Barbate: Nostalgia del boquerón
El que llegó a ser el segundo puerto pesquero de España tras Vigo se enfrenta de nuevo a la amenaza del amarre de sus barcos de cerco y a la decadencia final de su lonja
El Alto Tribunal Europeo dio a principios de mes la razón a un recurso del Frente Polisario y anuló los acuerdos de pesca con Marruecos establecidos en 2019 al haberse firmado al margen del pueblo saharahui. Los caladeros a los que hacían referencia se extendían por aguas que la comunidad internacional no reconoce como marroquíes. Esos caladeros eran a los que acudían una ya muy reducida flota de barcos de arrastre de Barbate y Conil y es un clavo más en el ataúd en el sector pesquero de la zona, que se enfrenta a la incertidumbre de qué seguirá a esta resolución.
El secretario general de Cepesca, Javier Garat, opina que afectará a la pesca de cerco, que ya está sometida a una fuerte presión por la futura limitación de una reducción del 54% de la pesca del boquerón. Con la decisión del tribunal se teme que los barcos barbateños volverán a una situación que conocen bien: el amarre. En Babate no dudan que Marruecos sabrá jugar sus cartas, mientras nadie las juega por ellos.
La argentina Marcela Iglesias se doctoró en la Universidad de Cádiz con una tesis sobre las relaciones diplomáticas entre Marruecos y España y ha estudiado su desarrollo desde la independencia del reino alauíta en 1956. Para ella, “la diplomacia marroquí es eficaz y calculadora. Son espléndidos negociantes. Es como cuando los españoles acuden a sus zocos, regatean y se creen triunfadores, pero el que ha hecho el negocio es el comerciante. Y una de las cosas con la que mejor regatea Marruecos es con la pesca”.
El historiador barbateño Antonio Aragón sitúa en la historia moderna un momento clave para Barbate, la conferencia de Algeciras de 1906: "Es cuando Francia acuerda un protectorado en el norte de Marruecos que se va a dividir en dos. La parte norte, entre Melilla y Larache, va a quedar para España. No es la más idónea en recursos mineros, pero sí tiene una costa muy rica. Barbate estaba en inmejorables condiciones para ir a estas costas". A siete u ocho horas de navegación estaba el boquerón esperándoles en inmensas cantidades y para ellos solos.
Los conflictos pesqueros de la flota de Barbate con el caladero que en su día la convirtió en la segunda más rica de España detrás de la de Vigo son una constante desde hace más de 50 años. Andrés empezó a trabajar a los 14 años en la lonja en 1972. Montaba las cajas de madera para que los barcos almacenaran la abundante pesca. “Allí no se cabía de las cajas de pescado que había, era incalculable”. Con el tiempo Andrés fue ascendiendo hasta llegar a ser el encargado del almacén y luego jefe de subastas. El puerto de Barbate es su hábitat y es ahí donde charlo con él mientras observamos la escasa actividad de la mañana. “Mira el puerto. ¿Qué vemos? Agua. Pues bien, en aquella época no se veía el agua. Sólo se veían barcos. Yo creo que habría unos ochenta y tantos de cerco”.
Esa enorme actividad se traducía en el ambiente del pueblo. Andrés dice que "en Barbate se ha ganado mucho dinero y se ha gastado mucho en las tabernas. Estaban todos los bares llenos y eso que eran muchos. Si ibas al bar tenías que esperar a que la gente saliera para poder entrar y los suelos estaban sembrados de cáscaras de gambas".
La mar era nuestra
Manuel obtuvo el folio a los dieciséis años. El folio era el documento oficial por el que se te permitía embarcar en un pesquero. Ahora Manuel está jubilado, pero acude todos los días al muelle para coser las redes junto con otro grupo de ex marineros. “Los remendadores que ve usted aquí son los que habemos. Ya no hay más. Y es que está la cosa muy difícil. No hay gente. Un barco no se puede ir a Larache sin un cocinero o sin motoristas, cosa que no hay; un patrón de costas, cosa que no hay; necesita un remendador por si parte el arte en la mar … cosa que no hay. Antes cualquier chiquillo que entraba en un barco aprendía a remendar, ahora casi nadie sabe hacer este trabajo”.
