Dos años y diez meses en el mundo del olvido
Enfoque de Domingo. Pedro Pacheco
LA experiencia presidiaria ha convertido a Pedro Pacheco, el alcalde que transformó Jerez durante dos décadas, en un hombre, en cierto modo, diferente. “La cárcel es un mundo paralelo. La gente que está dentro parece que no le importa a nadie. Te sientes como que vives en el olvido. La cárcel es el mundo del olvido”, me ha comentado con amargura en alguna comida que hemos compartido cuando obtuvo, tras casi cuatro años, el régimen abierto. De todos los amigos que tenía en libertad, cuando era un hombre adulado en Jerez y corría por la calles con un grupo de incondicionales, apenas quedaron tres o cuatro cuando entró en la cárcel. Le sirvió esto para comprobar que, como todo el mundo sabe, amigos de verdad todos tenemos muy pocos.
Pacheco no quiere hacer declaraciones sobre cuáles han sido sus vivencias, Ingresó en la cárcel en octubre de 2014 para cumplir cinco años y medio de condena por haber colocado como asesores a dos correligionarios de partido cuando era responsable de Urbanismo y la alcaldesa era Pilar Sánchez. Obtuvo su primer permiso dos años y diez meses después de su ingreso en prisión. Durante su estancia en prisión le fueron cayendo otras condenas por permutas de terrenos y financiación irregular de la construcción de la casa hermandad de Jerez en el Rocío.
Hasta que obtenga la libertad, lo que sucederá con los 70 años ya cumplidos, el político, inhabilitado durante trece años, duerme de lunes a jueves en el Centro de Inserción Social. Desde mayo de 2018 realiza una prestación social en Cáritas.
La jubilación de Pacheco ha sido la cárcel. A los pocos meses de jubilarse como abogado de Cajasol -él ingresó a mediados de los 70, cuando era Caja de Ahorros de Jerez- le llegó la orden de cumplimiento de condena.
La edad a la que la mayor parte de los españoles pueden descansar y cobran su pensión le supuso a Pacheco perder buena parte de su patrimonio al pagar 200.000 euros en concepto de responsabilidad civil. En ninguno de los casos por los que se le condenó se había beneficiado económicamente. No sacó ni un euro de los actos considerados delictivos.
En la cárcel ha estrechado lazos con presos, ha conocido los códigos internos del talego, ha convivido con traficantes, malversadores, abusadores, ladronzuelos... No ha sido la suya una estancia cómoda. Las relaciones con el director de la prisión de Puerto III, Miguel Ángel Rodríguez, siempre fueron tensas. En el módulo de respeto al que fue destinado asesoró a presos y el director debió interpretar que le agitaba el gallinero. La junta de tratamiento de Puerto III le negó en varias ocasiones el tercer grado sin que tuvieran éxito sus recursos ante el juzgado de vigilancia penitenciaria.
Al día siguiente de que se publicara en noviembre de 2017 en Diario de Cádiz un artículo en el que opinaban un grupo de jerezanos, algunos de ellos muy críticos con él cuando era alcalde, que el castigo que estaba cumpliendo era excesivo, Pacheco tuvo un registro en su celda. Le encontraron un crucifijo de madera de ocho centímetros que le había regalado un compañero, diez libros más de los que estaba permitido y una almohada más. Con otras faltas en su expediente, el director le aplicó la reincidencia y le trasladó de módulo durante dos semanas. Un antiguo compañero suyo en política, Francisco González Cabaña, del PSOE, interpeló al secretario de Estado en el Congreso para decirle que Pacheco tenía en la cárcel “un trato injusto”.
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