"Muchos desahuciados tienen hoy solución quirúrgica"
andrés muñoz | cirujano
El gaditano ha sido propuesto a los Doctoralia Awards 2022 por su labor en el CNA
La candidatura surge del reconocimiento de los propios pacientes
Nacido en Medina Sidonia, licenciado en Medicina por la Universidad de Cádiz Universidad de Cádizy cum laude por la de Sevilla, Andrés Muñoz es uno de los actuales referentes en neurocirugía. Al premio Nacional de Medicina Siglo XXI en su especialidad, y al reconocimiento del IV Premio Salud y Bienestar –otorgado por Grupo Joly, Cofares y Rovi–, suma este año su candidatura a los Doctoralia Awards: un galardón que tiene el factor añadido de estar concedido por los propios pacientes, que valoran el desempeño de un profesional . “Eso es importante –dice al respecto Muñoz–, la sensación que le dejas a los pacientes”.
Actualmente, Andrés Muñoz trabaja en el Centro de Neurología Avanzada (CNA), con sedes en Sevilla, Málaga, Huelva y Chiclana, donde desarrolla una técnica mínimamente invasiva en patologías espinales –hernia discal, estenosis de canal, microcirugía de tumores raquídeos, etc–. Una metodología que se traduce en una agresión menor al sistema nervioso y, por tanto, menos complicaciones y una recuperación más temprana: en la hernia de disco, por ejemplo, es posible operar con un dispositivo de separadores retractores que hacen el abordaje más asumible. No ha de traducirse forzosamente, indica el especialista, en menos tiempo de quirófano: “El hecho de que sea una cirugía menos invasiva requiere mucho aparataje, y eso significa tiempo. En realidad, da igual si se tardan diez minutos más o media hora menos: lo que interesa es irse a casa mucho antes y que el paciente pueda reincorporarse a su vida pronto”, explica Andrés Muñoz. Muchas veces, al paciente le dan el alta el mismo día en que se opera.
En el gran ámbito de la neurología, “el cerebro es la parte más enigmática” y lo que a los cirujanos, afirma el especialista, les fascina. Esa nebulosa que lo es todo, y de la que sabemos tan poco. Pero el talón de Aquiles de casi todos, años mediante, es la espalda, “nuestro grueso, lo que hacemos a diario”.
“Poco a poco –prosigue Muñoz– se va avanzando en cirugía funcional. Antes, las enfermedades neurológicas no tenían tratamiento quirúrgico, y desde hace años hemos ido incluso delimitando: nosotros tenemos un equipo para Parkinson, para enfermos de epilepsia que responden mal a la medicación, y que históricamente acababan en retraso mental o discapacidad. En este tipo de pacientes se puede encontrar una estimulación quirúrgica o a través de distintas técnicas: láser, electrodos... Siempre que falle una parte del cerebro no por un tumor o una hemorragia”.
Un escalpelo, a los del otro lado, nos impone siempre. Tocar la espalda, el corazón, el cerebro, es algo en lo que no queremos pensar: “Son decisiones donde te juegas la vida del paciente –asume el cirujano–. Ayer, por ejemplo, tratamos a un paciente con un tumor cerebral al que en la Seguridad Social habían rechazado operar por el riesgo de secuelas: el riesgo es importante y existe. Tomamos decisiones muy serias, pero lo que tratas en el fondo es de mejorar a tu paciente. Por eso la neurocirugía es tan apasionante, especialmente, en lo relativo al cerebro”.
En cuestiones que pueden ser comunes, como la hernia de disco “hacía que te plantearas sin merecía la pena intervenir o no en un paciente típico de 80 años. No deja de ser una cirugía de envergadura, y te lo tienes que plantear con todas las complicaciones que supone. Con este tipo de técnica, por ejemplo, no tienes que tener inmovilizado al paciente durante mucho tiempo: toda la población puede acceder, siempre que no haya una complicación seria previa”.
La neurocirugía fue su primera opción y le ha resultado, desde siempre, no sólo la especialidad más atractiva sino “la más completa. Al final –desarrolla–, el cirujano general es un cirujano de digestivo. Además, con las diversas dolencias que toca la neurocirugía (nervio periférico, cerebro, columna), está todavía en expansión”. Y más vale que lo esté: una de las características de la neurología es que es una ciencia en expansión a rebufo de la demografía, ya que cada vez somos más los más viejos. Es, por tanto, una de las especialidades el futuro. Y hablamos de un tipo de dolencias que no se pueden prevenir: “Podemos aumentar el conocimiento de las mismas, acercarnos a la fisiopatología, pero poco más. El sistema nervioso es muy complejo –subraya Muñoz–. En el tema de la columna, ayuda una actividad física regular, que redunda favorablemente en la biomecánica, reforzando la musculatura paravertebral que fortalece el soporte de la columna, eso puede contribuir a prevenir la lumbociática, que es de las cosas más frecuentes que aparecen. Pero en lo neurológico-degenerativo, aún no nos podemos adelantar a su aparición”.
“Con los años, llegando a la tercera edad, comienzan a fracasar todo tipo de mecanismos fisiológicos –continúa Muñoz–. Dolencias como el Alzheimer, el Parkinson o la hidrocefalia normotensiva no te las encuentras en chavales de 15 años”. El famoso e histórico “chochea” de los abuelos incluía de seguro al catálogo entero de lo neurodegenerativo. En este escenario, sí que puede aportar alguna luz, señala Muñoz, el correcto seguimiento y diagnóstico: “Concluimos que es demencia pero, ¿qué tipo de demencia? Lo mismo se debe a una irregularidad en la presión intracraneal, o es que tiene poca capacidad para absorber el líquido encefaloraquídeo... Pues esa demencia resulta que se cura pero claro, para saberlo hay que identificarlo. Hoy día, muchos desahuciados tienen una solución quirúrgica, y muchos recuperan gran parte de las funciones perdidas”.
Muñoz no ve sin escozor su viaje de la privada a la publica: “Cuando se termina la especialidad, lo normal es querer quedarse donde has hecho la residencia porque allí es donde te sientes cómodo, arropado, y ves un poco de todo. Pero la privada en los últimos años ha avanzado mucho, y no ha sido igual en la pública. Yo te diría que no tanto porque no se invierta o los hospitales se queden antiguos, sino porque los profesionales estaban motivados, les gustaba lo que hacían, se sentían recompensados y bien tratados, y ahora no es así –opina–. No todo es política y números, y la gente se cansa. En la privada se puede funcionar igual de bien y nadie te dice qué tienes que hacer o qué decir. Lo que importa es la vida del paciente y eso es lo que tiene que prevalecer”.
“Vi que en el CNA podía hacerlo bien –continúa–, con profesionales de primer nivel donde formamos un grupo en el que queremos funcionar todos juntos. Eso redunda en el bien del paciente. Pienso que lo privado y lo público deberían ir de la mano pero, desgraciadamente, estamos creciendo a costa del segundo”, afirma, añadiendo que no sabe lo que ocurrirá dentro de unos años, cuando la sanidad pública se quede sin gente: “Ahora está empezando a haber vacíos con los anestesistas, por ejemplo, que se están marchando todos a la privada porque es un sitio cómodo. Y después de que se te va la gente, cómo la recuperas”.
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