Villaluenga, el primer pueblo empoderado de Cádiz
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 5
Una candidatura del CDS compuesta sólo por mujeres arrasó en 1987 en la localidad payoya, abriendo así la puerta a la primera alcaldesa de la provincia de Cádiz
Eumari Ortega estrenó la Alcaldía pero se la cedió en 1989 a Charo Oliva tras colocarse como docente en un Instituto de Secundaria
Las mujeres decidieron incluir en su gobierno a los dos ediles del PSOE para que no hubiera rencillas en el pueblo
Villaluenga, un pueblo apto para todos los públicos
Estos son los 277 alcaldes que ha habido en la provincia de Cádiz desde 1979
Mucho se ha hablado de los innumerables techos de cristal que no sin esfuerzo han ido rompiendo las mujeres en las últimas décadas en pro de la igualdad. Pero paradójicamente muy poco o nada se ha hablado de uno de los techos que más costó romper y que estaba localizado en el mundo de la política.
Aquel techo no es que fuera de cristal sino más bien parecía de roca caliza, por todo lo que costó destrozarlo. Y es que desde siempre la política había sido un campo reservado a los hombres. Es más, aunque la obligatoriedad de presentar listas paritarias en cualquier cita electoral impulsó mucho la igualdad, en algunos apartados de la política esa balanza sigue siendo desigual. Un ejemplo es que en la provincia de Cádiz apenas hay hoy diez alcaldesas frente a 35 alcaldes. O, más rotundo quizás, de los 227 regidores que ha habido en democracia en el conjunto de los ayuntamientos de la provincia, sólo 40 han sido féminas, apenas un 17,6% del total.
Pero para que hubiera esas 40 alcaldesas fue necesaria que hubiera una pionera o, mejor dicho, un grupo de pioneras. Porque esa hazaña fue posible por la unión de varias mujeres allá por 1987 y en la localidad gaditana más pequeña y más elevada. Porque hace ahora casi 37 años Villaluenga del Rosario se convertía en el primer pueblo empoderado de la provincia gaditana al estrenar un gobierno compuesto en exclusiva por mujeres, un hito jamás repetido en otro municipio gaditano.
La primera alcaldesa en la historia de la provincia se llamaba –y se llama– Eulalia Ortega García, más conocida en el pueblo como Eumari. La obsesión por mejorar el pueblo motivó que un grupo de mujeres acordaran cerrar una candidatura con la que concurrir a las elecciones que se iban a celebrar el miércoles 10 de junio. Este movimiento llegó a oídas de un simpatizante que tenía en la Sierra de Cádiz del Centro Democrático y Social (CDS), una formación centrista liderada por el expresidente del Gobierno Adolfo Suárez y que intentó ser heredera de la histórica Unión de Centro Democrático (UCD). Y el acuerdo se cerró rápidamente, comprometiéndose el CDS a sufragar los gastos propios de la campaña electoral.
En ese 1987 el presidente provincial de ese partido era Antonio Morillo, que apenas cinco años antes había dejado su escaño en el Congreso de los Diputados pero que seguía siendo alcalde de Vejer. Próximo a cumplir 90 años de edad, Morillo aún recuerda hoy a aquellas mujeres que hicieron historia. "Formaban un grupo estupendo. En el partido las apoyamos desde el primer momento, intentamos ayudarlas en lo que estuviera en nuestra mano y arroparlas para que no sintieran que estaban solas. Y es evidente que el pueblo se volcó con ellas", reflexiona el veterano político gaditano.
Villaluenga del Rosario aún no había confiado en la izquierda cuando llegó ese 1987. En los primeros años de democracia el alcalde había sido Juan Guerrero Ferreiro, que en el primer mandato (1979-1983) gobernó con mayoría absoluta liderando la lista de la UCD y que en los cuatro años siguientes hizo lo mismo pero al frente de Alianza Popular (AP), el embrión del actual PP.
En ese contexto surgió la candidatura femenina del CDS para los comicios de 1987. La idea inicial no era que en la lista hubiera sólo mujeres, pero se sumó una, luego otra, después otra más... y al final terminó gustando esa idea de conformar una opción política tan novedosa y en la que, además, todas figuraban como independientes, porque el partido de Suárez no tenía ni un militante en el pueblo.
Durante la campaña electoral no tuvieron incidente alguno. Buscaron los votos puerta a puerta, hablando con todos los vecinos. Sabían que representaban el aire fresco, la novedad, aunque enfrente tenían un hueso duro de roer, un PSOE que entonces era casi hegemónico en España y en Andalucía y que en Villaluenga presentaba como candidato a José Miguel García Villar, una persona muy conocida al ser el ATS del pueblo.
El día de los comicios hubo dos contiendas electorales: las municipales pero también las primeras elecciones europeas, que fueron las que se recontaron en primer lugar. Ahí la barrida del PSOE en Villaluenga fue total, lo que hizo que el desánimo se apoderara de las candidatas centristas. Pero las caras empezaron a cambiar cuando se abrió la urna para contar las papeletas de las municipales.
El resultado habla por sí solo: el PSOE obtuvo 81 votos (el 32,9%) y el CDS consiguió el apoyo de 164 vecinos, es decir, el 66,7% de los votos válidos emitidos o, lo que es lo mismo, el doble de lo logrado por los socialistas.