“España -continúa entusiasmado- se abastecía del boquerón de Barbate. Esa fábrica que ves ahí -dice señalando una gran mole a nuestra espalda- era una de las más importantes fábricas de nieve de Europa y ahora no sé lo que da, ¿30 toneladas al día?, pero es que hubo un tiempo que daba 200. La mar de Cádiz y de Marruecos era nuestra, na más que pescaban los barcos de Barbate y venían compradores de todas partes, de Madrid, de Barcelona... porque éramos el número uno”.
Todo empieza a cambiar a partir del año 1973. Hasta entonces no existía conflicto porque el sector pesquero marroquí era modesto y rudimentario. Pero es en aquel año cuando el rey Hassan II decide aumentar las aguas territoriales marroquíes en 70 millas, lo que obliga a la flota barbateña no acreditada ante Marruecos a faenar al sur del paralelo 27, en lo que era la frontera entre Marruecos y lo que entonces era la 51 provincia española, el Sahara. Esto supuso pérdida de capturas e incremento de costes para aquellos que pudieran llegar tan abajo. Con el abandono del Sáhara por los españoles, los marroquíes ampliarán su jurisdicción sobre las aguas para lo que contará siempre con un poderoso aliado, los Estados Unidos.
En agosto de 1979 el 90% de los comercios y empresas del pueblo se une a una huelga general en defensa de los 2.000 marineros de la flota local. La causa era el primer acuerdo de pesca firmado con Marruecos tras la muerte de Franco. Suponía una bofetada a la flota barbateña. Las licencias de pesca se reducían a treinta para faenar en aguas marroquíes y, además, sólo podrían hacerlo durante tres meses en una zona muy concreta entre Larache y el Cabo Espartel, poco más de 90 kilómetros de costa. La flota de Barbate, que durante décadas había ido a aquellos caladeros como si fueran suyos, carecía de cultura de lo que significaban los acuerdos internacionales e hicieron caso omiso. Fueron años de apresamientos de barcos que coincidían con el momento más crítico de la guerra entre Marruecos y los saharauis.
En 1983 se firma el último acuerdo bilateral entre España y Marruecos antes de la entrada en la Comunidad Europea. Supuso otro tajo a las capturas, un 40%, además de una nueva limitación de artes y zonas de pesca. Al mismo tiempo, España, a cambio de esas cuotas de pesca y de poder mantener una esquinita en el caladero marroquí, se comprometía a financiar la modernización de la flota marroquí y a formar a sus marineros, obligando a cada barco español que faenara en sus aguas a contar, al menos, con dos aprendices marroquíes.
En la Semana Santa de 1986 España cedió a Europa la planificación de las flotas pesqueras, tanto en número de capturas como en lo que se refería a los acuerdos con Marruecos. Se avecinaban curvas. La primera se recibe en la frente. En 1988 Europa está estancada en sus conversaciones con Marruecos. Aquel año, por primera vez, la flota de Barbate recibe la orden de amarre total. Duró dos meses. Los siguientes amarres serían mucho más prolongados.
Marruecos desarrolló su industria pesquera con empresas de capital mixto español
Miguel Arias ha sido dos veces ministro de Agricultura y Pesca, pero buena parte de su vida política la ha pasado en Bruselas. “Con Marruecos ha habido muchos convenios pesqueros, pero el problema siempre ha sido el mismo y es muy fácil de entender: ha querido desarrollar su propia flota, explotar sus recursos y su industria conservera. Esto ha sido un proceso creciente que se ha llevado a cabo con sociedades españolas de capitales mixtos”.
Manuel vivió aquella transformación como el fin de una época. “Los marroquíes se dedicaban a la caballa y a la sardina. No les interesaban los boquerones. Quienes les abrieron los ojos fueron los compradores españoles. Cuando los tratados llevaban un año o dos de negociaciones y se amarraba la flota, los compradores no encontraban boquerones en Barbate y se iban a Marruecos a por ellos. Cuando los marroquíes vieron a cuánto pagaban los boquerones descubrieron el negocio”.
