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Antártida: Dos científicos del Centro Oceanográfico de Cádiz participan en el primer viaje polar del 'Odón de Buen'

Los investigadores del IEO-CSIC forman parte de una campaña inaugural en la que se implementarán todas las especificidades del barco

El 'Odón de Buen' en Cádiz: paseo por el mayor buque oceanográfico del CSIC

Jorge Tornero e Izaskun Villar en la costa antártica. / Pablo Lozano/IEO-CSIC

Las bases antárticas no tienen llave -quién sabe quien puede necesitar guarecerse en algún momento-.El ejemplo simboliza la realidad del continente polar: un territorio que no pertenece a nadie, y en el que todos los países presentes colaboran entre ellos continuamente.

Las bases son, de hecho, los únicos refugios en la inmensidad de lo blanco o, mejor dicho, de lo azul: pues eso es lo que destacan los científicos del IEO gaditano embarcados en el primer viaje polar del Odón de Buen. El color azul del hielo en un escenario sobrecogedor, “grandioso y cambiante”. Los paisajes, afirman, quitan el aliento.

“El otro día estábamos en una reunión de planificación de trabajos y se veían pasar icebergs tremendos por el costado, ¿quién se concentra así?”, comenta Izaskun Villar. Ella y Jorge Tornero pertenecen alCentro Oceanográfico de Cádiz, que es parte del Instituto Español de Oceanografía (IEO).

“Una tarde estás en una bahía rodeado de pedazos de hielo e icebergs y a la mañana siguiente ya no están, arrastrados por las corrientes y el viento -relatan–. Hay pedazos de hielo flotante de pequeño tamaño (los gruñones) que, al ir descongelándose, liberan el aire atrapado en su interior: un aire que puede llevar siglos ahí encerrado. ¡Niñas y niños, parece como si el mar estuviera comiendo petazetas!”. El sonido de un soplido de ballena no es como vemos en pelis y documentales, sino que tiene matices sonoros. Aún no han podido ver al albatros errante, pero sí petreles gigantes, del cabo, págalos, paíños, pingüinos de Adelia, barbijos, lobos marinos, ballenas yubarta…

Este fascinado primer viaje a la Antártida es también la primera incursión del 'Odón de Buen' (que puede romper hielo de poca profundidad) en regiones heladas.Una campaña “diferente”, destinada principalmente a comprobar la idoneidad del buque: “El Odón de Buen es un barco nuevo, recién salido del horno, y antes de ponerlo a rendir al 100% hay que probarlo todo, y en las condiciones más extremas. Para eso estamos aquí”.

“El Odón de Buen –explican– cuenta con equipos muy diversos, para poder prestar servicio a proyectos con objetivos muy diferentes. En una campaña normal se utiliza sólo una parte del equipamiento, y la gente que participa está habituada a esos equipos. Pero en este caso tenemos que probar todo, por lo que el grupo de trabajo es el más interdisciplinar en el que hemos participado. Hay especialistas en acústica, en imagen submarina, en hidrografía, en pesca… Nosotros, en concreto, somos un poco transversales”.

Ambos dieron, de hecho, “bastantes tumbos” antes de llegar al centro gaditano: “Teníamos una vida antes”, dicen. Aunque gran parte de su desempeño ha estado relacionado con las ciencias y la naturaleza. Izaskun estudió Ciencias del Mar pero, cuando llegó al IEO, ya había trabajado en un barco, en una fábrica y en un hospital; mientras que Jorge ha trabajado en temas forestales, incendios, viveros, etc.

El 'Odón de Buen' frente a la base Juan Carlos I en las Shetland del Sur. / Pablo Lozano/IEO-CSIC

“Esto tiene que ver también con el papel que tenemos en la campaña –continúa Izaskun–. El equipo cuenta sobre todo con compañeros muy especializados, pero también estamos nosotros, los ‘versátiles’. Servimos de apoyo allí donde surge la necesidad”.

El campo de estudio de Jorge son los pequeños pelágicos y del de Izaskun, la cartografía marina. Pero ambos acumulan tal variedad de campañas y ocupaciones que ahora sirven de apoyo a los compañeros “y tapamos boquetes cuando hace falta”.

El Odón es un barco puntero no sólo en cuanto a equipamiento, sino de diseño: ha sido concebido teniendo en cuenta las posibles fallas que los científicos han encontrado en otros buques. Ha supuesto un coste de 85 millones de euros y, cuando otros promotores veían sus trabajos en los Astilleros Armon de Vigo decían:“Yo quiero uno igual”. Tanto Jorge como Izaskun quieren dejar claro, si embargo, que el barco no es lujoso: no tiene materiales nobles, por ejemplo, y muebles y equipación tienen un corte funcional. “Hay espacios amplios, camarotes cómodos, hay luz. Es menos ruidoso que otros barcos –cuentan–. Tenemos mamparas en la ducha que hacen que el aseo diario no se convierta en el AquaSherry. Y en los catres cabemos todos, hasta los más grandullones. También se ha pensado mucho en la ergonomía en el trabajo: el paso entre cubiertas no tiene casi obstáculos, se accede a los equipos con facilidad, hay sistemas para mover pesos sin forzar la espalda… También hay zonas de esparcimiento suficientes, que no son frecuentes en los barcos”. En el buque, afirman, se pueden tener todas las comodidades que hay en tierra: “Aunque la verdad es que en tierra nos conformamos con muy poco”.

