Trátame como a Kichi
Corbetas de Navantia
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se enzarzan en el Congreso en un debate de guante blanco con el alcalde de Cádiz como ‘hombre bueno’
Donde tengo que estar hoy y aquí es en la defensa de los intereses de España, del trabajo de sectores estratégicos, muchos de ellos situados en zonas muy afectadas por el drama del desempleo. Ahí estará mi Gobierno y estaré yo”.
De este modo zanjaba ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados, el dilema moral de vender armas al país que segundos antes había condenado, sin mencionarlo, por el asesinato y ¿descuartizamiento? del periodista Jamal Kashoggi en el consulado de Estambul. “Caiga todo el peso de la ley sobre sus responsables”. Medio mundo piensa que el responsable no es otro que el príncipe Mohamed bin Salman, el mismo hombre que firmó con Dolores de Cospedal el contrato de las corbetas para La Carraca.
Sánchez se enfrentaba en la sesión de ayer a los grupos que le auparon a la presidencia del Gobierno, mientras contaba con el apoyo del partido al que desbancó del poder y a su socio, Ciudadanos. De hecho, sobre este asunto no dijeron ni una palabra porque Casado habló de Venezuela -ese clásico- y Rivera dijo un genérico “respetemos los derechos humanos y respetemos los contratos”. Osea, lo mismo que Sánchez; osea, nada. De todo lo demás, sí, pero ni mencionaron a Arabia en el pleno monográfico sobe Arabia.
Una situación curiosa pero sin consecuencias dramáticas, ya que las corbetas se construirán y ninguno de los partidos que respaldan a Sánchez consideran el asunto cuestión de Estado. De hecho, les preocupan otras cosas. A los independentistas, sus presos; a los de Podemos 'sus' Presupuestos; y a todos las elecciones. Pero eso sí, pusieron en un brete al pacifismo de Sánchez.
Su socio preferente, Pablo Iglesias, líder de Podemos, se enzarzó con Sánchez a cuenta, cómo no, de Kichi. Iglesias dice lo esperado, que se incumpla el contrato con Arabia y que se inyecten 1.800 millones de euros en La Isla. No dijo para hacer qué ni de dónde saldría el dinero. Dijo que se pagara a pachas: “Algunos dicen que si tiene que pagar alguien, paguen los gaditanos. Nosotros decimos que si hay que pagar factura, la pagamos todos”. Porque, como cualquier madrileño, Iglesias no sabe mucho de barcos. “Sólo hay una respuesta, un monosílabo, ¡hay que dejar de vender armas ya!”. ¿Dónde estaba el monosílabo?
Entonces le contestó Sánchez que a ver si es tan comprensivo con él como con Kichi, el alcalde de Cádiz. Le replicó Iglesias que Kichi “no ha dejado de proponer alternativas” para los astilleros de Navantia en la Bahía de Cádiz, sin decir cuáles son las alternativas, más allá de generalidades, que ha propuesto Kichi para los astilleros, aunque lo que la gente sí recuerda es lo de los pitidos de las ollas, pero eso apuntaba más bien a qué le vamos a hacer, hagamos las malditas corbetas. Por eso Iglesias no profundizó y rápidamente cambió el tercio emplazando a Sánchez a “no esconderse” detrás de los alcaldes y poner sobre la mesa una política industrial que dé soluciones a los trabajadores del sector. Volvemos a lo mismo. ¿Qué soluciones exactamente?
El rifirafe entre colegas acabó razonablemente bien. Pedro Sánchez hizo acto de contrición. Como los gobiernos serios del mundo pueden hacer dos cosas imposibles al mismo tiempo tales como cumplir contratos con estados que no repetan los derechos humanos, por “seguridad jurídica”, y, al mismo tiempo, respetar los derechos humanos, vamos a olvidarnos de las corbetas y pensemos en el a partir de ahora. A partir de ahora, el Ejecutivo impulsará nuevos controles a las exportaciones de material de defensa para verificar su uso en los países de destino y, como el actual Gobierno no ha firmado ningún contrato con Arabia, insinuó que en las próximas fechas tampoco lo firmará. “Eso muestra un compromiso bastante claro e inequívoco”. (?)
Entonces, comprensivo, de algún modo Iglesias trató a Sánchez como a Kichi: “ “Sé que usted en el fondo está de acuerdo conmigo -le dijo-. Sabe que no debemos vender armas y se podrían revocar contratos. Sé que está recibiendo enormes presiones y le pido que no haga como el PP, rectifique y dé una lección que los españoles le van a agradecer”. Por tanto, pelillos a la mar.
Y todavía le quedaban a Sánchez a los que tiene que convencer de los Presupuestos. Un tormentito. Con Tardá, de Esquerra, sabía lo que le esperaba: “Usted será el último responsable de lo que se haga con las armas que entrega”. Que, quieras que no, que te digan eso fastidia. También aprovechó para arrimar el ascua a su sardina: “Las exportaciones de armas a Arabia Saudí son ilegales, podrían incluso caer en prevaricación y suponen una corrupción de los valores democráticos. Este dilema sobre saltarse o no la ley me suena mucho, cuando otras veces se les llena la boca de la necesidad de cumplir la ley”. Luego dijo algo de “los borbones”.
El otro independentismo, el de lo que debió ser algún día Convergencia, tan pragmática, sacó a un segundo espada, Jordi Xuclá, para decir que esto de Arabia y el periodista muerto ya se veía venir; y el PNV, con esa esencia de voz autorizada de Papá Pitufo, dejó reposar a Sánchez con un haga usted lo que tenga que hacer y si la UE dice que rompamos contratos, los rompe usted con nuestro apoyo, pero mientras tanto...
Bildu, con Oscar Matute al frente, encontró el momento para recordar a los mártires etarras Lasa y Zabala, ya que Kashoggi pasaba por allí . Y ya parecía trodo acabado cuando Ana Oramas, de Coalición Canaria, tan prudente ella, se gustó en el púlpito: “Callen ante un régimen feudal que sigue tratando a las mujeres como mercancía y sigan vendiéndoles bombas. Y mi Gobierno, cobarde, apenas saca una nota de prensa de compromiso”.
Aturullada, Adriana Lastra era la encargada de entonar el mea culpa por todo esto como portavoz socialista. Su excusa fue buena: nostros no hemos sido. Ha sido Cospedal. Pero en el PP ni se percataron, aún aplaudían el discurso de Casado, ese en el que ni mencionó a Arabia.
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