Pequeños detalles del ceremonial en el TEAR

El protocolo permite descubrir atisbos de casi medio siglo de aguerrida tradición castrense

O.l. / Cádiz

16 de mayo 2012 - 05:01

Los ceremoniales de la Infantería de Marina en San Fernando revisten peculiaridades características, que les distinguen de otras Armas y Cuerpos.

Al espectador no avisado lo primero que le llama la atención es el escenario. Salvo disposición en contrario, el enorme patio central del antiguo cuartel de batallones de San Carlos, es el recinto donde se desarrollan los actos. Lejos de ser una explanada abierta, se trata de una formidable ágora de planta octogonal y tres niveles de altura. Una estructura que envuelve a tropa y público, en extraña comunión. Capaz de acoger a unas seis mil personas, su forma característica de coso, hace que en la propia jerga del cuartel, se la conozca como "la plaza de toros".

Los días señalados, este impresionante atrio de armas luce colgaduras con los colores de los distintos tercios y agrupaciones de la Infantería de Marina en España, así como reposteros, que le otorgan gran colorido visual, subrayando la uniformidad de gala del Cuerpo. Los pantalones de esa indumentaria, siempre color añil, sea invierno o verano, muestran una doble franja de color rojo, que les acompaña desde el siglo XIV. Sólo los infantes de marina y la Guardia Real los lucen en España.

Este distintivo -logrado por los infantes de marina en 1763, a raíz de su heroica resistencia en el Fuerte del Morro de La Habana-, se otorgaba a unidades a quienes cabía el privilegio de dar escolta a la Casa Real, por elección de los propios monarcas. Tal beneficio reportaba dos utilidades. Primera, daba preferencia en cuanto a pagamento, o sea, se cobraba antes. Algo muy útil, en épocas históricas donde los sueldos tardaban en llegar y las tropas beneficiadas lo sobrellevaban mejor. Segunda, las compañías de Cuerpo de Casa Real tenían preferencia en romper tras la retreta (reunión de la tropa en un punto determinado, donde tras el toque de corneta, se marchaba desfilando para recogerse por la noche en el cuartel). En román paladino, descansaban antes y mejor.

Esas tropas gozaron también del llamado "fuero atractivo". Tal privilegio significaba que, de haber pendencias entre sus soldados y los de otras unidades, los favoritos de la Casa Real salían beneficiados, pues sus mandos juzgaban sobre el incidente y prevalecía su versión. La historia registra, allá por 1806, un contundente intercambio de mamporros entre soldados de las Guardias Reales y de los entonces Batallones de Marina, a las afueras de a Madrid, tras el cual ambos bandos invocaron el fuero. Los infantes se llevaron el gato al agua, pese a repartir más leña a sus rivales.

También resulta curioso reparar en las tres sardinetas (adornos pareados y terminados en punta), que ornan las bocamangas de los uniformes. Primitivamente, servían para que los granaderos rasparan el fósforo, con el cual encendían las mechas de sus bombas. Esos alamares recuerdan que todos los infantes de marina eran instruidos como tropa de elite para realizar tan delicado cometido, pues las bombas jugaban malas pasadas a sus lanzadores.

Reforzados por los ecos del patio, impresionan además los gritos rituales de la tropa al recitar a algún pasaje del Decálogo del Infante de Marina. Cientos de recias voces atruenan el espacio, recitando el mandato con pasmosa sincronía, antes de entonar el himno del Cuerpo. Un himno, difícil de entonar por los cambios de ritmo, y recordatorio de que si a las tropas se les exige arrojo, a los de infante de marina se les exige el doble, pues deben ser "valientes por tierra y por mar" dada su condición de guerreros anfibios. En el plano musical, la banda del Tercio Sur de Infantería de Marina, constituida en 1873, y que se ocupa de los sones durante todo el ceremonial. Está considerada entre las mejores de su género y ha sido hogar de prestigiosos músicos y compositores a lo largo de su historia.

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