La hazaña ya estaba conseguida. El CDS se hacía con cinco de las siete actas de concejales que estaban en liza. Ya sólo faltaba esperar a que llegara el pleno de investidura, que tendría lugar el domingo 30 de junio. Ese día el Ayuntamiento de Villaluenga del Rosario pasaba a estar en manos de estas cinco mujeres: Eulalia Ortega García, natural de Algeciras, que entonces tenía 29 años, casada y bióloga en paro; Rosario Oliva Peña, casada, con dos hijos, de 31 años, natural de Jerez y que trabajaba en el campo; Isabel Moscoso Barea, soltera y de 28 años; Isabel Benítez Guzmán, de 43 años, casada y madre de cuatro hijos; y Rosario Rodríguez Calvillo. Y después de esa investidura llegó algo con lo que soñaban pero que se hizo esperar: la felicitación de Adolfo Suárez. No lo hizo con una llamada, que era lo que esperaban, pero sí con un escrito que para ellas supuso una satisfacción indudable. Antonio Morillo sí las había llamado después de las elecciones para felicitarlas por su éxito.
Y se pusieron manos a la obra. La prioridad era traer agua al pueblo para evitar unas restricciones que durante años fueron asfixiantes, y tenían la intención de crear dos pequeñas industrias en el pueblo, una de chacinas y otra de marroquinería, y confiaban en poder organizar mejor la fiestas del pueblo, etc. Y al poco tiempo, y con el único fin de apostar por la buena convivencia en el pueblo, las cinco optaron por algo que hoy es muy difícil de ver: invitaron a los dos concejales del PSOE que estaban en la oposición a sumarse al gobierno, y éstos aceptaron. De esta manera, José Miguel García asumía toda la gestión relacionada con el agua y Lázaro García, que era de profesión albañil, se quedó con las obras.
El gobierno compartido funcionaba razonablemente bien, sin rencillas internas, pero a mitad del mandato llegaron dos cambios imprevistos. En marzo de 1989 Isabel Moscoso renunciaba a seguir de concejala, ocupando su lugar Genoveva García Calle, la número seis de la lista del CDS y madre de la alcaldesa. Y en septiembre de ese mismo año la regidora renunciaba a la Alcaldía porque había logrado colocarse como profesora de Biología en un Instituto de Enseñanza Secundaria –una labor docente que mantuvo hasta su reciente jubilación– y no tenía tiempo para asumir al cien por cien el puesto de máxima autoridad municipal. El 5 de octubre la relevaba Charo Oliva, que se mantendría en el cargo hasta el fin del mandato.
En todas estas décadas ni Eumari Ortega ni Charo Oliva se han prodigado en valoraciones sobre aquella etapa porque prefieren huir de cualquier protagonismo. Unas de sus pocas declaraciones pueden encontrarse en el libro Alcaldes y alcaldesas de Villaluenga del Rosario 1979-2022, publicado por la Diputación de Cádiz el año pasado y escrito por María Teresa Galindo Moscoso, graduada en Historia por la Universidad de Cádiz y vinculada a Villaluenga por su rama materna. En ese trabajo, las dos ex alcaldesas se muestran orgullosas de la gestión de esos cuatro años, destacando entre sus logros el arreglo de la Caseta Municipal, la Escuela de Adultos, la mejora de calles y carriles, las obras en la antigua báscula, la instalación de contadores de agua, la puesta en marcha de la Asociación de Mujeres 'La Amapola' o la creación de una Banda de Cornetas y Tambores con niños del pueblo.
Eso sí, ambas insisten en recalcar las diferencias que había entre aquella forma de hacer política y la actual. "Aquello no era una profesión, era una afición. Por entonces nadie cobraba dinero por el trabajo que desempeñaba, ni cuando te tenías que mover de un lado a otro", recuerda Eumari.
La primera alcaldesa explica por ejemplo que los pocos ingresos con los que contaba el Ayuntamiento venían de las subvenciones que llegaban de la Diputación "y de las tómbolas", una iniciativa que ellas pusieron en marcha y que permitió obtener un dinero extra para costear por ejemplo las fiestas locales.
Por su parte, Charo Oliva, hoy quesera de profesión, destaca en ese libro que el reto que se propusieron cuando llegaron al gobierno en 1987 era "dejar un futuro mejor a los jóvenes del pueblo" y de aquel mandato histórico se queda "con la ilusión que le pusimos todas" y con que “algo abrimos la mente” a la sociedad de entonces.
Cuando llegaron las elecciones municipales de 1991 sólo dos de estas concejalas, la propia Charo Oliva e Isabel Benítez, volvieron a presentarse, de nuevo como independientes pero ya en la candidatura del PP. Sin embargo, fueron derrotadas por el PSOE de Antonio Barea (4-3 en concejales), quedándose ambas en la oposición.
Han pasado varias décadas y de las personas que ocuparon una concejalía en ese mandato 1987-1991 en Villaluenga sólo tres quedan con vida: Isabel Moscoso y las dos mujeres que compartieron la Alcaldía. En todos estos años nadie se ha acordado de ellas y nadie les ha brindado el homenaje que sin duda merecían. Pero Eulalia Ortega y Charo Oliva, las dos primeras alcaldesas en la historia de la provincia de Cádiz, abrieron un camino que hasta entonces estaba vetado para las mujeres. Habría que esperar unos cuantos años para que en 1995 otra mujer retomara esa llama que se encendió en Villaluenga y se aupara a otra Alcaldía. Su nombre, Teófila Martínez.
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