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“Vi pasar toda mi vida y me despedí de mi familia”

Pedro Fernando Romera, uno de los supervivientes del naufragio, se ha visto en la necesidad de embarcarse otra vez al faltarle varios meses para poder prejubilarse

José María Ruiz

04 de septiembre 2008 - 09:00

Sólo uno de los ocho supervivientes del pesquero barbateño Nuevo Pepita Aurora, Pedro Fernando Romera, de 54 años de edad, ha regresado al mar tras la tragedia en la que perecieron ocho compañeros suyos y de la que mañana se cumple el primer aniversario. Lo hizo hace dos meses, faenando desde entonces en el caladero del Golfo de Cádiz, al faltarle medio año de cotización en la Seguridad Social para lograr su prejubilación con 55 años.

Pedro Fernando Romera, tras 38 años en la mar, recordaba ayer en el puerto de Barbate el suceso vivido en la tarde del 5 de septiembre de 2007 y del que pudo salvar la vida al encontrarse en la parte exterior del pesquero y caer al agua por la parte contraria por la que giró el Nuevo Pepita Aurora. Estuvo más de 15 minutos aguantando en el agua. Él, al contrario que otros de los tripulantes que iban en el pesquero, sí sabe nadar y eso le permitió mantenerse a flote en medio del temporal y agitar su camiseta hasta que pudo ser visto. Minutos después llegaría a su altura otro pesquero de Barbate que volvía de Marruecos, el Benamahoma, que lo rescató del agua.

Según su testimonio, salieron sobre las nueve de la mañana del caladero marroquí, frente a Larache en dirección a Barbate, transportando 90 cajas de boquerones suyas y otras 50 cajas de otra embarcación. Salieron con buen tiempo. La mar estaba en calma hasta que en Cabo Espartel comenzaron a parecer las rachas de viento de Levante que se hacían más intensas en mar abierto. Para realizar dicho trayecto solían emplear unas cuatro o cinco horas, siendo las dos menos diez o las dos de la tarde cuando el barco dio la vuelta. Él acababa de salir de guardia de timón una hora antes.

Romera recuerda que no les dio tiempo de tomar ni un chaleco salvavidas, ya que no vieron el peligro. Incluso, recuerda que bromearon con Gabriel Crespo, un compañero que bajó al comedor y se puso el chaleco, lo que terminó salvándole la vida.

Este curtido marinero asegura que estos días, con el aniversario encima, están resultando muy difíciles de llevar. “Lo peor es tener que ir de nuevo a la mar sin tener por qué ir. Lo hago obligado y, después del susto este, me tengo que tragar el charco”.

Le faltaban cuatro meses para poderse prejubilarse con una paga completa que no supondrá más de 650 euros, pero al haber estado 11 meses de baja tras el naufragio, necesita cotizar a la Seguridad Social varios meses más como marinero. El tribunal médico le ha considerado apto para seguir trabajando, pero expresa que “cuando voy a la mar, pánico tengo al máximo”.

Este superviviente, que es mecánico naval, regresará la próxima semana al caladero de Marruecos en el que permanecerá hasta finales de año, fecha en la que quedará prejubilado como marinero.

Sobre la activación del sistema de localización por la radio baliza, Romera cree que pudo no activarse al volcar el pesquero de una manera tan rápida. Según su relato, tampoco dio tiempo de avisar por radio a nadie, ya que no se esperaba el vuelco, siendo los otros barcos, que se encontraban a unas dos millas de distancia, los que dieron aviso una vez que se percataron de que el Nuevo Pepita Aurora no aparecía en pantalla del radar ni contestaba a la radio. Incluso, los tripulantes de los otros mercantes, al advertir en el mar la quilla del barco volcado, creyeron en un primer momento que se trataba de una patera por su planicie. Entonces se percataron de que un hombre, el propio Pedro Fernando Romera, agitaba su camiseta en el agua.

Mientras que cambiaron su rumbo y llegaron al lugar del siniestro pasaron unos interminables 15 minutos. Un tiempo en el que Pedro Fernando Romera vio pasar su vida por delante suya, despidiéndose incluso de su mujer y de sus hijos al creer que no sería rescatado, mientras veía cómo otros compañeros se hundían en el agua. También apreció cómo en dos salvavidas estaban ocho compañeros, algunos de ellos ya sin vida.

Pedro Fernando no sabe si algunos de los compañeros pudieron fallecer por un corte de digestión, ya que en los barcos se almuerza pasadas las doce y media de la mañana, y a la hora del accidente, algunos estaban en pleno proceso digestivo.

Antes de producirse el vuelco se encontraba en la zona de las literas, saliendo a la cubierta al escuchar gritos de sus compañeros diciendo “que nos vamos a ahogar”. Ya en el exterior preguntó qué pasaba, a lo que el patrón, José Vega, le respondió: “el Manteco que está chalao perdío, que está pegando voces”, refiriéndose a José Crespo.

Junto a otros compañeros salió a cubierta, donde se había colado agua, escorándose el barco y siguiendo la navegación, hasta que minutos más tarde se volvía a producir nuevamente otra entrada de agua, saliéndose unos metros de red que se metieron para dentro, amarrándola y siguiendo con el trayecto previsto. Minutos más tarde, se subió a la zona del puente, se colocó en la parte de estribor, donde escuchó “¡Que se va, que se va!” Fue entonces cuando el barco volcó hacia la zona de babor, pudiendo salir él hacia la parte de estribor a la par que el barco iba dando la vuelta.

Este marinero niega que los husillos del barco estuviesen obstruidos, como apunta el informe de la Comisión de Siniestros Marítimo. “El barco tenía pocos desagües, deben de traer más desagües, pero sólo traía cinco. Eso sí, tapado no había ninguno”, asegura con rotundidad.

Sobre el exceso de depósitos de agua, Pedro Fernando Romera asegura que el barco llevaba dos repletos y uno vacío, y que siembre ha sido así. A su parecer, “cuanto más peso llevase abajo más estabilidad ganaba el barco”. La falta de estabilidad es la única pega que este marinero le pone a un barco que consideraba perfecto para navegar en la zona de Cádiz, donde los vientos soplan en la proa y la popa. Navegando en el Estrecho, sin embargo, el viento es “atravesao”.

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