En Rota, antes fue la Gallina
Así llegaron los americanos
La Base recibe al cuadragésimo cuarto presidente de los EEUU en uno de sus periodos de mayor utilización y poblamiento por ciudadanos norteamericanos
Nada de discusiones sobre qué vino primero. En la base de Rota, antes fue la gallina. Sin más.
El pago de La Gallina era una de las fincas expropiadas para construir la instalación y hoy acoge el gran andén frontal del puerto militar, desde el muelle número 1 al número 3.
El destino de La Gallina empezó a escribirse en 1949, cuando Rusia realizó su primera prueba atómica. EEUU se aterrorizó por esa capacidad nuclear soviética y el Pentágono ideó un plan de contingencia bautizado Operación Dejada, (alusión al lance de tenis donde se devuelve una pelota con poco impulso para que roce la red y caiga en la cancha rival). Sus postulados preveían emplazar en Europa 300 armas nucleares y 29.000 bombas de alto poder, para destruir 100 urbes soviéticas asignadas como objetivos prioritarios.
Pronto, un lugar en la costa gaditana prendó a los estrategas norteamericanos. Se trataba de una ensenada, a levante de la pequeña villa de Rota. Un fondeadero de resguardo, ya apreciado por navegantes y corsarios desde la época de Francis Drake. Su ubicación era estratégica: abría al Atlántico y caía cerquísima de Gibraltar y el Mediterráneo. Una joya que no se podía dejar escapar.
Eso explica por qué los trabajos previos a la construcción de la base comenzaron en 1951. Casi dos años antes de que EEUU y España rubricaran el tratado bilateral de 1953, acordando la implantación de instalaciones militares estadounidenses.
La primera intención fue construir la nueva base siguiendo el modelo de la de Guantánamo, con su puerto a un extremo de la bahía y el aeropuerto al otro lado del abra. Este aeródromo se proyectó inicialmente sobre las penínsulas de Los Toruños y Matagorda, en distintos términos municipales de la bahía gaditana, pero el sustrato de marismas limosas en ambas zonas descartó la idea. Finalmente, la pista de aterrizaje y los hangares se alzarían próximos al puerto militar.
Luego se acometieron las expropiaciones forzosas. Rota perdió 2.274 hectáreas, un 27% de su término; y El Puerto de Santa María cedió otras 26. Así se conformaron los casi 25 kms² de superficie de la base actual. Una extensión donde se concentraban 655 fincas, cultivadas en su mayoría por mayetos.
Dicho proceso fue muy oscurantista y hecho a golpe de decreto. Aunque EEUU pagó a España casi a tocateja, las indemnizaciones eran insuficientes y las valoraciones, ínfimas. Alguien tan poco contestatario como el ex capitán de Artillería, alcalde de Cádiz y diputado provincial, José León de Carranza, escribió misivas al dictador Francisco Franco, alarmado por la ridícula cantidad que inicialmente iban a percibir los expropiados (sólo la renta de un año), advirtiendo de sus graves consecuencias, los afectados serían medio millar de familias, en un pueblo con 10.000 almas.
Aquí es donde vuelve a cobrar relevancia La Gallina. Esta finca era, casualmente, una de las pocas en la zona con uso forestal y ganadero, pues allí se alzó otrora un cuartelillo de carabineros.
Por una rara coincidencia, su dueño poseía además el pago del Casarejo (amplio fundo anejo, donde hoy se alzan el Cuartel General de la Flota o el autocine americano, por citar sólo algunas construcciones).
Tercera casualidad: ambos predios pertenecían a Manuel Kith Tassara, falangista de pro, delegado de Agricultura en la Sevilla bajo control de Queipo de Llano, e ingeniero jefe del 5º Distrito Forestal. No deja de resultar muy curioso que Kith Tassara fuera uno de los representantes, por parte española, en la comisión encargada de valorar las tierras a requisar .