La flota
“La flota de Barbate -analiza Arias- nunca fue realmente una flota de altura. Pescaba en un caladero marroquí muy cercano, muy de ida y vuelta”. Andrés la describe: “La mayoría de los barcos no estaban preparados para ir más lejos de donde ya íbamos, a por el boquerón en Larache. Había unos pocos, siete u ocho, que podían desplazarse un poco más lejos, a lo mejor a Agadir e incluso a Mauritania, pero las demás no. Lo habitual aquí era un barco de unos veintitantos metros de eslora, eso sí, con muchísima tripulación. Lo mismo en cada barco iban cerca de treinta marineros. Y era normal. Teníamos lo de Larache, que era una mina, que la teníamos a ocho horas. ¿Qué necesidad había de desplazarse más lejos? Claro, nunca pensaron que iba a pasar lo que pasó después. Y tampoco nadie pensó en diversificar la economía. Los empresarios de aquí sólo pensaban en barcos”.
“Cada puerto tiene su cultura -continúa Arias-. El de Barbate durante años funcionó muy bien, pero cuando los marroquíes tensaron la cuerda a Barbate le pilló con el pie cambiado. Los barcos en otros puertos habían evolucionado, pero la flota de Barbate estaba envejecida y no era operativa en caladeros alternativos. De los 400 barcos españoles a los que afectaban las negociaciones en Europa, donde teníamos el gran problema era en Barbate”.
En agosto de 1995 la tensión en el conflicto pesquero es máxima. Se ha ordenado de nuevo el amarre de la flota. Marruecos exige una disminución de un 50% en capturas y una gran compensación económica. Pero es que, además, se mezcla otro conflicto. Hay una gran indignación en la izquierda porque Marruecos y Bruselas negocian sobre aguas que no son marroquíes, sino de la no reconocida República Árabe Saharahui. “Yo creo que un acuerdo pesquero no es el instrumento para que Europa vaya reivindicando la soberanía del Sáhara”, declararía Pedro Maza, presidente entonces de los armadores andaluces. En Barbate se temía que el debate sobre el conflicto saharahui acabara con Marruecos pegando una patada a España en el culo de Barbate. 5.000 personas salen a la calle en una de las manifestaciones mayores que se recuerdan en la localidad para denunciar la inacción de los negociadores.
Señala Arias que “en todos los acuerdos pesqueros que hace Europa, que deben ser más de treinta en todo el mundo, hay una cláusula de revisión. Marruecos ya no incluyó la cláusula en el del 95 porque ya no estaba interesado en la reanudación. Ahí sabía ya a lo que nos enfrentábamos, pero lo que no sabía era lo difícil que es recolocar barcos, lo duro que es desguazarlos y lo complicado que es modernizar la flota”.
El fin
En diciembre de 1995 se alcanzó al fin un acuerdo y Barbate no salió mal parada. Podrían volver a pescar a Marruecos durante los siguientes cuatro años, pero a cambio tendrían que ir acometiendo, al tiempo, una reducción progresiva que permitiera la planificación de la reconversión del sector. Esto se empezó a hacer de inmediato con las prejubilaciones como primera medida. Todos los marineros mayores de 55 años tendrían que abandonar la actividad y se tenían que ir haciendo a la idea de que la mitad de la flota, muy anticuada, acabaría desmontada. Todo esto se tendría que hacer en un plazo máximo de cuatro años, según había ordenado la entonces Comisaria de Pesca de la UE, la italiana Enma Bonino, que ya había advertido a España de la falta de competitividad de sus armadores por la escasez de inversiones que habían realizado en las dos últimas décadas. “La industria no puede seguir con la única obsesión de la captura”, advirtió.
El aumento explosivo de las capturas a las que se refería Bonino era innegable. Se había pasado de capturar en el mundo 20 millones de toneladas en 1950 a los 86 millones en 1989. No había caladero, incluido el marroquí, que aguantase ese ritmo. La ONU lanzó un documento en el que hablaba del fin de la “era dorada” de la pesca. La FAO concluía que el 70% de los stocks estaban “sobreexplotados o esquilmados”.
