El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 13
Eso de que “los últimos serán los primeros” es muy relativo. Desde el punto de vista religioso, el mensaje que Jesús lanzó en su parábola de los obreros enviados a la viña, y que recoge el Evangelio según San Mateo, puede ser entendido como un canto a la generosidad del dueño de esas tierras que pagaba el mismo jornal a sus empleados sin tener en cuenta que unos habían trabajado todo el día y otros sólo unas horas. A lo mejor desde el punto de vista de la justicia social no es muy entendible pero sí si se enfoca ese mensaje como una llamada a la humildad, a la bondad o a la solidaridad para con los demás. Hasta ahí todo perfecto.
Pero después en la vida real la frase en sí tiene muchas aristas. Porque no a todos les gustaría ser los últimos por ejemplo a la hora de salir despavoridos del incendio de un edificio. Y decir que los últimos en llegar a la cola para comprar churros pasarán a ser los primeros puede originar justificados murmullos de desaprobación o incluso alguna trifulca.
En política suele pasar lo mismo. Los últimos, los que menos apoyos tienen de la ciudadanía según el dictamen de las urnas, están llamados a desempeñar por lo general un papel secundario, cediendo el protagonismo a las fuerzas políticas y a los líderes que evidencian un mayor respaldo social. Pero eso sucede, efectivamente, como norma general. Porque también hay excepciones, algunas de ellas llamativas... o incluso escandalosas, como la que sucedió en Tarifa el sábado 3 de julio de 1999.
Las urnas habían hablado 20 días antes, en las elecciones municipales del domingo 13 de junio de ese año. Y la opinión ciudadana parecía clara: el PSOE había ganado claramente esos comicios en Tarifa duplicando los cuatro concejales que había tenido en el mandato anterior hasta llegar a ocho, a un paso muy pequeño de los nueve que daban la mayoría absoluta. La nueva Corporación Municipal se completaría con los cuatro concejales del TAIP (Tarifa Agrupación Independiente Popular), otros cuatro del PP –estos dos partidos venían de gobernar juntos cuatro años en la localidad– y el único edil de IU.
Este último era Juan Andrés Gil, un vecino de Facinas que ya había sido concejal por el Partido Andalucista (PA) entre 1991 y 1995, que había recalado luego en IU y que en ese 1999 tampoco es que triunfara porque la lista que encabezaba sólo logró un acta de concejal tras conseguir apenas 507 votos de los 8.976 que se habían depositado en las urnas, es decir, que tuvo un respaldo de sólo un 5,75%.
En las tres semanas que separaron las elecciones de la sesión de investidura se multiplicaron las reuniones entre las fuerzas políticas. El TAIP del aún alcalde Pepe Fuentes y el PP querían seguir gobernando juntos, pero necesitaban un concejal más. Y un edil le faltaba también al PSOE, aunque este partido tenía la tranquilidad de que, al haber sido la lista más votada, sólo un extrañísimo acuerdo entre las otras tres fuerzas políticas evitaría el regreso a la Alcaldía de Antonio Ruiz, un maestro de Guadix que llevaba años afincado con su familia en Tarifa y que ya había sido alcalde entre 1983 y 1995 –siempre con mayorías absolutas– pero que en ese 1995 optó por no presentarse a las elecciones agotado por el desgaste que le supuso la gestión del llamado cable de Tarifa.
La conclusión fue que el PSOE se hundió en los comicios de ese 1995, viviendo un destierro de cuatro años en la oposición, un tiempo en el que Antonio Ruiz se tomó un respiro antes de volver a poner su cara en un cartel electoral. Y la noche de los comicios de 1999 el PSOE tarifeño era todo una fiesta, por su amplio triunfo pero también porque nadie veía factible un pacto a la griega, sobre todo porque parecía claro que IU no podía compartir un proyecto político en el que estuvieran el PP y un TAIP que para muchos era un partido inclinado también a la derecha.
"En casa la pesimista era yo. Antonio no es que diera por hecho que ya era el alcalde, incluso tenía la mosca detrás de la oreja, pero siempre concluía que IU no podía mantener de alcalde a Pepe Fuentes y que tampoco iba a apoyar a alguien del PP. Pero, claro, nadie se podía imaginar lo que iba a pasar en esa investidura". 25 años después Ana Giráldez, viuda de Antonio Ruiz, fallecido en diciembre del año pasado a la edad de 77 años, recuerda aquellos días y añade que optó a última hora por no estar presente en la sesión plenaria en la que supuestamente su marido tenía que ser investido alcalde. "Me quedé fuera, sentada en la plaza. No sé, fue una corazonada, o que ya notaba un ambiente raro, sobre todo tras lo que sucedió la noche anterior", rememora.
Y lo que sucedió la noche anterior fue la última reunión entre el PSOE y Juan Andrés Gil para intentar cerrar un acuerdo de gobierno. "Aquella reunión fue en el restaurante La Codorniz –explica Miguel Manella, entonces número dos en la candidatura socialista– y Gil nos sorprendió pidiéndonos el oro y el moro y reclamando concejalías de mucho peso que quería para él pese a ser el único concejal de IU". "Y Antonio le dijo que no se vendía", apostilla Manella.
Y empezó el pleno, y los votos secretos que se depositan en una urna, y un escrutinio a viva voz: un voto para Ruiz, otro para Gil, uno más para Gil, otro para Ruiz... y al final ocho votos para el candidato del PSOE y nueve para el único concejal de IU. Es decir, mayoría absoluta y un alcalde electo que toma el bastón de mando y que promete el cargo ante algunos aplausos, muchos abucheos, la estupefacción de los concejales socialistas y muchísimas caras de no saber qué era lo que había pasado.