Los científicos del Odón de Buen trabajan zona a zona: de cada área intentan recoger la información más variada, “para poder al menos combinarla y caracterizar el lugar en detalle. Procuramos empezar realizando una cartografía con ecosondas multihaz, que calcula la distancia al fondo en muchos puntos simultáneamente mediante el tiempo que tarda el eco en ir y volver –indican–. Esto es muy necesario para poder probar otros equipos con seguridad, como por ejemplo un trineo equipado con cámara de vídeo y focos, con el que grabamos el fondo marino. Los vídeos son espectaculares, no habíamos visto antes una diversidad y una abundancia como lo que estamos viendo aquí”.

También se están probando las máquinas que se usan para lanzar las dragas con las que se recogen muestras de sedimento, así como una roseta oceanográfica equipada con un CTD, que permite saber qué temperatura y salinidad tiene el agua desde la superficie hasta el fondo y recoger muestras a distintas profundidades.

“Además –prosiguen–, llevamos una sonda acústica para detectar organismos marinos (krill y bancos de peces), que también requiere de pruebas para detectar ruidos y problemas que afecten a la calidad de los datos, y un set de pequeñas redes con las que estudiar los organismos que detectamos. Otra de las redes la usamos para recoger microplásticos, por ejemplo”.

RUTINA EN EL 'ODÓN DE BUEN'

Ahora mismo, el Odón de Buen se encuentra en Trinity Island, un punto entre la península Antártica y las Shetland del Sur, dentro del estrecho de Bransfield. Los científicos están comprobado allí el sistema de compensación del oleaje, que está pensado para hacer que los equipos no se vean afectados por las oscilaciones de la nave una vez se sumergen en el agua.

La rutina de un barco es continúa: se trabaja las 24 horas, por turnos. En esta misión, sin embargo, no existen horario fijo, porque hay que colaborar en muchas tareas logísticas con las bases, a lo que hay que sumar la duración de las navegaciones.

La ropa dentro del barco es la que se podría llevar en un sitio con frío: pantalones de trabajo, una camiseta térmica y otra encima, y vas echando capas. En cubierta, hay que ponerse ropa de abrigo de alta visibilidad y botas de seguridad abrigadas, con casco y guantes si la maniobra lo requiere. El traje viking (el equipo de la foto), con el que salen en la zodiac, garantiza unas cuantas horas de resistencia en caso de caída al agua. “Parecemos súper cachas con él puesto, pero los trajes son compartidos, y te toca el que te toca”, cuentan.

Los habitantes del Odón se despiertan pronto, sobre las siete (a las 4 de la mañana ya hay claridad en el verano austral). La distancia entre casa y el trabajo son dos tramos de escaleras y un pasillo, y el día se pasa trabajando. En los ratos de ocio, sobre todo, en las navegaciones, “hay quien escucha música, quien lleva un diario, dibuja…” La comida y la cena se hacen temprano y son dos de los “mejores momentos del día: no falta conversación y el ambiente es muy agradable”.

Más allá de la buena compenetración, quienes participan en esta primera campaña tienen la sensación de estar poniendo el primer peldaño de una larga escalera, “de estar poniéndoselo más fácil a todos los que puedan venir detrás. ¡Quién sabe lo que saldrá de los proyectos que usen este buque!”.

Desde Cádiz a las bases españolas de la Antártida se cuentan más de doce mil kilómetros. Las telecomunicaciones hacen que el contacto sea muchísimo más fluido de lo que era antes pero, aun así, tanto Jorge como Izaskun, como todos los demás científicos, echan de menos a su gente, que pudieran ver todo eso –todo lo del hielo azul, los icebergs que aparecen y desaparecen y el silbido de las ballenas– “con sus propios ojos”: “Pero sabemos que cuando termine la campaña nos reuniremos y lo compartiremos con ellos, cada uno a su manera. Y hay quien lleva fotos, un diario, dibujos… todo ello, pequeños intentos de que vivan lo que estamos viviendo”.

PRIMER BUQUE CON CERTIFICACIÓN POLAR DE CSIC

Desde el pasado 6 de febrero, cuando el Odón de Buen llegó a la isla Livingstone, hasta hoy, domingo, un equipo científico técnico del IEO-CSIC y de la Unidad de Tecnología Marina (UTM-CSIC) han llevado a cabo las primeras pruebas del nuevo BOMAG en aguas polares. También, desde el Odón de Buen, se ha dado apoyo logístico a la base Juan Carlos I y al campamento Bayers. Durante la campaña PROA-0225, que tiene carácter experimental, 27 científicos y técnicos –junto a los 21 tripulantes– han estudiado el océano “con una aproximación multidisciplinar que incluye la oceanografía física, geología, química, ecología o biodiversidad marina en ambientes extremos como la Antártida o las zonas batiales y abisales”, explica Alberto Serrano, responsable científico de la campaña. El Odón de Buen es el primer buque con certificación polar del CSIC y se ha unido en esta expedición a las otras dos naves de la flota científica, el Hespérides y el Sarmiento de Gamboa.

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