La sentencia de muerte estaba dictada. Los pescadores vivieron aquel último acuerdo como un destello del pasado esplendor. “Fueron cuatro años frenéticos en la lonja –recuerda Andrés-. Era un barco detrás de otro y venga, más pescado, y la lonja hasta arriba de gente pujando, comprando a unos precios estupendos”. Manuel, que en aquellos años se había reciclado de marinero en armador y contaba con dos barcos, afirma que el sector se reactivó como no se había visto. “Antes del desguace, muchos de los barcos pudieron regresar al caladero y llegaban 14.000, 15.000 cajas... Y cada caja se pagaba a cuatro y cinco mil pesetas. Si traías un día mil cajas, te daban cinco millones”. Tras acabar aquella temporada Manuel envió sus dos barcos, la Anita y el Manolo Cid, al desguace, cobró el dinero que le daba Europa y abandonó la pesca.
Ya en el año 2000, al final de este periodo de reconversión marcado por Europa, se produjo un nuevo amarre, que duró un año. Veinte años después de aquella huelga del 79 de la pujante flota de Barbate sólo quedaba un tercio -35 barcos- y de los 2.000 marineros ya sólo quedaban 689, una mano de obra además envejecida porque durante los años 90 se había perdido casi por completo el relevo generacional. La lonja, que redujo su plantilla de 27 empleados a seis, pasó de vender 400 millones a facturar sólo 30. La venta de hielo bajó de 1.200 toneladas a 153 toneladas. La pesca artesanal que faenaba en aguas propias no podía absorber ni de lejos la pérdida de empleo masivo que se estaba produciendo y, además, el caladero de Cádiz estaba “seco como la tarasca”. Salvador Escudillo, que tenía casi el monopolio en la fabricación de cajas, había pasado de 10.000 cajas diarias, para lo que necesitaba diez empleados, a fabricar 600, para lo que se bastaba con la ayuda de su hijo.
La situación de Barbate era dramáticamente específica porque dependía en exclusiva de la pesca
Recuerda Arias todos los problemas que se plantearon en su intento de buscar nuevas actividades económicas para Barbate: “La situación de Barbate era dramáticamente específica porque dependía sólo y exclusivamente de la pesca y le planteamos a la Unión Europea un plan de 500 millones. La Unión Europea nos dijo que nos permitía trabajar sobre la reconversión de la flota, pero no actividades alternativas como el turismo, la pesca deportiva o cualquier otra cosa. Cualquier idea que lleváramos tenía que pasar por la pesca con lo que era un callejón sin salida”.
El epílogo de esta historia nos traslada hasta 2008. En aquel año muchos de los barcos de cerco que faenaban en Marruecos en los años 80 fueron hundidos frente a las costas de Barbate en un ritual funerario. En el varadero se les arrancaba el motor, las hélices, los tanques y el puente de mando. A continuación, la carcasa de madera era arrastrada hasta una zona frente a la costa, se le abría una vía y se le llenaba de grava para que se hunda rápidamente. Los marineros asistían, mudos, al hundimiento. Cuando el Cabo Espartel corrió la misma suerte, se desguazaba una institución. El Cabo Espartel llevaba 38 años trayendo boquerones del caladero marroquí, desde 1970, antes de que Hassan II ampliara sus millas. Cabo de Oros, La Prontitud, Atila, Pepillo, Los Perales… una lista interminable de pecios sumergidos por los nuevos tiempos.
Hace ya mucho tiempo que Marruecos apuesta por alcanzar acuerdos privados con los armadores españoles. De esa pesquería a Barbate ya no llega ni el 10% de lo que llegó en su día. Marruecos ya había aprendido a pescar. Mientras, los barbateños, que nunca le habían echado mucha cuenta ni al turismo ni al atún porque tenían el boquerón viven hoy más del turismo y del atún que del boquerón. El boquerón es cada vez más sólo un recuerdo de su pasado dorado, cuando eran la gran flota española de cerco.
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