Y lo que acababa de pasar era que todos los concejales del TAIP y todos los del PP, sabedores de que Gil no les iba a votar, habían acordado poner el nombre del candidato de IU en el papel. Y esos votos, sumados al del propio Juan Andrés Gil, propiciaron el vuelco, impidiendo el regreso del PSOE a la Alcaldía tarifeña cuatro años después. Todo fue legal, legalísimo, porque esa opción está admitida en nuestra legislación electoral. Pero puede ser éticamente reprochable que un concejal que sólo había conseguido 500 votos de 9.000 se convirtiera en alcalde, en el alcalde menos votado de la historia, y en un municipio de la importancia de Tarifa.
Transcurridos 25 años la duda continúa: ¿Fue un regalo de última hora y a la desperada del TAIP y el PP a Gil o las tres partes estaban de acuerdo desde días u horas antes a esa sesión plenaria? Tras su investidura el nuevo regidor mostraba su sorpresa por lo sucedido "porque no he venido hoy aquí a ser elegido alcalde", dijo. Y los del TAIP y el PP aseguraban que le habían votado sin pedir contraprestaciones a cambio. Pero desde las filas socialistas se afirmaba y aún se afirma que ese acuerdo estaba cerrado y que todo fue un teatro, poniendo como muestra que en pocos días se pactó la composición del nuevo gobierno tripartito con el TAIP, el PP y Juan Andrés Gil de alcalde.
Bueno, eso de 'tripartito' igual no es del todo correcto, porque Gil fue expulsado de IU en cuestión de muy pocos días y pasó a representarse exclusivamente a sí mismo.
Ignacio García, entonces coordinador provincial de IU, se enteró de todo lo que había sucedido en Tarifa minutos antes de tomar posesión como concejal en El Puerto. "Me llamó Luis Pizarro y me quedé a cuadritos tras descubrir la jugarreta del TAIP y del PP. Le dije que lo iba a intentar solucionar y eso hice. Hablé con Gil, le recriminé que hubiera aceptado la Alcaldía porque teníamos un acuerdo global con el PSOE para respetar en cada sitio a la lista de izquierda más votada, y le insté a que dimitiera cuanto antes. Él me dió la razón pero me pidió 48 horas para reflexionar su decisión".
Y pasadas esas 48 horas Juan Andrés Gil se reafirmó en la Alcaldía, viniendo a decir que él iba a ser "el árbitro" en las disputas políticas y que iba a presidir lo que vino a llamar "un gobierno de salvación". Y todo eso adornado con el típico "el pueblo es sabio y ha hablado en las urnas", que es lo que dicen los políticos cuando interpretan a su antojo la voluntad expresada en las urnas.
Nada le importó a Gil que el segundo en la candidatura de IU se encerrara en el Ayuntamiento para exigir su dimisión, o que los dirigentes provinciales del PSOE hablaran de "perversión de la democracia", o incluso que tuviera que salir escoltado por la Policía Local en su primer día en el cargo. "Nos engañó", se reafirma hoy Ignacio García, quien a los pocos días se personaba en el Ayuntamiento tarifeño para comunicar personalmente en el Registro que Gil ya no podría usar las siglas de IU tras su expulsión como militante.
Pese a su inestabilidad en el cargo Gil logró mantenerse esos cuatro años en la Alcaldía, sobre todo porque el PSOE no halló el más mínimo resquicio para presentar una moción de censura. El alcalde se integró en el TAIP, se llevó cuatro años repitiendo que quien le llamara tránsfuga "le estaba faltando el respeto a mi pueblo" y buscó y consiguió ser en 2003 el alcaldable de su nueva formación política. Antonio Ruiz, por su parte, aguantó los cuatro años como líder de la oposición pero una vez cumplido ese compromiso se retiró de la política activa cediendo la cabecera de la lista socialista a Miguel Manella.
Curiosamente tanto en las elecciones municipales de 2003 como en las de 2007 se vivió un escrutinio muy similar, con el único edil de IU teniendo la llave de la gobernabilidad. Pero, a diferencia de lo sucedido en 1999, en ambos casos este concejal, Javier Mohedano, sí llegó a acuerdos con el PSOE, integrándose en ambas ocasiones en los gobiernos de Manella.
Pero en esos ocho años Juan Andrés Gil no se dio por vencido, tanto que logró que buena parte del TAIP se terminara integrando en el PP. Y ya como militante de este partido, el cuarto de su historial, repitió como candidato a la Alcaldía primero sin suerte en 2007 (perdió 8-7 con Manella) y luego con más fortuna tanto en 2011 como en 2015, dos comicios en los que al fin logró la victoria obteniendo siete y ocho concejales, respectivamente.
Esta segunda etapa como alcalde la acabó Gil con dos serios reveses. El primero fue en noviembre de 2015, cuando era derrocado merced a una moción de censura que situó en la Alcaldía al socialista Francisco Ruiz Giráldez, uno de los hijos del ex alcalde Antonio Ruiz. Pero sólo unos meses después, ya en 2016, Gil tenía que poner el punto y final a su azarosa trayectoria política tras ser inhabilitado durante siete años por la Justicia por un delito de prevaricación.
Han pasado los años y hoy Tarifa vuelve a tener un alcalde del PP –Pepe Santos– pese a la victoria del PSOE en las últimas elecciones. Pero ese relevo no generó tanta polémica como el que se vivió en esta misma ciudad hace 25 años. Por cierto, Juan Andrés Gil, el regidor menos votado de la historia y posiblemente el único dirigente que ha logrado ser alcalde liderando candidaturas tanto de IU como del PP, sigue viviendo en Tarifa, aunque alejado de la política. Hoy regenta dos locales de hostelería, uno de ellos en Bolonia. No se sabe si allí los últimos en reservar mesa serán los primeros en sentarse a comer.
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