Quería conocer mi opinión. Yo al principio me sorprendí pero luego me pareció una idea muy buena y la animé. Y es que Carmen Romero fue siempre una gran activista y además tenía vinculación con Cádiz", reflexiona Josefina Junquera.
Esa vinculación con Cádiz se remonta a principios de los años setenta. Aún con Franco vivo, Carmen Romero se deja ver mucho por Cádiz para impulsar la creación de la FETE-UGT, es decir, la Federación de Enseñanza de esa central sindical. Nacida en Sevilla en 1946 en el seno de una familia muy conservadora, desde joven mostró sus ideas progresistas. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, como delegada de la facultad ya destacó por su oposición al franquismo. Y también plantó cara a su familia cuando, en contra de la opinión de sus padres, se ennovió con Felipe González, un joven de izquierdas proveniente de una familia humilde. En 1968 ya estaba casados y Carmen Romero ya estaba afiliada tanto al PSOE como a la UGT.
La fundación de FETE-UGT en Cádiz, un proceso que terminaría siendo el embrión del PSOE gaditano, se gesta en unas reuniones interminables en el barrio de Loreto de la capital gaditana en las que Romero se topa con otros activistas de ideas progresistas como Ramón Vargas-Machuca, Josefina Junquera, Rafael Román, Gregorio López...
Por eso cuando en 1989 se decide a dar el paso para intentar ser diputada, no se lo pensó. Opta por Cádiz porque aquí están esos amigos, porque en esta provincia tiene algún vínculo familiar, porque fueron muchos veranos desde su infancia veraneando en esta tierra, porque como número uno de la lista está Manuel Chaves, entonces ministro de Trabajo y un inseparable de Felipe y de Carmen, y también porque en Cádiz hay algo que a la nueva candidata le gusta mucho: la corriente feminista que empieza a dar sus primeros pasos.
El año anterior Carmen Romero había sido una pieza clave para que el 31º Congreso Federal del PSOE terminara aprobando la propuesta de reservar una cuota del 25% para las mujeres en todas las listas electorales que tuviera que hacer el partido. Y el sector femenino del PSOE de Cádiz se hizo notar al sacar adelante esa estrategia.
Pero había otra razón por la que Romero prefirió Cádiz antes que Sevilla. Y es que en esta última provincia el ambiente entre las familias socialistas estaba enrarecido después de que el año anterior (1988) el guerrismo destronara al aún presidente de la Junta, José Rodríguez de la Borbolla, como secretario general del PSOE andaluz, siendo relevado por Carlos Sanjuán. Y la presencia allí de la mujer de Felipe González podría haber sido entendido por algunos como una ofensa.
Así que Cádiz se convertía en la mejor escapatoria para una mujer a la que algunos siempre vieron como una activista más guerrillera incluso que el propio Felipe González. Y para una persona con esas inquietudes tenía que ser dramático estar tantas horas encerradas en la Moncloa, cuidando de sus tres hijos y con su marido casi siempre ausente. Y además, sin poder dar clases, porque por problemas de seguridad –los crímenes de ETA estaban en pleno apogeo– Carmen Romero se había visto obligada a dejar de dar clases de Literatura en el instituto Calderón de la Barca de la capital madrileña. Todo eso suponía una losa para una mujer adelantada a su tiempo que se negó a ser sólo la primera dama o 'la esposa de'. Así que tras una decisión que calificó de "muy meditada" terminó huyendo de la Moncloa rumbo a Cádiz.
