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Rota para renacer

Visita a la zona evacuación en la Base

El campamento habilitado en la Base Naval pone a disposición de los afganos numerosos servicios para apoyarlos en el comienzo de su nueva vida

Un niño saluda a militar inmediatamente después de aterrizar en la Base Naval. / Lourdes De Vicente

Rota/Unas sábanas ondean tendidas sobre unas cuerdas al sol de la mañana. Varios niños juegan al fútbol y otros tantos montan en bicicleta. Se escuchan sus risas, que enmudecen cuando el ruido del motor de un helicóptero sobrevuela sus cabezas. Los pequeños paran el juego, miran al cielo unos instantes y, como si nada hubiese pasado, como si no hubiesen recorrido los más de 8.500 kilómetros que distan entre Kabul y Rota, prosiguen su lúdica faena. Les queda inocencia, quizás ya algo resquebrajada por lo mucho vivido a tan corta edad.

En el campamento habilitado en la Base Naval de Rota para acoger a los refugiados afganos se respira tranquilidad. La vida vuelve a empezar para estas personas que han huido del terror que los acosaba en su país. Se fueron con lo puesto y algunas pertenencias, entre ellas, teléfonos móviles para contactar con sus familiares, los que aún siguen inmersos en la barbarie. Por eso, en el campamento hay acceso a internet a través de una red wifi para que puedan hablar con los suyos en el momento en que lo necesiten.

Antes de recalar en este campus, los desplazados deben pasar un protocolo establecido por las autoridades militares de Estados Unidos en el marco del operativo de evacuación. Así, el avión que los traslada toma pista a pocos metros de un hangar donde, en primer lugar, reciben alimentos, bebidas y juguetes para los niños. El hangar dispone también de una sala de lactancia para que las madres puedan amamantar a sus bebés tras un biombo.

Después los evacuados se someten a un control de equipaje -el poco que traen- y a una serie de pruebas médicas, como test PCR y biométricas. Éstas últimas sirven para identificar a estas personas, a quienes se les entrega una pulsera de registro para que después pasen por la Sección Consular de la Embajada norteamericana.

"La mayoría no presenta necesidades médicas urgentes, si bien el equipo sanitario presta especial atención a las mujeres embarazadas y a los evacuados procedentes de Kabul, más afectados que los que vienen de otros puntos de Oriente Medio", explica el capitán de navío David Baird, comandante de las Actividades Navales de Estados Unidos en España.

En aplicación al mencionado protocolo, hombres por un lado y mujeres y niños por otro, hacen fila para someterse a una segunda revisión de su equipaje y a un cacheo por parte del personal de seguridad. Llama la atención la gran cantidad de menores que se ven el recinto militar. "Por ahora, no ha aterrizado ningún niño solo", precisa Baird.

En estas tareas, el personal de la Base cuenta con la ayuda de intérpretes, no obstante, muchos de los afganos trasladados a Rota hablan perfectamente inglés. “Algunos incluso se han prestado a colaborar en las tareas de interpretación”, celebra el capitán de navío.

Refugiados pasean por el campamento. / Lourdes de Vicente

El último paso dentro del hangar consiste en recibir alojamiento ya dentro del campamento instalado en el recinto militar. "Es increíble el esfuerzo que se ha hecho para transformar la Base en un espacio donde las familias se sientan seguras", subraya el capitán Baird al mostrar, por ejemplo, el gimnasio y la piscina, que se han transformado en la zona de aseo y duchas para los desplazados. Asimismo, tres edificios residenciales de marines han sido habilitados para los refugiados, a los que se suman 53 tiendas acotadas en un campo de béisbol.

Dentro de las instalaciones hay una capilla multiconfesional donde se profesan diferentes cultos religiosos. Es precisamente en esa capilla donde se apilan montañas y montañas de donaciones. Ropa, juguetes, comida, sábanas, calzado... todo el material es organizado y distribuido por los más de 450 voluntarios que acompañan a los refugiados en el arranque de su nueva vida.

Milo Kurtis, uno de los cuatro pastores de la capilla, se muestra satisfecho por poder cumplir la tarea que tiene encomendada, "proveer de servicios a los afganos, también en lo que respecta a su religión". Así, explica, se han dispuesto carpas de oración diferenciadas para hombres y mujeres así como comida Halal", alimentos que no presentan en su composición ingredientes o sustancias provenientes de animales prohibidos para los musulmanes.

En la capilla también trabaja a destajo, Nieves Danzat, coordinadora de la ONG Navy Marine Corps Relief Society, encargada de repartir las cuantiosas donaciones recibidas desde diferentes puntos de España. Mientras unos voluntarios descargan melones y sandías recién llegados de Chipiona, Danzat muestra su más profundo agradecimiento por la ola de solidaridad desplegada hacia el pueblo afgano. "No podíamos imaginar una respuesta como la que se ha recibido. Estoy tan orgullosa", asevera frente a un cartel donde el personal voluntario ha apuntado algunos materiales que faltan: chanclas de ducha, crema solar, té negro, té verde, ropa de cama, leche de fórmula para lactantes y compresas, entre otros artículos.

El campus de refugiados cuenta también con un centro médico donde se brinda asistencia tanto física como psicológica, además de una oficina permanente de consejeros de la Embajada.

La operación internacional Allies Refuge sigue abierta. De hecho, el próximo miércoles está previsto que llegue otro avión a la Base procedente de Afganistán. El capitán David Baird estima que a mediados de septiembre la operación de traslado puede estar concluida, aunque no descarta una ampliación de esa fecha. "Mientras, seguiremos aquí. Contentos de continuar con una misión del tal envergadura".

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