Risas, bullicio y silencio en torno al pantano
El actual jefe de la presa recuerda su vida en el poblado, donde llegó a los siete años con su familia
Hubo un tiempo en el que por las calles del poblado de Los Hurones los gritos y las carreras de los niños eran frecuentes. En el que la llamada a misa era puntualmente respondida por los feligreses que vivían y trabajaban en la presa y en el que podías comprar todo lo necesario para plantear un almuerzo en familia. Eso fue en la primera parte de la década de los 60, cuando llegaron a coincidir hasta "1.000 personas viviendo y entre 300 y 500 trabajando en el poblado", relata Cristóbal Moreno, jefe general de la presa.
Él llegó en 1968, cuando su padre comenzó a trabajar de peón en la presa. "En ese momento había acabado el trabajo de construcción de la estructura de la presa, pero quedaban faenas complementarias como la central hidroeléctrica o el túnel de abastecimiento. Entonces estaban todas las viviendas llenas. Vinimos dos hermanas, mi madre, mi padre y yo. Mi hermana pequeña nació aquí". Recuerda que en un principio iban a quedarse sólo tres meses, pero "cuando mi padre terminó el trabajo, le ofrecieron otro tajo y así fue cambiando de uno a otro hasta que acabó toda la obra y le ofrecieron quedarse en plantilla de mantenimiento de la presa". En esa época, entre los años 1968 y 1970, la población bajó considerablemente y ya residían solo un centenar de personas.
Algunos servicios se fueron perdiendo con la despoblación, aunque Cristóbal recuerda que era como un pueblo en el que había de todo. "Teníamos bar, economato, un señor que nos traía pan cada día, otro fruta y otro que vendía pescado. Antes había una panadería y una carnicería".
El jefe de la presa señala que la escuela contaba con una maestra para todos los niños y que allí solo estudiaban hasta 5º curso. "Al acabar 5º nos mandaban fuera internos. Yo hice 6º, 7º y 8º en San José del Valle con los Salesianos y luego en Campano realicé el primer grado de FP y en Cádiz el segundo".
Tras terminar sus estudios, Cristóbal hizo varios trabajos esporádicos hasta que le ofrecieron un empleo en la presa en enero de 1983. "Llevo trabajando 35 años y mis hijos nacieron aquí".
Prácticamente toda la vida de Cristóbal ha estado vinculada a este poblado, por eso dice que "no lo cambiaría por otro sitio, lo que más me gusta es el pantano. Vine con 7 años y aún sigo aquí, he tenido posibilidades de estar en otro sitio y no lo he hecho. Ya creo que me jubilaré aquí".
A pesar de haber vivido momentos tan distintos en el poblado, el jefe de la presa dice que no echa de menos el bullicio y la compañía . "Antes no salía mucho porque aquí había niños y servicios. Ahora salgo mucho más que antes. En un pueblo casi fantasma se vive muy bien", sonríe.
En la actualidad en la presa trabajan cinco personas y de ellas tres residen allí. Se encargan de llevar el mantenimiento de la presa, la central y todas las instalaciones, la jardinería, la mecánica, la electricidad, la fontanería... "Todo está muy bien conservado", apunta Cristóbal , quien añade que "ojalá en 30 o 40 años podamos verlo igual que está ahora".
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