En su primera rueda de prensa Carmen Romero ya desveló su cariño por la provincia gaditana, anticipaba que las áreas a las que se iba a dedicar en el Congreso serían las de educación, marginación social e igualdad, entendía que su presencia en la lista "no era un tema fundamental en campaña" y se comprometía a intentar reconducir las relaciones entre el PSOE y la UGT, entonces rotas tras la histórica huelga general del 14 de diciembre del año anterior. Luego vendría su primer mitin –en Chiclana, donde demostró su desenvoltura desde el estrado– y una campaña en la que fue bien recibida por su partido y por la ciudadanía pero no por la oposición, sobre todo por un PP y un PA que le dijeron de todo, desde que su inclusión en la candidatura socialista era "un signo de feudalismo" hasta que suponía "un agravio comparativo con las mujeres militantes del PSOE" o que era "una desvergüenza", "una mofa a esta provincia" o "una artimaña para engañar a la población".
En el escrutinio del 29-O el PSOE logró amarrar, aunque por los pelos, su tercera mayoría absoluta consecutiva en España. En la provincia de Cádiz los socialistas perdían un diputado, quedándose con seis: Manuel Chaves, Ramón Vargas-Machuca, Carmen Romero, Alfonso Perales –que cedió la Presidencia de la Diputación a Jesús Ruiz–, Eduardo García Espinosa y Ramón Santos. La séptima de la lista, Elvira Castilla del Pino, no sacó escaño esa noche electoral, aunque sí lo amarraría un año después, en 1990, cuando Manuel Chaves cambió el Congreso por la Presidencia de la Junta de Andalucía. Los otros tres escaños gaditanos en la Cámara Baja serían ese 29-O para Teófila Martínez (PP) –que debutaba en el Congreso seis años antes de llegar a la Alcaldía de Cádiz–, Jerónimo Andreu (IU) y Antonio Moreno (PA), ya alcalde de San Fernando.
Dicen los que la vieron trabajar como diputada que siempre fue muy trabajadora y que conseguía abrir muchas puertas en beneficio de la provincia. Lógico, a ver qué ministro no iba a atender a la mujer del presidente del Gobierno. En cualquier caso lo importante es que Carmen Romero se mantuvo más de 14 años, en concreto cuatro legislaturas, como diputada por Cádiz, desde finales de 1989 hasta principios de 2004. Antes, en 1996, tuvo que traspasar la Moncloa al matrimonio Aznar Botella y después vendrían para Carmen Romero su divorcio en 2008, cinco años como eurodiputada (2009-2014) y un cáncer que tuvo que superar. Entre medias, su aportación inestimable al lenguaje inclusivo, cuando en un mitin en 1997 utilizó adrede el término "jóvenes y jóvenas".
En 1993 la chirigota 'Con el sudor del de enfrente (pero decidnos los ricos)' se acordaba de Carmen Romero en el segundo de los pasodobles que cantó en la final del Falla. Con su ironía de siempre José Luis García Cossío Selu reflejó la situación política de entonces así: "Y Cádiz sabe que el Gobierno la valora, el presidente nos ha mandado a su señora, qué importa que la pobre no tenga ni idea, pero en las peñas flipa que no veas". Aquella coplilla tenía su parte de verdad, porque la flamante diputada se enamoró perdidamente de la provincia gaditana, tanto que se compró una casa en Cádiz y otra en Castellar. Pero lo que no era cierto era eso de que Felipe González mandó a aquí a su mujer. Es más, dicen los que lo conocen que el entonces presidente del Gobierno jamás vio con buenos ojos la aventura política de la que era su mujer, aunque nunca se pronunció en público.
En alguna que otra entrevista Carmen Romero ha venido a decir que aquella campaña electoral de 1989 fue "muy dura" para ella aunque le emocionó "el apoyo ciudadano en las urnas". Y siempre ha dicho que su labor como diputada por Cádiz "mereció la pena" y que fue una responsabilidad en la que "me dejé la piel".
Hoy, a sus 77 años, Carmen Romero reside en Somosaguas, en Madrid, con la lectura como una de sus grandes pasiones. Y sigue presumiendo de sus vínculos con Cádiz, ya que uno de sus hijos reside en Castellar y tiene varios nietos gaditanos. Es otro de los legados de una mujer a la que alguien bautizó una vez como "la consorte más transgresora que ha ocupado la Moncloa".
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