Culminadas las expropiaciones, el frente litoral de La Gallina se convierte en la madre del cordero, por raro que parezca. Desde ahí comenzaría a tenderse el rompeolas del espigón occidental del puerto, para construirse luego la rada militar, entre las aguas delimitadas por el bajo de Baifora y el arrecife de La Puntilla. Posteriormente se ejecutaría la construcción de los tres muelles iniciales.
Para ganar terreno al mar, EEUU lanzó a la bahía 10.000 tetrápodos de hormigón, a fin de realizar la dársena. Al tiempo, comenzó a construirse el aeropuerto y se anulaba la antigua carretera de El Puerto a Rota, cuyo trazado discurría por lo que hoy es la base. Esa ruta se desvió mediante una circunvalación que aumentó la distancia del trayecto en 10 kilómetros.
Los agricultores afectados por la expropiación se encontraban en situaciones diferentes. Algunos eran propietarios de tierras arrendadas a terceros. Otros eran campesinos residentes en el caserío de Rota. Finalmente, 132 mayetos vivían en casas o chozas sobre las tierras que labraban. Estos últimos fueron censados para asignarlos a pueblos de colonización agraria del entorno. Al final, serían unos 90 quienes hubieron de aceptar parcelas en los poblados de Nueva Jarilla, Guadalcacín, Estella del Marqués y La Barca de la Florida (Jerez); y Doña Blanca (El Puerto de Santa María), casi todos en condiciones de habitabilidad bastante precarias.
La supervisión de las obras competía a la Oficina Naval de Arsenales y Dársenas de la US Navy, y su ejecución recayó sobre la empresa norteamericana Brown, Raymond &Walsh, la cual subcontrataría a varias firmas españolas y extranjeras.
La base no quedó concluida hasta 1958 y se calcula que unas 15.000 personas trabajarían a lo largo de ese proceso. Pocos roteños, sin embargo, hallaron otro empleo que no fueran labores de peonaje. El municipio gaditano más beneficiado por las ofertas laborales fue La Línea, pues muchos de sus residentes hablaban inglés dada su vecindad con Gibraltar.
La entrada en servicio de la base de Rota comportó la llegada inmediata de navíos de la VI Flota, para descanso y asueto de tripulaciones.
También, el advenimiento de Le rondini (Lasgolondrinas) della Sesta Flotta, como motejaban en Italia a las tusonas que solían arribar antes de la llegada de los buques americanos a cada puerto. En Rota, serían casi cuatrocientas mujeres, forasteras en su mayoría, quienes ejercieron el alterne o directamente la prostitución, en aquellos años y hasta la década de los 80.
Sin embargo, la villa conocería las ventajas de entrar en "el ámbito dólar" y vio arreglado su suministro de agua potable, al conectarse mediante tendido a El Puerto de Santa María.
La influencia de los militares norteamericanos se haría patente enseguida en otros aspectos diversos. Por ejemplo, en unas décadas donde la carcunda franquista tachaba a los Rolling Stones, a The Doors y a otros grupos, como "niñatos ye-ye y melenudos indeseables"; Radio Rota AFN, la emisora de las fuerzas armadas estadounidenses, difundía a los Credence Clearwater Revival, a Ottis Reading, Don Mclean y a otros muchos, para goce de los jóvenes roteños y de los municipios circundantes.
Otro hito notable lo constituyó el estacionamiento en la base, de 1964 a 1979, de los 'submarinos Polaris', que en sentido estricto nunca existieron.
Se trató del 16º Escuadrón de Submarinos, cuyos sumergibles pertenecían a la clase Trident e inicialmente dotados con misiles balísticos Polaris, los cuales portaban cabezas nucleares.
Cuando la prensa española aludía a los 'submarinos Polaris', los estadounidenses sonreían y se limitaban a negar la existencia de tales buques. Además, desde 1970 y hasta su partida de España, estos sumergibles habían sustituido a los viejos Polaris, por los Poseidon.
Hoy, la nueva bestia negra de los antimilitaristas la conforman los destructores clase Arleigh Burke de la componente naval del 'escudo antimisiles', aunque otras unidades militares destacadas en Rota, sean más importantes desde un punto de vista estratégico.
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